Los momentos vividos luego de la gran caída de ese reino de oriente, son tan parecidos a los vividos y descritos, que no tienen razón de ser una vez más escritos. En aspectos parecía que mis custodios dejaban sus ataques poco a poco; así como la vida empezaba a tomar color nuevamente, aunque no tan vivaces como lo fueron alguna vez.
Sólo hasta que el Señorío dejó caer en mí algo que según su raciocinio era su derecho: exigirme sellar el pacto... porque era mi deber... porque eran las "reparaciones de guerra" que debía de pagar para conseguir el perdón.
Un dictado impuesto a la fuerza sin un mecanismo de consulta o participación... eso siempre fue y es lo que siempre significará ese día para mí. Nunca supe quien me impuso esa locura en primer lugar; si fue él o yo misma al sentirme tan vulnerable por mis errores pasados.
Con eso me di cuenta de la realidad, vivía mi propia "paz armada"... sólo esperando el momento donde mis discursos de falsedad y odio a mí misma dieran la señal para empezar la destrucción de mi persona.
Creyéndome desahuciada de manera emocional, dije que lo haría... y lo hice
Considero que el antes, el durante y el después; si son contemplados con los ojos de la verdad, nunca me perteneció el acto. El chico tenía emociones por sus doncellas pasadas; mientras yo sólo estaba ahí, aguantando como siempre lo hacía, sintiéndome dichosa cada vez que el me arrojaba los despojos de lo que entendía por "trato afectuoso".
Pero mi mente siempre distorsionó ese momento, pensando que fue bello tener por testigos altas paredes y puertas destartaladas, pensando que era glorioso bailar con ropajes ajenos mientras escuchaba hirientes comentarios y finalmente creer que el Señorío se abría ante mí, a través de los nombres y vivencias de las anteriores a mí.
Todo por creer que el amor nunca será algo que yo podría llegar a vivir... algo que quizás ya nunca merecería.
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La Sociedad A La Que No Volvimos (3° Momento)
RomanceY cómo era de esperar, las crónicas siguieron sólo que esta vez se cruzó el último límite... de repente se volvió la sociedad, el señorío al que nunca regresaré