Era de noche y me estaba por ir a dormir; había estado en el campo...
Un campo que, incluso a kilómetros de distancia, me hacía acordar a vos. Con cada viento pensaba en tu voz, con cada trigo cosechado pensaba en tu cabello, con cada rayo de sol me acordaba de tu sonrisa.
En realidad la imaginaba, porque nunca la había visto.
Deseaba verla. Anhelaba verla.
Quería ahogar mi mirada en esas perlas preciosas que seguramente se alineaban a la perfección cuando estabas con él.
Y habían tantas cosas que me hacían acordar a vos que había escrito cartas y cartas imaginándote (cartas que definitivamente no te voy a mandar). Cartas enteras que hablaban sobre tu cabello, o tu forma de caminar, o de hablar, o de respirar, o de tus gestos al conversar, o de tus miradas y los significados ocultos que cada una tenía.
También tomé fotografías. Amo la fotografía por si no sabías –¿cómo ibas a saber si nunca te lo dije?-, tomé fotos de los girasoles, del cielo, la destartalada casa en la que había pasado el día, los animales que estaban ahí y básicamente todo.
En fin, había estado todo el día en el campo.
En la vuelta en auto, había seleccionado las fotos que imprimiría y al volver a mi casa, al volver a mi habitación me eché en mi cama –después de dar un rápido vistazo por mi ventana, después de haber terminado de escribir esta carta-.
Y aunque esta vez hablé más sobre mí que sobre vos, es bueno ponerte en contexto.
-yo
Febrero 2017
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Cartas que definitivamente no te voy a mandar
Storie breviEstas son todas las cartas que te escribí, que te empecé a escribir desde mi ventana desde la vez que me enamoré de vos. La vez que habías salido a pasear. La vez que habías salido a pasear a tu perro, para ser más específico. Estas son las cartas q...