Daenerys (15)

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Volar siempre había sido una de las cosas favoritas para Daenerys desde que había montado a Drogon la primera vez. El dragón no era muy grande como ahora, y constantemente se lastimaba en el proceso, pero cada vez que estaba en el lomo de Drogon podía sentir que ese era el lugar al que pertenecía. Escuchar los rugidos de Rhaegal y Viserion mientras volaban a su lado era música para sus oídos. Era feliz ahí, estando con ellos. La liberaban de todas sus obligaciones como reina y sentía que podía respirar de nuevo.

Daenerys vio que la tarde estaba llegando a su fin, quería preparar todo lo que le tenía de sorpresa a Sansa para que la recordara antes de que se fuera de vuelta al Norte. Antes de avisar que estaría con sus hijos, Daenerys fue a las cocinas de la Fortaleza Roja y le pidió personalmente a las cocineras que prepararan pasteles de limón y los llevaran en la noche a los aposentos de Sansa, además de llamar a los mejores bardos de la ciudad para que le cantaran a Sansa, aunque sabía que ella era muy buena para cantar también, y tocaba algunos instrumentos. «Tal vez le pida que me cante una canción antes de que se vaya», pensó Dany. «Sí, le pediré que me cante».

Daenerys hizo que Drogon cayera en picada, si se quedaba más tiempo en el aire seguramente llegaría tarde para prepararle a Sansa la cena que quería hacerle, y también necesitaba pasar todo el tiempo posible con ella. Cuando el dragón abrió las alas para aterrizar, Daenerys tomó más fuerte las escamas del lomo de Drogon para sujetarse bien, hasta que sintió que ya estaban sobre la tierra en Pozo Dragón.

Al dejar el lomo de Drogon, Daenerys se sorprendió cuando vio a Jon Nieve parado a una distancia considerable de ella. El dragón desplegó las alas y de un salto volvió al aire para volar junto a sus hermanos. Dany caminó hacia él, buscaba el caballo blanco que había llevado para llegar ahí y a sus guardias, pero no había rastro de ninguno.

—Jon —habló Daenerys mirando a su prometido—, ¿en dónde están mis guardias? ¿Y mi caballo?

—Los envié de vuelta a la Fortaleza Roja —contestó Jon.

—¿Por qué? —Le preguntó—. Tengo que regresar de inmediato al castillo.

—Solo quiero unas palabras —dijo Jon.

Daenerys se había acercado tanto a Jon, que notó la lúgubre mirada que cargaba en sus ojos oscuros.

—¿Qué pasa? —Cuestionó la reina.

—Acabo de hablar con Sansa —Jon respondió.

Las cejas de Daenerys se elevaron. Por el rostro antipático de Jon, ella sabía de qué se trataba todo. Él lo sabía. La reina irguió la espalda, preparada para cualquier cosa que Jon fuera a decir.

—¿Y cuál es el problema? —Preguntó.

—El problema es evidente —replicó Jon—. Ustedes estuvieron... A mis espaldas... Lo hicieron.

—Jon —Daenerys habló—, Sansa y yo nos conocimos antes de que nosotros nos comprometiéramos. Nada fue a tus espaldas.

—Lo fue porque nos vamos a casar. Y sé que lo han seguido haciendo.

—¿Debo recordarte que es un matrimonio político?

Jon dejó salir un suspiro con dificultad.

—No pueden hacer eso —dijo.

—Tú no me puedes decir qué puedo o no puedo hacer —negó Daenerys—, soy la reina.

—Lo es —Jon asintió—, pero si esto se llega a saber, sólo arruinaría la reputación de mi hermana.

—Como ahora el Norte es un reino independiente solamente tenemos que esperar a que ella se convierta en Reina en el Norte y no se podría cuestionar lo que decida —dijo Daenerys.

Reinas de PonienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora