o. injusticia
Estar en la Isla de los Perdidos, no era ni de cerca algo que Cherry pudiera describir como “bien” o “aceptable”. Porque, vamos, ni siquiera tenían buena comida.
Pasar toda la vida allí por las injusticias del pueblo de Auradon, de Bestia y de su madre, tampoco era algo que a ella le gustara. Su madre, aquel maldito ser que la había engendrado y había hecho creer a todo el mundo por más de veinte años que su padre era el malo de aquel cuento. Cuando en realidad la que había causado algún tipo de sufrimiento era ella.
El rencor era una palabra que describiría demasiado bien a Cherry, rencor era lo que había sentido toda su vida y lo que todos estaban seguros siempre iba a sentir. Por eso, cuando Maléfica les dijo a ella y a sus amigos sobre que deberían ir a Auradon para robar la varita y así conseguir su venganza, ella no pudo estar más feliz.
Venganza, otra de las cosas que la definían. Desde los ocho años, cuando empezó a ser consciente de las injusticias, cada parte de su pequeño ser comenzó a ser malo. Realmente malvado. Porque eso era lo que su madre le había enseñado. Pura maldad y engaños.
Su padre, por otro lado. Era la persona más buena en toda la isla. Al haber sido encarcelado injustamente nunca había sido realmente una mala persona.
Pero eso sí, aquello no le había prohibido permitir enseñarle las malas cosas y las injusticias que habían en la vida a su pequeña niña rubia.Cualquier persona que viera a alguno de los dos integrantes de la familia Wood, diría que no hay persona más vengativa que Cherry y que no hay persona más buena que Ralph en toda la pequeña Isla.
Y, volviendo al momento que pasaban ahora. Mal, una de las amigas de la chica, y su madre Maléfica, estaban teniendo una discusión por ir a aquel lugar lleno de príncipes y princesas.
—Y si no lo haces, te castigaré por el resto de tu vida— término de decir la mujer vestida de morado para luego ver a los ojos de su hija en una intensa batalla de miradas, que fue ganada por ella por supuesto.
—Bien— aceptó Mal con un resoplido y luego, todos los padres de aquellos chicos comenzaron a prepararlos para el viaje. Por supuesto, el único que si tenía algo realmente necesario de escuchar, era Ralph Wood. El padre de Cher.
—Y, ya sabes. Si ves a tu madre, solo hazla pasar tan mal rato como ella nos hizo pasar a nosotros— le dijo el hombre lobo con una sonrisa a su hija, haciendo que ella también sonriera.
— Lo haré, papá — el hombre asintió conforme por la breve respuesta de su hija, y luego siguió hablando:
— Y recuerda, si todo sale mal y debes quedarte allí para siempre, quiero que seas feliz.
—Oh, okay. Pero si lo logro (cosa que obviamente haré, ¿por quién me tomas?) Tu te encargas de comer a los idiotas Reyes de allí y yo me quedo esperando a que quemen como la bruja que es a mamá— respondió ella tomando su capa roja y poniéndosela, recibiendo un suave “Mhm” por parte de su padre quien luego la miró con incredulidad.
—¡Espera! ¡Eso no es parte del plan!— le gritó a la de ojos celestes que se estaba yendo junto a sus amigos por la puerta.
—Oh, que mal. De repente tengo una horrible sordera. ¡Nos vemos papá!— exclamó la hija de Caperucita Roja saliendo rápido del lugar y subiéndose a la lujodsa limusina que les habían enviado.
—Cherry Wood, ¡regresa aquí!— gritó Ralph asomándose por el balcón del lugar.
Pero, el transporte ya se había ido.
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