Capítulo 10

800 40 16
                                    

Cuando desperté ya era de día. Me fui a enderezar, pero noté que unos fuertes brazos me abrazaban. Sonreí. Extrañamente me sentía muy feliz y ligera. Ayer me había sincerado, le había contado la historia de mi vida a una de las personas que yo más admiraba en el mundo, y no me había juzgado.

Realmente yo pensaba que me iba a mirar como si fuera una abominación y no mereciera respirar el mismo aire que él. Pensaba que al saber lo que les había pasado a mis padres y hermana me iba a dar la espalda y volvería a su actitud defensiva del principio. Él es increíblemente valiente, y si no hubiera podido hacer nada de estar en mi lugar se habría quedado con ellos y habría muerto con ellos. Yo no lo hice, y la culpa me lleva carcomiendo años.

Sin embargo, me arriesgué y le conté todo, sabiendo que podía pasar lo peor. Pero no pasó. Me escuchó, me comprendió mejor de lo que nadie lo había hecho. Entendió a esa niña de 14 años asustada y superada por las circunstancias. Me quitó toda culpa y responsabilidad. Solo culpó a los dementores, no a mí.

Yo seguía dándole vueltas a todo esto en mi rápida y traicionera cabecita cuando noté movimiento. Steve se había despertado y me liberó un poco de su agarre. Me giré hacia él y le sonreí. Él me devolvió la sonrisa.

-¿Sabes? -dijo-. Creo que es la sonrisa más radiante que te he visto en todo el tiempo que llevas aquí.

-Siento que me he quitado un peso de encima -contesté sincera-. Creo que es la primera vez que duermo tan bien en 10 años.

-No sé si en 10 años, pero definitivamente desde que estás aquí. Tienes muy buen aspecto. Se te han quitado las ojeras, tienes las mejillas sonrosadas y tus ojos brillan.

Me levanté y fui al espejo que tenía en el tocador. No me reconocí. Estaba sonriendo, pero no de manera forzada, sino tranquila, como solía hacer antes del accidente. Por primera vez en mucho tiempo no tenía un cargo de conciencia.

Sin embargo, al salir de la habitación volvería a preocuparme. Solamente Steve conocía la historia de mi vida y, aunque él no me había juzgado, ni echado en cara lo que hice, no sabía si los demás actuarían como él. Quisiera creer que sí, pero francamente no tenía ni idea.

Steve pareció adivinar mis pensamientos, porque me abrazó. Me relajé en sus brazos. Desde que le había contado todo me daba mucha tranquilidad verlo cerca de mí. Sentía que podía confiar totalmente en él.

-No te preocupes por los demás, _____ -me dijo sin soltarme-. Si les llegas a contar todo lo que me contaste ayer no te van a despreciar ni a odiar. Te van a entender. Perdiste a tu familia biológica, sí, pero tienes dos familias ahora. Una son tus amigas del colegio. La otra somos Los Vengadores. Y las familias se cuidan.

-Por eso es que me sentía tan mal -contesté con un suspiro-. Porque no cuidé a la mía.

-Créeme que te entiendo, ______. Yo también tengo remordimientos por algo que pasó hace casi 70 años.

Bajó la mirada y sentí que se le empañaban los ojos. No podía verlo llorar. No creía poder soportar ver a una persona tan buena presa de tanto dolor.

-Eh, tranquilo -susurré-. No hace falta que me lo cuentes si no estás preparado. Cuando quieras desahogarte, aquí estaré para ti.

Asintió en silencio enjuagándose unas pocas lágrimas que habían salido. Yo le sequé una y le acaricié la mejilla. No podía creer que estaba viendo al Capitán América llorar. Parecía algo inaudito.

Quise bromear para que se riera y tranquilizara.

-Deberíamos ir ya a desayunar. No queremos que un buen compañero nuestro se monte películas en su cabeza, ¿verdad que no?

We can be mended (Steve Rogers y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora