Frank Iero |"El chico de la cafetería"|

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Miré desorientada a mi alrededor, en busca del lugar donde provenía el maldito ruido. Agarré el teléfono con desgana mientras me frotaba los ojos con la mano que me quedaba libre.

-¿Diga? -solté un pequeño bostezo.-

- Buenas tardes mi querida amiga, a la que quiero tanto. -la "dulce" voz al otro lado del teléfono me hizo sospechar.-

-¿Qué quieres? -pregunté achinando los ojos, aunque sabía que no podía verme.-

-¿Te he despertado? -sonó la voz de mi amiga a través del teléfono.-

-No, solo estaba...¿qué necesitas Anne? -comenzaba a impacientarme un poco, no me gusta que me despierten.-

-¿Puedes hacer mi turno hoy? Por favor. -si me concentraba podía verla arrodillarse frente a mí.-

-Ni hablar, mi turno fue anoche, no pienso hacer otro turno dos noches seguidas. -el café cerraba a las tres de la mañana, pero anoche tuve que quedarme un hora más para reponer.-

-Por favor, te lo suplico Maggie, mi madre...está en el hospital y viene mi abuela de Chicago, y mis primos de Texas. - rodé los ojos.-

-¿Qué te ocurre de verdad Ann? -coloqué mi brazo izquierdo sobre mi cintura. La oí suspirar.-

- David me invitó a salir.- iba a comenzar a reprocharle, pero siguió hablando.- Por favor Maggie, ¡tu sabes cuánto tiempo llevo esperando este momento! Yo lo haría por tí, y lo sabes.

- Sabes que me llamas... -mire el reloj que se encontraba en la pared.- una hora antes de que empiece el turno, ¿verdad? -tardaba unos treinta minutos en llegar.-

-Pues corre, ¡muchas gracias de verdad! ¡Prometo compensarlo! -y colgó.-

Suspiré cansada, maldita arpía manipuladora, con cariño, pero sigue siendo una arpía. Volví a frotarme los ojos, con el fin de despertarme un poco. Mi turno comenzaba a las ocho de la tarde y eran las siete. Volví a suspirar.

Quité la película del DVD, con la que me había quedado dormida, y fui a mi habitación a ponerme algo decente.

Miré el reloj de mi muñeca, que marcaba las siete y veinte de la tarde. Volví a suspirar, hoy voy a tres suspiros por hora, parece.

No me había arreglado demasiado, prácticamente nada, pero era obvio, trabajo en una cafetería. Llevaba una camiseta básica blanca de tirantes junto a unos vaqueros negros rotos por la rodilla derecha. En verdad se rompieron cuando me caí de la bicicleta, así que aproveché y los corte a mi gusto. Y unas Vans negras.

Agarré mi abrigo y salí a la calle. El frío viento golpeó mi cara con suavidad, provocando que temblase. Si, hacía frío, estábamos en noviembre, y sí, iba en tirantes y con un abrigo, pero en mi defensa diré que la calefacción de la cafetería siempre está cerca de los treinta grados, no preguntéis porqué, yo no controlo el termostato.

Me senté en el asiento del conductor de mi coche frotándome las frías manos, puse la calefacción y conduje hasta la cafetería.

Las campanillas de la puerta sonaron anunciando mi entrada, pocas personas se giraron a mirarme. Me dirigí al almacén, hacía los pequeños casilleros que se encontraban en una de las esquillas, colgué el abrigo en la percha, saqué el delantal verde de Sunday's, el nombre de la cafetería, y coloqué dentro mi cartera, mi móvil y las llaves de mi coche y casa dentro, y la cerré. Al girarme me encontré con otra de mis compañeras, Samanta.

-¿Y Ann? -preguntó nada más verme.-

-Tenía una cita. -la rodee y salí al mostrador, a la espera de clientes. Notaba como ella me seguía y se colocaba a mi lado.-

"One Shots" Band MembersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora