Jared Leto |"Segundo amor"|

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-Muchas gracias señor, ¿cuánto es? - pregunté al canoso hombre con mi mejor sonrisa, fingida obvio, desde la ventanilla del copiloto. Este apenas me miró de reojo. Vaya, al parecer seguía igual lo de que los taxistas de esta ciudad eran unos malhumorados.

-Veinticinco.-respondió de una forma bastante seca y gruñona el muy imbécil. Lo sé, lo sé, no debería insultar a la gente mentalmente así porque sí, es de mala educación y todo eso, pero ¡estoy muy cansada! Llevo horas en un maldito avión. Mi paciencia no está por las nubes que digamos.

-Podría ser más amable. -susurré para mí mientras rebuscaba en mi bolso unos míseros billetes para pagar el taxi y poder ir a mi casa.

-¿Qué ha dicho? -Mierda. Levanté la vista sin levantar la cabeza encontrándome con un señor algo enfadado. Parece que no llevaba un buen día. Bueno, de perdidos al río.-

-Que podría ser más amable. -levanté la voz, le extendí los billetes, él los agarró de mala manera y se largó acelerando de una manera no muy correcta.-

-Idiota. -murmuré.-

Dejé las maletas en la habitación, ya las desharía más tarde, ahora solo tengo ganas de tumbarme en el sofá, con una taza de café caliente y una manta en mis piernas. Ahora es cuando me pregunto, ¿por qué no tengo una bata-manta? Me sería de mucha utilidad.

Me dirigí al sofá con la taza humeante en mis manos y miré mi alrededor. Todo estaba exactamente igual que hace dos años, nada habia cambiado, aunque es normal, nadie habia residido en esta casa en mi ausencia.

Ya ni me acordaba de la colcha rosa de florecitas que mi madre me obligó a poner, era totalmente horrenda, tenía que cambiarla sí o sí, y mañana aprovechando que voy a ir a comprar comida, ya que no tengo prácticamente nada con lo que subsistir, compraré una colcha nueva.

Estaban dando un programa absurdo donde los concursantes se pegaban entre ellos con un bate de goma espuma, no sé exactamente para qué, pero lo hacían. Mis ojos se iban cerrando poco a poco, los notaba pesados, y en menos de tres segundos me quedé dormida sobre el sofá.

Me desperté a causa de unos golpes en la puerta principal. Pasé una mano por mi cara totalmente frustrada. Odio que me despierten. Giré sobre mi misma y me puse boca abajo en el sofá, sí, me habia quedado dormida en el sofá, pero me da igual, tengo sueño, dormiré donde sea. Me acomodé de nuevo y...otra vez esos jodidos toques.

-¡¿Quién?! -grité con la cara en el cojín, creo, que se escuchó, creo.-

-¡Tu vecina! -sí, me escucharon.-

No quiero levantarme, no quiero, ¡no quiero! Gruñi incorporándome lentamente, muy lentamente.

-¡Traigo tarta!

Tarta, tarta, tarta. Repetí en mi cabeza y me levanté rápidamente, todo sea por una buena causa.

Abrí la puerta y me encontré a una señora, con el pelo largo y canoso, aunque no parecía tan mayor. Y yo la conocía muy bien.

- Constance...

-¿Flo? -ella me miro con los ojos abiertos, pero esa expresión cambió de pronto a esa típica sonrisa radiante, tan típica en ella. Apenas me dí cuenta, pero ya estaba abrazándome como podía, a causa de la pequeña tarta que llevaba en sus brazos. -Flo querida, cuanto tiempo sin verte, estas hermosa. No te veo desde...-se calló al darse cuenta del error que había cometido. Yo bajé la mirada. -Yo...lo siento Flo, hablemos de otra cosa, tienes muchas cosas que contarme. -y volvía a ser la mujer alegre que yo conocía, a pesar de ese pequeño desliz.- ¿Puedo pasar?

La verdad la pasé muy bien con Constance, y sinceramente la echaba de menos, ella era como una segunda madre para mí, que digo, lo es, aún es una segunda madre para mí. Siempre estuvo ahí para mí.

"One Shots" Band MembersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora