2.No Contesta.

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Unas horas más tarde, viendo que Ana no enviaba ningún tipo de mensaje, llamé a toda la pandilla, uno a uno, explicando lo que nos había pasado, la ropa que llevaba o que por lo que he mirado en el armario parecía que llevaba, hacia dónde podría haber ido, pero nada, nadie veía a la chica vestida con una chupa de cuero y los labios pintados de un rojo oscuro, nadie la había visto en aquel bar en el que solía "perderse" los malos días.
Nadia parecía haber visto nada, haber escuchado nada...

Ana no había hablado con nadie de la pandilla, ni un solo mensaje, ni una llamada, ningún Instagram direct...
Mi peque, ya no estaba, y yo, me sentía demasiado culpable de ello.
Sabía que no podía llamar a la policía, no podía informar a ningún familiar de aquella supuesta desaparición que, a nosotros, los cuervos, nos parecía un ajuste de cuentas.
Los americanos, una banda que siempre nos ha tenido en su punto de mira, a pesar de que nos llevamos bien con todas las demás, siempre nos han tenido cierta envidia, o eso era lo que decía Roi.

Mi hermano Efrén formaba parte de los americanos, pero, yo, seguía sin poder creerme que ellos, se llevasen a mi peque. Efrén nunca había aceptado que me gustase Ana, yo creo que era porque le gustaba a él. Pero, no le veo capaz de hacerme algo así, ni a mí, ni a Ana.

Así que con esta situación, cogimos las motos y empezamos a buscar por todos los barrios de mi pueblo, por cada bar, cada discoteca, cada pub...
Pero, mi chica, seguía sin aparecer.
Cepeda, me ayudaba a buscar, el de Ourense tenía miedo de que tuviera un accidente con la moto o que desapareciese yo también, pero yo creo que pensaba que estaba muy mal, y es que realmente, lo estaba, no había comido ni bebido casi nada desde aquella oscura noche, solo me dedicaba a fumar y llorar cada vez que me subía la moto, después de salir de otro sitio en el que no estaba Ana.

Metía puñetazos y patadas a la pared de mi habitación, Roi y Cepeda me cogían e intentaban calmarme, me dieron un vaso de leche con galletas y me obligaron a descansar un poco.
Aquella semana, bajé de peso de una manera descomunal, no sople mis veintitrés velas, no abrí ningún regalo, llegó octubre y me daba igual el frío, tener un año más y estar en los huesos, yo solo quería un regalo de Ana, un abrazo para no tener frío, de ella, sólo quería comer lo que ella me preparase. Pero, no estaba, seguía sin aparecer, llevaba una semana desaparecida, sus padres, no llamaban nunca, así que, ahora no podían enterarse y llamar a la policía, parecían haberla olvidado, parecían no tener tiempo para enviar ningún mensaje, tampoco me preguntaban por Ana, no aceptaban que su hija sintiese amor por una mujer.

Parecía que nadie aceptaba nuestro amor, parecía que nadie aceptaba que dos corazones fuesen uno, porque, yo creo, que da igual quien sea, estamos destinados a encontrar a alguien con quien podamos ser felices.

Yo encontré a Ana, y Ana a mí, y ahora somos las mujeres más felices de este mundo, bueno, éramos, porque ahora, la una no sabe nada de la otra.
Yo, no dejaba de pensar que se había ido a otro lugar, quizá a otro pueblo, para alejarse de mí un tiempo, le enviaba mensajes, cada día, cada tarde y cada noche, deseándole siempre lo mejor y diciéndole, que ésta era su casa, y que yo siempre iba a estar para lo que le hiciese falta.
Pero, ahora, en noviembre, no le llegaban los mensajes, los dos meses anteriores sí, pero, ¿ahora no? ¿Por qué?

Siempre surgían nuevas preguntas que no sabía como responder.

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