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Corro hacia el dormitorio, sin aliento, con la mente desorientada.

—Me guzta tu caz(s)a. —empieza a caminar por toda la habitación, tocando todo lo que se encuentre a su alcance.

—¿Qué haces aquí, Hedwig?. —arrugo la frente y cruzo los brazos, apoyándome en el marco de la puerta.

Se acerca atropelladamente, mostrando sus relucientes dientes.

—Denniz penzaba que planeabaz irte... Azi que, tomé la luz, y comenzé a zeguirte. —sale del dormitorio para dirigirse a la cocina.

Instintivamente, lo sigo.

—¿Cómo entraste al departamento, Hedwig?.

Agarra las papas que se encontraban encima de la mesa, y se dispone a abrirlo.

—Te zegui zin que te dieraz cuenta. Subizte el azensor, y como había mucha gente, no me notazte. Cuando vi que salizte, y abrizte la puerta, zimplemente entré, porque te olvidazte de zerrarla.

¡Claro!, Con los nervios desbordados por la conmoción vivida hace menos de tres horas, en lo que menos me preocupaba era cerrar la puerta.

Mientras Hedwig comía gustosamente las patatas, me senté en el sofá, destruida. Mi plan de escape, al diablo. ¡Dios!.

—Oye... ¿de verdad penzabaz irte?. —se sienta a mí lado, expectante de lo que salga de mi boca.

Vuelvo la mirada hacia él.

—Escúchame Hedwig, estoy muy contenta de volver a verte. Pero, debo irme. Tienes que comprenderlo. —mis palabras sonaban muy frías.

Colocó el paquete en la mesada.

— No te iraz. Ezo no ez lo que la señorita Patricia decidió. —dice cabizbaja. —no te voy a dejar ir.

Estoy harta de depender de los demás.

Me levanto, y salgo corriendo a buscar el equipaje. Luego enviaría un mensaje al supervisor para que envíe las demás cosas al aeroparque.

—O-oye, ¡vuelve aquí!, ¡no es chiztozo jugar sin que lo digaz primero!. —grita desde la cocina.
Estará aquí en menos de un minuto.

Trato de concentrarme.

Agarro el celular, y atravieso la sala de estar.

Estando a escasos centímetros de la puerta, su potente cuerpo me detiene por completo en mi intento de fuga.

—No te irás. —nuevamente esas arrugas en la frente; los anteojos despavoridos y la camiseta grisácea. Las manos gruesas y fuertes.

—¡Tú no me amas!, ¡déjame tranquila!. —grito, desahogando mis propias penas. — ¡¿Dios, que es lo que quieres de mí?!.

Él, me sucumba y no puedo separarme a pesar de que intente alejarme.

Sus manos acarician mi espalda, deslizándose hasta la cintura. Puedo sentir cómo su nariz succiona el aroma de mi cuello.

—K-Kevin Wendell Crumb.

Comienza a tensar los músculos del cuello, mientras que aprieta fuertemente la mandíbula.

Atrae su cuerpo contra el mío con rudeza, impidiéndome cualquier tipo de movimiento.
Colocó mis brazos alrededor de su pescuezo.

—Lo lamento... Yo. —relaja sus hombros. —no puedo estar sin ti. —se aleja un poco para que estemos de frente. —no sabes lo que te he extrañado, Caisey.

Limpio sus lágrimas, mientras que acaricio sus mejillas.

—Prometiste que ibas a permanecer en la luz, conmigo. —mi voz empieza a quebrarse. Siento demasiadas emociones juntas como para mantenerme erguida, si no fuera por sus manos, ya estaría desplomada en el piso.

—Perdóname... pero, ya no aguanto.
Kevin, junta nuestros labios suavemente, mientras recorría mí cuerpo con las yemas de los dedos. Podía sentir su pulso acelerado, y las mejillas ruborizadas.
Sus ojos demostraban el gran anhelo y tentación que su cuerpo había acumulado a lo largo de todo este tiempo transcurrido.
La pasión desbordaba por cada parte de nuestro ser.
Luego de varios minutos, nos separamos por falta de aire.

—No pienso dejarte. —logró decir mientras trataba de recuperar el aliento.

Split •2•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora