PRÓLOGO

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Jon parpadeó varias veces para acostumbrar su vista a la claridad del día que se filtraba a través de las cortinas, mientras su mirada, aún somnolienta, se detenía sobre el mobiliario a él poco familiar

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Jon parpadeó varias veces para acostumbrar su vista a la claridad del día que se filtraba a través de las cortinas, mientras su mirada, aún somnolienta, se detenía sobre el mobiliario a él poco familiar.

La oscura madera que revestía las paredes del camarote crujía levemente con cada movimiento del barco, y los lienzos que recubrían el baldaquín ondeaban rítmicamente al compás de las olas.

Jon entrecerró los ojos abandonándose por un momento al arrullo de las olas mientras de a poco iba recobrando la conciencia de su cuerpo, y una sonrisa involuntaria asomó en sus labios cuando percibió su calidez entre sus brazos.

No había sido un sueño.

No sabía cuándo, ni cómo había comenzado.

Quizás con ese primer roce de sus manos en la cueva de Rocadragón, o quizás con esa mirada que ella le había dedicado poco antes de que él zarpara hacia Guardaoriente y que reflejaba todo el temor que tenía de perderlo.

Aún recordaba todo el peso de la oscuridad y del silencio. El pensamiento incesante en su cabeza que repetía una y otra vez "Estoy muerto... de nuevo" y saber que eso significaba que nunca más la habría vuelto a ver.

Cuando al recobrar el sentido, había distinguido su figura sentada al cabezal de su cama y percibido el desvelo que contraía su hermoso rostro, había comprendido que ya era demasiado tarde: estaba completa e irremediablemente enamorado de Daenerys Targaryen.

Jon ladeó ligeramente su cabeza para encontrar el rostro de Daenerys quien yacía en sus brazos aun profundamente dormida, y los recuerdos de la noche anterior afloraron a su mente haciendo que todo su cuerpo se estremeciera al mero pensamiento de ellos dos haciendo el amor.

Jon nunca había creído en el destino. Sin embargo, no encontraba otra forma de explicar ese sentimiento de inevitabilidad que lo había invadido desde que había tomado la decisión de golpear a la puerta de la reina, hasta que finalmente la tuvo entre sus brazos mientras sus labios se fundían en ese beso que habían secretamente ansiado durante días.

Dejaron que sus cuerpos hablaran, pues las palabras estaban demás en ese momento. Dejaron que el deseo guiara sus manos que, temblorosas por la anticipación, buscaban deshacerse de todo estorbo que aún les impidiera ser uno.

Cuando finalmente la hizo suya, Jon se perdió por un instante en sus ojos, en esos mares color lavanda ahora oscurecidos por el deseo, y se vio nuevamente abrumado por ese sentimiento de inevitabilidad, como si esa noche ya hubiera sido destinada a ser desde mucho antes que ellos dos se encontraran.

Al caer finalmente en ese apacible trance que le sigue al placer, mientras sus cuerpos desnudos, entrelazados y apagados buscaban anular toda distancia existente entre ellos, las palabras comenzaron a fluir libremente de las bocas de ambos, satisfaciendo la necesidad de intimidad de sus almas, ansiada tanto o más que la intimidad de sus cuerpos.

Él le contó de su primer amor y de la traición de sus hermanos juramentados. Ella de cómo había aprendido a amar el hombre al que había sido vendida. Jon vio sus ojos brillar por la emoción al contarle que su camino se había cruzado con el de otro Targaryen, el hombre más sabio que había conocido. Y también los vio llenarse de lágrimas al recordar ese hijo que ella había perdido antes de poder estrechar en sus brazos.

Así permanecieron despiertos durante horas ávidos de saber más él uno del otro, de compartir sus miedos más profundos, sus penas más dolorosas, sus más añoradas esperanzas.

"¿Quieres que me quede?" le había preguntado él, poco antes de que el sueño los venciera. Las velas se habían consumido por completo sobre los candelabros y las primeras claridades del alba comenzaban a filtrarse a través de las cortinas.

Daenerys, en respuesta, se amoldó aún más entre sus brazos dejando que su cabeza descansara sobre el hombro de Jon. Su nívea mano vagaba sobre los patrones que formaban las heridas en su pecho. Debajo de las sábanas, sus piernas entrelazadas con las de él como si nunca hubiese querido dejarlo ir.

"Solo si tu también lo quieres" susurró finalmente entre la vigilia y el sueño.

Jon la atrajo hacia sí, rodeando su cintura con un brazo y dejando que su mano descansara sobre la curva de su cadera. Hubiera dado cualquier cosa por tenerla entre sus brazos todas las noches de su vida.

Y entonces Jon se quedó.  

LOVE AND DUTY  (Jonerys season 8 fix-it)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora