< Capítulo 1 >

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Tachó el último verso que había escrito y se recostó en la silla. Volvió a leer lo último que tenía, dejó caer el cuaderno sobre el escritorio y miró la hora en el reloj de la computadora por enésima vez en esos 5 minutos. Subió el volumen y se acomodó los auriculares tarareando la melodía, buscándole las palabras exactas. Tenía la idea en su cabeza, sólo debía concentrarse, su mirada se desvió al reloj otra vez. Se pellizcó el puente de la nariz y volvió a tomar el cuaderno, golpeteó con el lápiz siguiendo el ritmo.

-Tus ojos, llenos de lágrimas me dicen que me equivoco –asintió escribiendo-, pero tú no me das ninguna explicación- sonrió.

Se recostó y miró el reloj, se iba a volver loco. Volvió a subir el volumen.

-La luz se apaga... No –mordió el lápiz-. Apagan las luces... tampoco.

El reloj decía que sólo había pasado un minuto. Tiró el lápiz sobre el escritorio. Si subía más el volumen iba a estallarle el cerebro... Podía probar... La puerta de su cuarto se abrió, lo suficientemente ruidosa para que él lo escuchara por sobre la música de sus auriculares. Suspiró pero no se dio vuelta. Dos brazos aparecieron por su espalda y lo abrazaron.

-¡Ya llegué, Len! –su hermana se colgó de su cuello haciéndole caer los auriculares.

-Me doy cuenta –sonrió y le despeinó el cabello- ¿Todavía no dejaste tu bolso ni tu abrigo? ¿Qué estás esperando para hacerlo?

Él la siguió con la vista mientras ella se sentaba en su cama y se cruzaba de brazos. Él levantó una ceja.

-Apenas llego y ya me estás regañando –infló los cachetes haciendo reír a su hermano. Ella le lanzó un almohadón.

-Auch –se quejó devolviéndoselo con una sonrisa-. Llegas tarde, de nuevo.

Se volvió a colocar los auriculares de un solo lado, de modo que la oreja de la izquierda estuviera libre para escuchar a su hermana.

-¡Vamos, Len! ¿Cuánto me retrasé esta vez? –Se recostó en la cama jugando con la punta de las sábanas. Él miró el reloj calculando.

-Exactamente 37 minutos.

-¿Qué esperas, Len? ¿Cómo quieres que le dé importancia a la hora cuando... -La voz se le apagó cuando se dio cuenta lo que estaba por decir.

Len giró la silla y la miró con una ceja levantada y cruzado de brazos.

-¿Cuándo...? –repitió- Vamos, Rin, ¿Por qué no me cuentas qué hiciste hoy con Kaito? –su mirada era severa. Ella se tapó el rostro con el almohadón- ¿A dónde te llevó hoy? -trató de suavizar el tono.

-Fuimos al Mc, Len, luego a pasear al parque, nada más ¿Sí? ¿Qué más quieres que te cuente?

-¡Por favor, Rin! ¡Es mayor que tú!

-¿Y eso qué tiene que ver? ¡Sólo caminamos por el parque! –él seguía levantando una ceja- ¡No esperarás que te cuente todo lo que haga con él!

-¿Por qué no? –suspiró y volvió a girar la silla y a tomar el lápiz.

Ella frunció el entrecejo y se cruzó de brazos sentándose en la cama.

-Vamos, Len, tú nunca me contabas nada cuando salías con Miku.

-La conocías, Rin, es amiga tuya. Estoy seguro que ella te contaba todo. No hacía falta que yo te dijera algo –estaba escribiendo. Ella resopló y él giró la cabeza. - ¿Qué?

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