♦♠ I ♣♦

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En un día como hoy, tan feliz, nadie pensaría que lo peor ocurriría. Ese día lleno de armonía para muchos, se convertiría en el mayor infierno para un pobre chico de apenas 15 años de edad. Las malas noticias habían llegado en un simple abrir y cerrar de ojos, entre gritos desesperados por encontrar al menor de la familia Kim.

- ¡Joven Kim! - El chico se volteó para mirar al hombre. - Le tengo... Malas noticias.

- ¿Mis padres estarán fuera por otro tiempo indeterminado? - El hombre tragó de manera exagerada y quitó el sudor de su frente.

- Me temo que esta vez no es eso, Joven Kim. -El chico frunció el ceño y luego arqueó una ceja para cruzarse de brazos.

- ¿Entonces? Habla. -ordenó.

- Sus padres... Ellos fueron asesinados por el bando contrario. -la expresión del chico se suavizó, dejó caer sus brazos a cada lado de su cuerpo y negó levemente.

- No... Mi padre iba con refuerzos, ¡estaba rodeado por seguridad! -el hombre asintió.

- Me temo que no fue suficiente. Él señor Kim me pidió entregara esto a usted. -le dió una carta. - Me dijo que era su testamento.

NamJoon tomó la carta y se volteó lentamente mientras la abría. Le ordenó al hombre se marchara y así él caminó a su habitación leyendo el testamento de su padre. Todo tendría que ser cambiado a su nombre, eso contando la mafia.


- Señor Kim. -El chico levantó la mirada.

- Todavía tengo 23 años, no me llames Señor. -dijo con severa molestia.

- Lo siento, Joven. - NamJoon lo miró, esperando a que dijera el porqué le llamó. - Oh, su tío a llegado.

NamJoon arqueó una ceja y se levantó para acomodar sus finas ropas. Caminó fuera de su despacho junto al hombre que le había avisado la llegada de su tío. Lo siguió hasta la sala, mientras buscaba alguna razón por la cual ese hombre estuviera en su hogar.

- ¿Sabes por qué esta aquí? - El hombre a su lado negó levemente.

- No, Se... Joven Kim -se corrigió al NamJoon mirarlo de reojo con seriedad.

El hombre abrió la gran puerta que separaba el pasillo de la sala y dejó pasar a NamJoon.

- Sobrino, tanto tiempo. -

- ¿Qué quieres? -el mayor frunció el ceño y suspiró de manera pesada.

- ¿Qué demonios te crees que estas haciendo con mi fabrica? -NamJoon sonrió levemente.

- Nada. ¿Qué haría yo con tu preciada fabrica? - se cruzó de brazos mientras caminaba a uno de los cómodos muebles de la habitación principal.

- Creí que retomarías el camino que tu padre había dejado atrás. -el chico se encogió de hombros.

- Lamento decepcionarte, Tío; pero jamás dejaría lo que mi padre me dejó. Tu mejor que nadie sabes que en ese testamento el me dejó todo. ¿En serio creías que después de eso retomaría lo que mi padre dejó atrás? El decidió el camino fácil y peligroso, yo seguiré con él. No te interpongas o tan siquiera lo intentes. Eres el único de los Kim que sabe sobre esto, sabes que no puedes decirlo.

- Y sí no, ¿Qué haras, NamJoon? -el menor sonrió en grande y miró a una de las sirvientas.

- Hagamos esto fácil para tí, Tío. Trae el tablero de ajedrez. - La mujer asintió y fue a buscar lo pedido. - Apostemos.

- ¿Qué tramas, NamJoon? - Dijo el hombre desconfiando de su sobrino.

- Sí tu ganas, yo dejo esto y hago una buena vida. Si yo soy el que gana, no vuelves a mencionar nada sobre ese tema, te vas de mi casa, callando el secreto de que soy un mafioso y no solo eso... Me tienes que dar otro veinte porciento de las ganancias en la fabrica. - El hombre frunció el ceño y negó.

- No voy a caer en tu maldita trampa NamJoon. -el chico se encogió de hombros.

- Automáticamente perderás y eso es aburrido. -los dos hombres se sentaron, el mayor con notable molestia, mientras que el menor sonreía como un niño. - comencemos.

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- Jaque Mate. -

- Maldición. -

- Tienes que cumplir tu parte del trato, Tío. - sonrió NamJoon, miró a uno de los sirvientes a su lado. - Acompañalo hasta la puerta y mañana quiero que te asegures de contactar al agente que tenemos en la fabrica y que se confirme mi tío añada el veinte porciento que pedí en la apuesta.

- Sí, Joven Kim - el chico asintió mientras el hombre esperaba al familiar de NamJoon se levantara para avanzar a la puerta.

- No puedo dejar que te lleves otro veinte porciento de mis ganancias en la fabrica, NamJoon, ya tienes un treinta porciento, ¡No puedo permitir que me dejes sin nada! Puedo darte otra cosa. - NamJoon negó.

- Para la próxima. Largo. - NamJoon comenzó a guardar las piezas de ajedrez mientras su Tío salía casi echando fuego.

- Joven, ¿Podría permitirme hacerle una pregunta? - NamJoon respondió con un asentimiento de cabeza. - ¿Qué cree usted su Tío le pagaría una apuesta perdida en el futuro? Me refiero a qué el Señor le ofrecería si usted accedía a eso que él menciono.

NamJoon miró a la pieza del Rey Dorado y suspiró. Ahora él tendría la duda también.

- No lo sé; pero lo mantendré presente para la próxima apuesta. Recuérdamelo. Además, mantén presente que mi padre me enseñó a siempre buscar alguna ganancia en todo.

- Sí, Joven Kim. Por cierto, las sirvientas me han informado de que la cena ya está lista. -el chico asintió y dejó el tablero y piezas en su lugar para retirarse al comedor. Caminó unos cortos minutos hasta la mesa y se sentó en el lugar de siempre, donde pertenecía su padre. Miró la mesa de mármol y luego el delicado plato de marfil donde se encontraba su comida. Pegó un suave suspiro de tantos, luego de recordar lo de aquel día hace ya varios años.

- La navidad se acerca, ¿No es así? -habló a una de las sirvientas.

- Sí, Joven Kim. ¿Desea estar solo? -preguntó aún sabiendo la respuesta a ello.

- Sí. Dígale a las sirvientas que vayan a descansar luego de la cena. - Ella asintió e hizo una reverencia para marcharse dejando a NamJoon mirar a través del ventanal.

¿Apostamos? {NamJin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora