Epílogo

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2030, once años más tarde.

Lisa, sentada en aquella hamaca, observaba a su mujer emerger de la piscina. Subió las escaleras para salir del agua lentamente, sabiendo que tenía la mirada de su esposa clavada en su cuerpo, y le guiñó un ojo. Lisa sonrió. Jamás se hubiera imaginado ser tan feliz.

Tras su huída de Corea, habían sacado un disco, Wings, que había sido súper ventas en todo el mundo. Y aquel había sido sólo el primero. Nueve discos, todos valorados positivamente tanto por los críticos musicales como por los fanáticos, que habían aceptado agradecidos la mudanza de su grupo favorito. Más allá de las cifras, Blackpink se había convertido en el grupo más representativo del colectivo LGBT, donando el cincuenta por ciento de sus ganancias a asociaciones de ayuda al colectivo, y servían de inspiración a millones de jóvenes alrededor del mundo. Sobretodo después de hacer pública la relación de las dos integrantes restantes. Una vez en Estados Unidos, había sido cuestión de tiempo que Jisoo confesase sus sentimientos por Rosé, y esta la había correspondido ciegamente. Se habían casado un año antes que Lisa y Jennie, y aquella boda había sido uno de los acontecimientos sociales más esperados, tanto por su magnitud como por sus implicaciones. Más de diez mil invitados habían recibido una invitación, sus familias, amigos, personalidades de la música, el cine y la televisión y, como una pequeña sátira de Jisoo, Hyun Suk, que por supuesto no había acudido a la ceremonia. La que sí había ido encantada, con un póster de Chaesoo, era Jung.

La joven reportera vivía en una mansión en la mejor zona de Seúl, cortesía de las chicas en cuanto sacaron su primer disco. Y seguía siendo la mayor fan de Blackpink, aunque con la suerte de recibir todos sus discos firmados en cada estreno, y entradas preferentes para cada concierto del grupo en Corea. Lo que se dice una suertuda. Era lo mínimo que podían hacer. De no ser por ella, habrían sacado Boys, y Her, que ya era una canción de culto, jamás habría visto la luz.

Blackpink había sido el grupo más famoso de su generación, hasta su segunda disolución en 2026. Aquella no había sido tan dramática como la primera, y sólo con la promesa de que seguirían haciendo al menos un concierto cada año, cuyas entradas, por cierto, eran casi imposibles de conseguir. Se separaron de forma voluntaria, y sólo musicalmente, ya que la casa de Rosé y Jisoo quedaba a veinte minutos en coche de la de Jennie y Lisa, y por una razón: familia. Llamadlo reloj biológico, o llamadlo como queráis, pero los niños invadieron la vida de Blackpink.

Rosé y Jisoo tenían tres hijos. Los mellizos, mayores, de cuatro años recién cumplidos, y la pequeña Jung, de dos, cuyo nombre estaba puesto en honor a la mujer que había salvado a sus madres en el pasado. No hay ni que decir que la Jung original casi sufre un infarto al recibir la noticia. Johanne y Paul, dos pequeños demonios a los que sólo Rosé podía domesticar y que volvían loca a Jisoo. Ay, Chu, lo que habían cambiado las cosas. La alocada joven que había sido, convertida en toda una madre, aunque no hubiera dejado de decir malas palabras o de jugar a juegos en su teléfono. En una ocasión, saliendo del hospital tras el nacimiento de Jung, había perseguido a un paparazzi y le había obligado a borrar las fotos que les había hecho. Había una cosa que todas tenían claro; con sus hijos no. Mantenerlos apartados del foco mediático era lo único que querían, y eran muy estrictas con el pixelado de sus fotos en revistas y cadenas de televisión.

Lisa continuó mirando como Jennie se secaba al sol en el bordillo, y mantenía una amistosa discusión con aquel pequeño ser que se resistía a salirse del agua. Lisa observó, divertida, la cabeza rubia de la pequeña Jade, que le rogaba a su madre un ratito más. Jennie era imperturbable con la prensa, con sus jefes, e incluso con Lisa, pero jamás había sido capaz de negarle nada a su hija. Le dijo que en media hora estuviera fuera o la castigaría, y caminó hacia su mujer con una mueca de: "¿Qué más podía hacer?". Lisa sonrió y negó con la cabeza, hasta que sintió el quejido de la pequeña criaturita que tenía en los brazos. Besó su cabecita cubierta de pelusa. A veces pensaba que Luke podía sentir cuando Jennie se acercaba.

La última canción (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora