Capítulo 15: Inocencia

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Las diminutas manitas de Elsa siempre habían sido dedicadas en su deber. Desde colorear un dibujo de princesas hasta escribir el abecedario en cursiva para la tarea. Nunca se cansaba cuando se trataba de dar lo mejor de ella misma.

Sus dedos eran maestros guerreros ante las adversidades de la vida. Todo en lo que sus manos trabajaran era perfección... Al menos así lo veían desde toda la vida los ojos del pequeño Jack Frost.

Incluso le daban ganas de ponerse a ronronear cuando sentía como las finísimas manos de Elsa peinaban su cabello castaño con aquellas adorables trencitas que le hacía cuando se aburría.

Cerró sus ojos y sintió como los vellos de su cuello se erizaban junto a toda su piel blanca. No sabía por qué lo abrumaba una sensación tan cálida en la boca del estómago cuando Elsa estaba cerca de él, sus mejillas se calentaban y se tornaban rosas mientras se sentía flotar por todo el lugar. 

—¡Listo!— habló la chiquilla dando un pequeño aplauso para sentarse al lado de su mejor amigo con una suave sonrisa en sus rosados labios a los que Jack siempre había comparado con goma de mascar. Soltó una risita apreciando cómo el cabello de Jack parecía un nido de nudos con flores y un poco de pasto. —Me gusta.

Jack pasó una mano por su cabello y supo al instante que había quedado peor que un espantapájaros.
—¡Elsa!— gruñó apretando sus manitas para hacer un mohín con su boca.

—¡No se ve mal!— se defendió la contraria acariciando la punta de su trenza que caía por su cuello.

—¡Parezco una muñeca mal hecha!— sus manos fueron más veloces en desenredar su cabello que las del mismo Wally West, ahora Jack tenía sus mechones revueltos cubiertos de pétalos y ramitas. —De todos modos,— mencionó levantándose de su lugar mientras se desempolvaba sus pantaloncillos de mezclilla. —ya debo volver, mi mamá debe estar haciendo el almuerzo. Tengo que ayudarla con Emma.

Elsa sonrió mientras asentía.
—¿Has logrado que pronuncie tu nombre?— inquirió metiendo su mano en la mochila de flores llena de libros que siempre llevaba consigo.

—Algo así... Escucho más que nada Ñack. Pero sé que lo logrará pronto, es cuestión de tiempo.

—Espero que sí, Anna también fue difícil de enseñar pero cuando aprendió por completo... Bien, digamos que ahora no hay nadie quien la detenga.

Jack sonrió recordando a la pequeña hermana de Elsa, una chica gritona y muy muy energética; era divertido hacer bromas o jugar carreritas con ella. El niño desvió su mirada al césped mientras se pasaba una mano por su brazo contrario.
—¿Quieres venir a casa? Seguro mamá tendrá suficiente comida para los cuatro.

Elsa, quien ya tenía un libro sobre su regazo, negó con la cabeza suavemente.
—No, Jack. Gracias. Quería ponerme al corriente con La Sirenita.

Por la edad de Elsa, su madre había decidido darle la versión de Disney, no sería muy grato que su niña supiera que la heroína de su historia favorita desapareciera como espuma en el mar. 

Jack asintió antes de darse la vuelta para irse y sacudir su mano en forma de despedida a la ojiazul.

—¡Te veo mañana!

La voz de Elsa le dio una despedida que lo hizo sentir que saltaba por nubes hasta el pórtico de su casa.
—¡Cuídate, Jack!

Cómo sacar a Jack Frost del mapa [Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora