22- 5.36 p.m.

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Cerré los ojos: te vi, vi tu sonrisa y sentí mi cara de idiota al verla. Abrí los ojos; mi escritorio y cientos de fotos desparramadas en él. Era la tarde, 5.36 p.m. leí en el despertador que se encontraba a un lado. Moví  la mirada un poco hasta mi ventana; aquel vidrio que era como una trampa que me distraía todo el tiempo: estabas del otro lado. Te sentía tan cerca, pero estábamos tan lejos. Sentía la angustia de tu mirada, la respiración triste se te notaba –incluso a una calle entera de distancia-. Me preocupaba ¿Por qué estabas tan mal?

Observé mejor y pude ver a tu novio sentado en la cama hablándote en plan de justificación, y mientras vos caminabas molesta, bueno, molesta y triste de un lado a otro. ¿Qué te había hecho él? ¿Le habías hecho algo vos? Eso era imposible, vos eras perfecta, hermosa, seguramente no habías hecho nada mal.

Él se levantó y se fue, vos te sentaste donde él había estado antes y lloraste. Lloraste y no paraste, y quise golpear al chico por lo que deducía que te había hecho.

Rato después él volvió y te abrazó. Y vos abriste tanto tus brazos como tu corazón nuevamente... Deseaba ser yo el que estaba ahí, yo te apreciaría infinitamente y no te trataría como ese chico lo hacía.

Él te lastimaba, lo veía en la expresión de tu mirada.

-yo

Marzo 2017

Cartas que definitivamente no te voy a mandarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora