UNA PUERTA ROJA

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Jon quedó finalmente solo en el gran salón, con el cálido crepitar del fuego como única compañía. De pie frente a la chimenea, apoyó una mano sobre la gran biga de roble macizo que adornaba su parte superior, dejando que las llamas encandilaran sus ojos, ya probados por la fatiga del viaje.

A pesar de la intranquilidad que le provocaba pensar en los eventos inminentes, estar nuevamente en casa le transmitía una serenidad que no creía capaz de sentir a tan solo pocos días de la gran guerra.

Al partir hacia Rocadragón meses atrás, había imaginado muchos posibles desenlaces, la mayoría de los cuales incluían ser incinerado vivo por fuego de dragón. Pero la realidad se había revelado incluso mejor que el más optimista de sus pronósticos. Ahora, por lo menos, tenían una posibilidad.

Ensimismado en sus pensamientos, no se percató de la sigilosa sombra que había atravesado el salón y que ahora permanecía detrás de él, silenciosa pero expectante.

"Te recordaba más alto" dijo alguien a sus espaldas, rompiendo el silencio.

Jon volteó improvisamente y, al hacerlo, su corazón se detuvo por un instante. A pocos metros de él, Arya lo observaba con su usual expresión aguda y con esos ojos grises idénticos a los suyos.

"Arya..." musitó Jon, casi sin aliento a la vez que ella se arrojaba con ímpetu a sus brazos, tal como lo había hecho años atrás, durante su despedida.

El rey en el norte sintió las lágrimas pellizcar sus ojos, pero no hizo nada por retenerlas. Después de tantos años, su familia estaba finalmente reunida y, en ese momento, nada más importaba.

No hizo falta mucho para que Jon comprendiera las palabras de Sansa y se diera cuenta en lo que Arya se había convertido. Su atuendo más acorde al de una guerrera que al de una dama, los ojos sombríos de quien ha presenciado demasiada muerte, la empuñadura del arma que sobresalía entre los pliegues de su capa.

Jon sonrió con melancolía al reconocer la pequeña espada que le había regalado el día en que habían dejado Invernalia. "Aun la tienes" le dijo.

Arya asintió con orgullo, apartándose ligeramente y desenfundando su aguja para que Jon pudiera observarla.

"¿Las usado alguna vez?" le preguntó, acariciando cuidadosamente el filoso acero.

"Un par de veces" contestó ella, pero Jon comprendió enseguida que habían sido muchas más. Conocía demasiado bien esa sombra en su mirada, aquella que oscurece los ojos de quienes han tomado demasiadas vidas, la misma que oscurecía los suyos propios.

"¿Dónde has estado todo este tiempo?" le preguntó luego mientras le devolvía la espada. "Te creí muerta".

"Es una larga historia" contestó ella, apartando ligeramente la mirada y dándole a entender a su hermano que no quería hablar de ello, o por lo menos no aún. "Supongo que la tuya debe serlo también".

Jon asintió débilmente, apoyando una mano sobre el hombro de su hermana e inclinándose hacia ella para que sus rostros quedaran a la misma altura. "Estamos en casa, esto es lo único que importa ahora" dijo.

"Te extrañé, hermano" dijo ella cubriendo la mano de Jon con la suya.

"Y yo... no sabes cuánto" contestó el, para luego envolverla nuevamente en su abrazo.

"¿Es verdad lo que Sansa dijo?" preguntó la muchacha cuando se hubieron separado. "¿Te has enamorado de la reina dragón?".

"¿Arya Stark, acaso estabas espiando?" rio Jon fingiendo una paternal reprimenda, pero Arya levantó una ceja dedicándole una mirada elocuente en respuesta.

LOVE AND DUTY  (Jonerys season 8 fix-it)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora