21- Sobres

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Me tomé un café (supongo que ya te diste cuenta por las manchas de café en la hoja), eran las 9.55 de la mañana y yo estaba preparándome para ir a sacar fotos por ahí, era un lunes –pero como estábamos en vacaciones yo estaba despreocupado-. Miré por la ventana de mi cuarto; la persiana del tuyo seguía baja.

Salí para allá pero no sin antes agarrar mi mochila cargada de cosas que usar para mi proyecto.

Me dirigí a una plaza, bueno, no una plaza; era como un recorrido de paredes grafiteadas y muy buenas que llevaban a un patio de cemento.

Agarré mi cámara y empecé a retratar cada metro del laberinto desde todos los ángulos posibles; ese lugar era especial para mí: no había nadie y a la mañana le daba un sol hermoso que le daba vida a todos los dibujos que habían en las paredes.

Después de dos horas me quedé sin batería y opté por ir a comprar unas (y de paso, también compré sobres para poner todas las cartas que te había escrito). Llegué a la caja para que me cobren y me encontré con vos entrando en el lugar; estabas radiante, el sol pegaba en tu pelo rubio...No, no era rubio, era mas bien dorado; un dorado hermoso que iluminaba el lugar. Tu pelo me daba ganas de enroscarme en él cuidadosamente y dormir por horas cerca del calor. Tu sonrisa estaba nueva; te habían sacado los aparatos su belleza se marcaba mucho más, la lucías resplandeciente y segura de vos misma. Tus ojos se movían jocosos por el lugar y se posaron en mí; dudosa me saludaste.

¿Fue por compromiso?

¿Querías saludarme o creíste que me ofendería si no lo hacías?

No lo sé, pero sentir tu respiración a casi un metro de mí era hermoso.

Miraste todos los sobres que llevaba en mis manos y dijiste sonriente con una pizca de gracia:

-Guau, son muchos sobres- suspiraste una leve risa.

-Ehh, si, son muchos- respondí de la misma manera –Es que, escribí unas cartas... Te debo parecer re loco pero son para mi abue-

Me interrumpiste: -No me parece loco, a mí me encantaría que me manden cartas.

Y en mi mente te respondí: -Son todas para vos, y te voy a escribir mil más si es necesario, así entendes lo mucho que me gustas.

Pero no lo hice. Porque esas cartas definitivamente no te las iba a mandar. Era una decisión ya tomada, no me daría la cara para que las leas –incluso cuando no decían nada malo-.

Me quedé en silencio.

-Vos, ¿Qué hacías por acá? No es de metido pero...

-Compro pinturas, pinceles, lo de siempre- reíste de nuevo, discretamente.

Me enamoraba tu maldita sonrisa, tus perfectos ojos marrones, tu aliento fresco, tu pelo y la trenza que estaba en él, tus labios que anhelaba tocar, tu voz perfecta y tu mente –la mente que estaba recién conociendo. Todo en vos me encantaba, me daba ganas de memorizármelo para poder recordarlo cuando me plazca.

-¿Pintas?- que pregunta pelotuda hice. (Decir pelotudo es como decir idiota, en Argentina)

-Sí, estoy pintando algo, es muy lindo.

Y así terminó nuestro encuentro; un par de "nos vemos", algunos "chau", otros "bueno, me tengo que ir" pero ningún "me re gustas" de parte de ninguno.

Que tonto de mi parte creer que me lo dirías.

-yo

Febrero 2017

Cartas que definitivamente no te voy a mandarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora