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—Espero que hayas entendido lo que te dije, Caisey. —su tono de voz cada vez es más grueso y tajante. —te veré en mi escritorio en unas horas. Le pedí a Jhulia que te prepare el baño y la ropa. —se dirige apresuradamente a la puerta, mientras sus caderas juegan abiertamente en su falda ajustada. —espero que no me hagas arrepentirme.

El estrépito golpe de la puerta, aturdió a todas las paredes.

¿Que se suponía que debía hacer?. No tenía más que un escaso conocimiento de ruso y alemán, debido a que eran la lengua materna y paterna de mis padres adoptivos.
Lo único que rescataba de ese horrible lugar, era la posibilidad de poder terminar con todo aquello que me corrompía... ¿a costa de qué?, estoy segura que toda la charla que me dirigió esa mujer, está en boca de una asociación peligrosa, cuyo fin es desatar discordia y muerte en cuanto no reciben lo que esperaron. Entendería todo aquello si una adolescente totalmente inexperta no estuviera involucrada en semejante acto.

—Disculpa... . —una mano fría y áspera apretó fuertemente mi muñeca. — ya puedes levantarte, te he quitado las esposas.

Era una joven de 14 años,  con notables cicatrices en la parte inferior de su labio, y en las mejillas.

—Necesito que me sigas.

Me coloqué detrás de ella, todo el tiempo.
Fuera de aquella espantosa habitación, había una gran cantidad de salas, todas colocadas una al lado de la otra. Los pasillos eran interminables. Cuando doblamos hacia una extensa puerta coloreada de un tono oscuro, me miró recelosa, como si tratara de evitar algo.

—Mejor... vamos por acá.
Giramos en sentido completamente contrario. Seguimos con la caminata, hasta que tuvimos que subir una escalera de espiral.

Al llegar a la planta alta, podía ver mediante el semblante calmo de mi acompañante, que ya habíamos llegado a la sala.

Abrió la puerta, y me introducí en él, sin esperar órdenes.

—La ropa está sobre la cama. Si quieres, puedes entrar a bañarte ahora, el agua debe estar caliente todavía. —en menos de un microsegundo, me encontraba nuevamente sola, pero mucho más cómoda que la primera vez.

Luego de estar un buen rato en la ducha, decidí salir y colocarme el conjunto. Para mi sorpresa, era todo lo que nunca quise usar, o pretendía jamás usar.
Un vestido de rojo intenso, con gran abertura en la parte del pecho, con una altura por encima de los muslos, y ajustado al cuerpo y unos tacos a aguja igual de impactantes. Esto, es lo más cercano a vulgar que nunca me hubiera imaginado usar.
Maldiciendo para mis adentros, terminé por colocarme la vestimenta. Salí de la habitación, donde un muchacho de semblante feroz y temible me esperaba.

—Sígueme.

"Sígueme, ven aquí, no te alejes, acércate, no te muevas" es lo único que saben decir.

Nos detuvimos frente a la misma puerta de tonos oscuros. El temible "agente" de negro tocó dos veces.
Se escuchaban las mismas pisadas que ejercía aquella mujer cuando se acercaba a la otra sala.

Giró el picaporte, y allí estaba, una joven que comenzaba los treinta años, totalmente producida y con un aire de pasión que desprendían por gran parte de sus poros. Intenté contener la respiración, esperando no molestar a esta clase de personas. Sin embargo, parece que tuvo el efecto contrario.

—Ay... Santísima. —sus labios decayeron en una mueca de dolor punzante. —¡entra ahora mismo!.

Estuvo alrededor de diez minutos maquillándome. Repitiendo incesantemente que se nos hacía tarde, y que debíamos apurarnos.

—¡Ahora sí!. —se alejó para apreciar mejor su obra. —estoy segura que ahora aceptará el trabajo.

Agarra el bolso que había dejado sobre una silla, y salió con gran firmeza y sensualidad de la gran habitación.

Desgraciadamente, tuve que seguirla.

Pero, ¿qué quiso decir con respecto a que "ahora estoy segura que aceptará el trabajo"?

Split •2•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora