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En el momento en que sus ojos se volvieron a cruzarse con aquella mirada de color marrón, su cerebro literalmente hizo corto circuito y no supo que reacción tener ante eso. Así que balbuceó, intentó gritar y también intentó salir corriendo al mismo tiempo. Pero lastimosamente solo la primera le salió bien, pues el resto de su cuerpo estaba lo suficientemente adolorido como para frenar cualquier acción que quisiera tener, incluso una leve.

Contrario a lo que deseaba, tuvo que mantener la calma y respirar con más lentitud porque sino, sabía que podía morir en cualquier momento. No sabía hasta qué grado estaba herido.

Durante los momentos en los que él intentaba procesar la situación, seguía teniendo aquella fija mirada sobre él, como si no quisiera perderse ningún detalle acerca de lo que él hiciera. Entonces fue cuando se calmó que decidió prestar atención a su alrededor.

Estaba en la montaña aún, precisamente en el mismo sitio donde había caído del acantilado; en medio de una zona boscosa extrañamente acogedora, todo parecía normal hasta que vio específicamente en el lugar que se encontraban ambos. Parecía que estaban acostados sobre una cama de flores, que fueron manchadas de sangre que seguramente era suya, pero el resto seguía intacto y con su color natural.

Soltó un largo suspiro y luego volvió a dirigir su mirada hacia aquella persona intrigante que se mantenía en silencio.

— ¿Estas mejor ahora? —preguntó en un susurro, marcando una leve sonrisa que por alguna razón le transmitió tranquilidad.

Aunque no estaba confiado en lo absoluto.

— En realidad no. —admitió— quiero irme a casa ahora mismo.

El famoso nudo apareció en su garganta y a su mente vinieron borrosos y vagos recuerdos de los deseos que había tenido antes de caer en ese lugar, pero aunque odiara admitirlo, sí estaba perdido.

No recordaba su casa, no recordaba su dirección, el nombre del hotel o como había llegado ahí, e incluso no recordaba su nombre. Todo en su cabeza parecía pequeños fragmentos de alguna película de la cual fue protagonista pero que no lograba recordar.

Las tibias lágrimas comenzaron a empapar su rostro ante la confusión y el dolor, no sabía qué hacer o qué decir, no sabía nada. Pero en ese momento notó que aquella mirada que hasta el momento se había mantenido fija en él, se entristecía.

— No llores... —suplicó con un hilo de voz— por favor no llores, estarás bien.

Sabía que aquellas palabras intentaban ser de consuelo, pero en su situación fueron más bien el detonante para que su llanto se desbordara aún más.

— Quiero irme a casa... —sollozó— Duele...

La triste mirada lo seguía observando con toda la impotencia del mundo, como si deseara hacerlo y no podía.

— Todo estará bien, debes calmarte... —susurró— ya vendrá alguien a buscarte.

Wonho sollozó y asintió intentando calmarse y buscar consuelo en aquellas palabras dichas por un extraño.

— ¿Quien eres? —sollozó devolviendo su mirada a él— ¿Por qué estas aquí? —preguntó casi con rabia como si aquel extraño tuviera la culpa de todo— ¡¿Por qué no me ayudas?!

Su garganta dolió después de aquel grito al igual que su cabeza, que parecía querer explotar.

Se obligó a sí mismo a cerrar los ojos y a contener la respiración un par de segundos para intentar reducir el fuerte dolor que le había provocado la tensión del momento, su preocupación y sus lágrimas.

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