Nico había esperado ese momento. Sabía que era cuestión de tiempo para que volviera al tenebroso y acogedor inframundo. Como siempre, su padre lo habría estado esperando para darle alguna noticia importante. Hace un par de semanas, eso habría sido algo normal, pero ahora que vivía en el Campamento Mestizo y todos estaban en paz, Nico se preguntaba qué podría ser tan importante como para llamarlo de urgencia en un sueño.
Pasando por el río estigio, Nico recordó la ves que estuvo ahí con Percy Jackson, un amigo del cual había estado, por algún tiempo, secretamente enamorado (seguía sin poder creer que el dios del amor con pañales de bebé lo había hecho confesar sus sentimientos hacia él frente a uno de sus amigos). El recuerdo parecía tan lejano que bien podría haberse tratado de un sueño. Pero Nico recordaba la primera vez que le propuso el plan a Percy. Proponerle al chico que te gusta que se meta en un río que podría hacer que su alma se desintegrara era algo difícil de olvidar. Especialmente cuando ese chico casi se ahoga con pastel azul al escuchar la propuesta.
Pero claro, ahora no había necesidad de pensar en aquéllos tiempos. Tiempos en los cuales Nico no estaba seguro de lo que quería. Aquéllos días se habían terminado, y ahora él estaba comenzando desde cero junto a las personas que estaba aprendiendo a querer.
Cuando vio al perro gigante de tres cabezas, Cerbero, recordó el miedo que había sentido la primera vez que estuvo ahí. No sabía que esperar del inframundo. No sabía que esperar de su padre. Pero al final todo había salido bien. El inframundo era como un hogar permanente para Nico. Un lugar al cual ir cuando sentía que no encajaba en el mundo.
"Hola chico," lo saludó lanzándole la pelota plástica que había en el suelo. Inmediatamente el enorme can se levantó y corrió a toda velocidad por la pelota, encantado de poder divertirse al menos un par de minutos.
Cuando volvió con la pelota entre el hocico izquierdo, Nico casi se quedaba a jugar con él un poco más, pero recordó la severidad con la que su padre lo había llamado. Es de suma importancia, había dicho. Algo que puede enfurecer el olimpo una vez más.
"Algún otro día, lo siento," le respondió al can. Este chilló un poco con sus tres cabezas. La izquierda dejó caer la pelota, y Nico la tomó una vez más solo para complacerlo. "¡Ve por ella!" gritó mientras fingía lanzarla con la mano. Un truco viejo, pero eficiente. Cerbero inmediatamente volteó en la dirección donde la pelota debía haber salido volando, y con grandes estruendos comenzó a correr en busca de una pelota que nunca encontraría.
Nico no pudo evitar una pequeña sonrisa. Soltó la pelota, dejándola caer al suelo, y después siguió su camino limpiando la baba de perro en su remera.
El palacio de Hades seguía prácticamente igual por fuera. Nico creía que después de haber estado ausente por tanto tiempo algo habría cambiado, pero se había equivocado. No importaba cuantas cosas habían pasado allá arriba, el inframundo seguía intacto. Casi podía imaginarse que la guerra nunca ocurrió, y que las cosas estaban como antes. Pero Nico no quería recordar esos tiempos. Ahora las cosas para él iban mucho mejor. Así que decidió entrar al palacio para confrontar a su padre de una vez por todas.
Al parecer, su padre no estaba en el mejor de sus días. Hades no era exactamente famoso por su buen humor, pero había veces que se encontraba más molesto que otras.
Esta vez no fue la excepción. En cuanto Nico vio el rostro de Hades, supo que algo terriblemente malo había pasado. La última vez que lo había visto así fue cuando el mismo le prohibió a Nico reconocer frente a los romanos que conocía a Percy Jackson. Principalmente porque al hacer eso tendría que explicar de dónde lo conocía, y eso significaba reconocer que existía otro campamento donde semidioses griegos iban a entrenar. Su padre le había dicho que había un tiempo para todo, y que algún buen motivo debía haber para que Percy no recordara nada.
Aunque Nico deseaba con todas sus ganas ayudar a Percy en esos momentos, la severidad en el rostro de Hades lo había obligado a callar. El mismo rostro que se encontraba frente a él esta vez.
"Padre," dijo Nico con una reverencia. "He venido, tal y como lo pediste."
"Perfecto," respondió el dios desde su trono. "Veo que te has recuperado bastante. La última vez que nos vimos en aquélla iglesia parecía que te convertirías en un mania en cualquier momento. Hoy te veo más... sólido."
¿Solido? ¿Qué quería decir con eso? Nico había estado a punto de desaparecer en las sombras por tantos viajes sombras a los que fue sometido para cargar dos amigos y una estatua a través del mundo. Pero se preguntaba si había un significado escondido a propósito en la palabra...
"Así es, he descansado mucho ahora que el mundo está en paz."
"Me alegra eso, hijo mío." Sin embargo, su rostro decía algo más.
"¿Qué era eso tan importante que me tenías que decir?" preguntó Nico. "Parecía muy urgente."
"Por supuesto," asintió Hades, "por supuesto que es urgente."
"Entonces dímelo ya, la espera me está matando," demandó Nico.
"Verás, no es algo fácil para mí de decir," comenzó Hades. "Hasta se podría decir que es..."
"¡Vergonzoso!" Una nueva voz resonó clara y fuerte a través de la habitación.
"¡Perséfone!" gritó Hades. "¡Te dije que no te quería aquí hasta las tres!"
"¡Vergonzoso sin duda!" continuó la diosa. Perséfone era la madrastra de Nico. Esposa de Hades desde siglos atrás, pero en su vestido primaveral parecía no tener mucho más de 18 años de edad. Eso era lo genial de ser inmortal... ¡No envejeces! Aunque Nico, siendo hijo del dios del inframundo, comprendía perfectamente que había cosas que no se debían evitar. Por lo tanto, el apreciaba el hecho de que no tendría que vivir para siempre en el mundo superior viendo a sus amigos crecer, hacer sus vidas y al final morir.
"PERSÉ-"
"Sólo imagínalo," interrumpió Perséfone a su esposo, "Un semidiós engaña al dios del inframundo para dejarlo salir al mundo de nuevo. ¡Qué vergonzoso!"
El estómago de Nico se revolvió de inmediato. "¿Eso es verdad?" le preguntó a su padre. "¿Dejaste salir a un semidiós?"
"¡En mi defensa, el chico era bastante listo!" el dios respondió. "¿Quién diría que era una trampa?"
"¿Cómo pasó?" Nico intentaba mantener la calma. No había una razón para estar enojado si el daño ya estaba hecho. "Explica."
Hades dio un gran suspiro y comenzó a hablar. "Verás, el chico me llamó desde los Elíseos. Me dijo que había visto a alguien escapar del inframundo, y me propuso que iría a buscarlo por mí y lo traería de vuelta con una condición."
"¿Qué condición?" preguntó Nico tratando de sonar calmado.
"Que le permitiera hablar con el fantasma de su madre en el mundo superior." ¿Hades había vuelto loco? "Su madre no quiso aceptar la muerte de su hijo. Se volvió loca, pensando que su hijo seguía vivo. Tenía maniquíes en su hogar y los trataba como si fueran él. Cuando murió, simplemente no pudo encontrar la manera de llegar aquí, y lo que quedó de ella se volvió una mania en el mundo superior."
"¡Una locura!" gritó Perséfone. Nico casi había olvidado que seguía ahí, pero ella tenía razón. Lo que su padre le estaba explicando era una auténtica locura.
"¿Cómo fue que aceptaste a eso?" preguntó Nico. Seguía sin entender cómo su padre había caído en esa mentira.
"No pude negarme," respondió Hades. "Simplemente no pude."
"¿Por qué?" Nico demandaba saber más. Tenía que haber una razón específica. Su padre no aceptaría solo porque sí...
"Porque él también era mi hijo."
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Solangelo - El Fugitivo del Inframundo (Fanfic de Percy Jackson)
Fanfic*** CONTIENE SPOILERS DE BLOOD OF OLYMPUS *** Nico sabía que el universo lo odiaba. Después de la guerra con Gea, todo se había arreglado. Tenía un hogar, amigos y familia ahora que no había preocupaciones. Pero como el universo lo detestaba, su pad...