15. Abrazada a la felicidad.

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Me invitó a su casa, acepté encantada.

Peli, palomitas y una buena manta, acompañada de besos y caricias.

Acabamos en su cama. Yo sonreía, él también lo hacía, felizmente.

Por primera vez le enseñé mís cortes, vió todos ellos, desde los de mi muñeca hasta los de mis caderas.

Y los curó, con besos y abrazos. Y me arregló, el corazón a mordiscos. Y me acarició, el alma con sus manos.

Esas llenas de heridas. Tenía los nudillos hinchados y rojos, tenía cicatrices y algún otro corte que ocultaba bajo la manga.

Me sentí identificada. Sentirme comprendida es difícil, cuando nadie sabe como te sientes. Pero él lo sabía y sinceramente, creo que le quería.

Creo que me estába enamorando de él. Pero me daba miedo volver a pasar por todo ese sufrimiento.

Interrumpió mís pensamientos con un beso, y me quedé dormida entre sus brazos, con mi cabeza en su pecho.

No hubo nada, porque seamos sinceros, al final solo queremos que alguien nos bese la espalda y que nos toque el alma hasta que se nos cierren los ojos y nos quedemos dormidos con una sonrisa en el rostro.

Atrapada en el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora