Capítulo 5

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Ermine corría apurada, otra vez era tarde, y tenía su ropa favorita, si cruzaba por el hoyo que excavó la arruinaría por completo, además, ya no quería coquetear con Dan, el chico que la tenía que vigilar, no tenía la intención ni de mirarlo a la cara.

Cruzó la puerta con miedo, rezando para que no esté.

Y su deseo fue concedido.

Caminó más tranquila, hasta llegar a su salón, se sentó, estaba hecha un asco, tomó un peine que guardaba en su mochila, comenzó a luchar con su cabello, estaba enredado en su totalidad, jalaba y se mordía el labio para evitar gemir de dolor y lo confundan con otra cosa.

A su lado creía estaba Fiorella, sin preocuparse por ello, tiró con todas sus fuerzas el peine, no midió su fuerza a la hora de sacarlo de su cabello y chocó contra el pecho de alguien.

No era Fiorella, sino, hubiera sentido un par de pechos plásticos.

—Cada día estás más horrible— Jason, el típico chico popular estaba a su lado, con su banda de idiotas riéndose por su estúpido comentario.

—¿Qué haces aquí?¡Fiorella!—chilló, llamando a su amiga, miró a todos lados.

Lo recordó.

El cambio de sitio.

—Creo que yo te debería preguntar eso— sonrió al notar su confusión.

"Aún no llegaba Ryan, tal vez no venga ese día tampoco" pensó, aliviada.

Ella se volteó para agarrar sus cosas, su mochila estaba tendida en el suelo, atrapada debajo de la silla en donde estaba Jason.

—Levántate—

—¿Por?—

Ella señaló su mochila con la mirada.

Él sonrió, arrogante, en algún momento su manada se había marchado.

—No— 

Su respuesta hizo estallar a la chica, estaba acostumbrada a que todos le hagan caso, aunque no lo sorprendió demasiado, era el popular, y sabía que él tampoco tenía planeado hacerle caso.

—Deja tus idioteces por un momento y levante tu puto culo—

Él carcajeó.

—¿Ubicas la palabra "no"?—

Ella se hartó, se puso de pie, él la siguió.

Estaban cara a cara.

Jason siempre había amado hacer renegar a Ermine, ella siempre había buscado la mejor manera de intimidarlo, lo cual jamás sucedió.

Sin embargo, ella no cedía a sus peticiones, y eso le había hecho ponerse de meta que le obedezca, que sea alguien más, pero ella, desde hace dos años de juegos estúpidos, había evitado su pedimento de todas maneras.

Ermine no pensaba ser una más del montón, odiaba que le sirvieran como una maldita deidad, a ella le había costado ganarse el respeto, mejor dicho miedo, de sus compañeros, y que él venga con sus facciones bien hechas y su cuerpo de Dios griego a lograr lo que le costó desde que era niña, hacía que de tan solo verlo se pusiera histérica.

—Cánsate de una maldita vez— 

Él se sobaba el mentón, como si lo estuviera pensando.

—¿Y bien?— bufó molesta.

—¿Qué?—

—¡Dame mi mochila!—

Jason vió sobre su hombro, sonrió. Ermine siguió su mirada.

Ryan Foster estaba en la puerta.

—Parece que será un día largo, cariño— susurró él a una distancia corta de su oído.

Más allá del roce, sentía en el pecho su desembocado corazón latir a mil, sus piernas temblaron débilmente, se mordió el labio, tensa.

¿Ansiosa?

—Ermine— una voz femenina la llamó.

En algún momento Lia había llegado a su costado, la miro preocupada.

—¿Estás bien?—

La chica permanecía estática, sin dar algún signo vital.

—¡Ermine!—chilló Lia, llamando la atención de muchos, al verla por un momento, volvieron a voltear.

—Hola Lia— su voz se quebró ligeramente, jamás la había visto así, tan vulnerable.

—Creo que deberías ir a tu sitio—Lia miró por sobre el hombro de la chica —el profesor ya viene—

Ella, con pesadez, asintió con la cabeza.

Emily, por otro lado, festejaba a lo grande la inasistencia de Noah, rebozaba de alegría, junto a Emma, mientras ella dibujaba en su cuaderno.

—Todos, tomen asiento— el profesor ingresó, dirigiéndose firmemente a su escritorio, mientras el sacaba sus cosas, todos iban a sus sitios, menos Ryan y el chico nuevo. Ermine bajó la cabeza, con una envoltura de galleta en sus manos, ojalá pongan al otro chico a su costado, juraba que se volvería responsable si pasaba.

—Foster ¿Dónde te sientas?—

Ryan se encogió de hombros —Han cambiado los asientos—

El profesor analizó el salón, cayendo su mirada en el sitio vacío al lado de Ermine.

—Al lado de Costa—

Su mundo paró en ese momento, la chica había estado agarrando tan fuertemente las galletas que las había hecho trizas, se percató que todas las miradas caían en ella. Pero, su visión desenfocaba a todos, todos menos él, quien iba tranquilamente a su lado.

El roce de sus brazos, todo lo que había pasado desde pequeña, volvió con un sabor agrio en su boca.

—Y...— empezó el profesor.

—Alex— completó el chico nuevo, aún parado al frente.

—Bien, Alex, ponte atrás, al lado de Derek— señaló a un chico de cabello castaño, detrás de Emma y Lia.

Se sentó con pesadez, miró a Lia, la recordó.

El profesor tomó el plumón en inicio su lenta clase, Historia.

Ermine, sostenía fuertemente el lápiz, su mano sudaba, estaba sentada al filo de su asiento, lo más alejada de ese monstruo.

—¿Y bien?—

Ella apretó los labios.

—¿Me invitarás galletas o le digo al profesor?—

Cerró los ojos fuertemente, la ira superó a su miedo.

Habían pasado años, desde su incidente, años que no habían hablado ni para pedirse borrador, años que había estado extrañándolo y años que estuvo superándolo, ¿Y le decía eso?¿Qué la acusaría con el profesor si no le daba su maldita galleta?

—Copia— respondió Ermine, usando un tono lóbrego.

Ryan levantó la mano para llamar la atención del profesor, con la otra sostenía su rostro cansado.

La chica, enfurecida, le arrojó las galletas a la cara.

—¡Señorita Costa!— el maestro la había visto, el salón completo volteó a verla.

—¿Qué?—

—Lo siento— Ryan —fue mi culpa, le pedí que me lo arrojara para no interrumpir su clase—

El profesor, sin ánimos de gritar a ninguno de los dos, soltó: 

—Guarda eso y ponte a copiar, Ryan—

Él asintió.

Ermine, mantuvo su mirada firme en su cuaderno, él la miro, esperando un agradecimiento, unas palabras.

Jamás llegaron.

Como él, nunca llegó.

El club de las chicas rarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora