Sansa (4)

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Lo único que se escuchaba en la habitación eran los pequeños besos que Sansa dejaba en el cuello de Daenerys, en ese momento había algo dentro de ella que le pedía hacer todo aquello. Daenerys se movía más cerca de Sansa mientras cada beso caía en su piel, podía sentir su urgencia de mantenerse cerca y Sansa quería eso también. De hecho se sentía como una necesidad.

Muy en el fondo sabía que la propuesta que su hermano había hecho sería aceptada por su consejo y después la convencerían, y por mucho que Sansa no lo quisiera, era una estrategia buena y lo sabía. Pero ese día solamente quería sentir a Daenerys suya y de nadie más. Ella no había sentido ese tipo de atracción por alguien en el pasado, Daenerys era la primera persona que le despertaba ese deseo y no quería desperdiciar el tiempo en otras cosas.

—¿Dany? —Preguntó en un susurro tan bajo que creyó que Daenerys no la había escuchado, pero la reina soltó un ligero gemido en la oreja de Sansa haciéndole saber que sí la había oído—. ¿Puedo...?

—Sí, sí —interrumpió Daenerys—. Sí puedes.

Sansa se apartó un poco de ella, le comenzó a quitar la capa roja que estaba agarrada a su vestido con su broche de los tres dragones de plata, los puso a un lado y sus manos las llevó a la espalda de Daenerys para desabrochar el vestido negro que llevaba puesto. Cuando volvió a verla, Daenerys se mantuvo en silencio observando cada movimiento que la pelirroja estaba haciendo.

—¿Todo está bien? —Quiso saber Sansa, temiendo haberle hecho algo que no quisiera.

—Lo está —sonrió Dany y le dio un beso en los labios.

Sansa suspiró, tomó a Daenerys por el cuello y pasó sus manos por su nuca hasta enredar sus dedos en su suave cabello platinado. No la quería dejar ir. Pronto, Sansa se levantó de la cama y comenzó a quitarse ella misma el vestido mientras miraba los ojos violeta de Daenerys cada que una prenda salía de su cuerpo. La reina no dejaba de contemplarla, como si nunca hubiera visto antes un cuerpo desnudo.

—Te quiero —dijo Daenerys parándose de la cama también, su vestido negro estaba cayendo por sus hombros y ella finalmente se lo arrancó—. Te necesito.

Los ojos azules de Sansa siguieron las curvas del cuerpo de Daenerys, era pequeña, sentía que si la tocaba probablemente podría romperse, pero su deseo podía más con ella, así que se acercó de forma veloz para besarla, esta vez con más ganas, con más hambre.

Daenerys la atrajó hacia sí y se recostó en la cama, haciendo que Sansa se pusiera encima de ella. La pelirroja estaba insegura sobre lo que quería hacerle a su reina, pero Daenerys se lo pedía con la mirada y Sansa lo sabía. Sus ojos violetas la miraban con deseo, con urgencia, como si afuera de esos cuatro muros no existiera nada más que ellas dos. Sansa la besó y Daenerys llevó sus manos a su cintura para pegarla a su cuerpo y el choque de sus pieles hizo a Sansa gemir sobre los labios de la reina, lo que hizo que Daenerys la besara con más fuerza.

—No te vayas —Daenerys pidió en un susurro—. Quédate.

Sansa se separó para verla de nuevo, Daenerys cerró los ojos y derramó unas lágrimas debido a eso.

—Dany, yo... —comenzó Sansa, pero se detuvo cuando Daenerys volvió a abrir los ojos, su color violeta parecía más un lila en esa luz que emanaban las velas—. No me iré.

La besó otra vez, en ese punto Sansa puso su rodilla en medio de las piernas de Daenerys y delicadamente las abrió para ella. Sansa podría ser una dama pero sabía qué debía hacer, había oído rumores. Sin embargo, Daenerys tomó la mano de Sansa y llevó uno de sus dedos a su interior, entre sus muslos.

***

A la mañana siguiente Sansa despertó entre las pieles de la cama de Daenerys, la luz del día golpeaba la habitación de la torre y el color de sus paredes hacían sentir a Sansa protegida, como si nada fuera a pasarle si se encontraba dentro de ella. Cuando volteó a su lado Daenerys se encontraba ahí
durmiendo, Sansa suspiró al verla y tuvo que revisar debajo de sus sábanas para darse cuenta que ambas seguían desnudas.

Reinas de PonienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora