Capítulo 2: El bailarín de tercero

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-¿Qué os parece si jugamos a la botella? - preguntó una de las amigas de Eunha de la cual Minho no recordaba el nombre.

Era la cuarta botella de cerveza que terminaba y parecía estar a punto de batir su récord con la quinta. Su noche se había basado prácticamente en beber en una esquina intentando no llamar mucho la atención e ignorar a alguna chica que se le acercaba para hablar con él. No le apetecía conversar con ninguna de ellas, no le interesaban lo más mínimo. Hyunjin no parecía entender esa parte de él y a veces se esforzaba para parecer amable y contentar a su mejor amigo que tenía una expresión indiferente y fría.

- Me parece una gran idea - contestó Hyunjin - ¿Juegas, Minho?

- Pensaba que ese juego había desaparecido en el 2010.

- Venga, va, no seas aburrido - le insistió mientras le giñaba un ojo buscando su complicidad.

Minho rodó los ojos, cansado de sus peticiones y se acercó al círculo que habían formado los invitados de la fiesta. Se sentó sin tener demasiado en cuenta su posición y siguió bebiendo, deseando que su turno no llegara nunca.

Desafortunadamente, el tapón de la botella le señaló a la tercera ronda y tuvo que besarse con Eunha. La chica parecía entusiasmada y un poco eufórica por hacerlo, pero Minho no tenía ningún tipo de interés en ella. Acercó sus labios hacia los de la chica intentando terminar lo más rápido posible. Sabía a alcohol y era bastante desagradable. Eunha hizo todo lo posible para alargar el beso, cosa que todos menos Minho observaron y juzgaron con expresión de asco. Era lo más incómodo que habían presenciado en toda la noche, mucho más que cuando el compañero de mesa de Hyunjin vomitó en una maceta de tulipanes. Al terminar, Minho se levantó y se acercó a Hyunjin para susurrarle que se iba a dormir al cuarto de arriba. Su amigo apreció sus esfuerzos y le despidió.

Antes de dormir, Minho revisó el número más reciente que había añadido a su agenda, el de Jisung, y sonrió satisfecho. Tenía una foto de perfil encantadora con una niña pequeña que dedujo que era su hermana. Sonreía de la misma manera que cuando lo vio en la biblioteca y esa imagen le provocó mariposas en el estómago.


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- Mañana por la tarde tienes que acompañar a tu padre al médico - le dijo su madre mientras cargaba a su hermana en brazos.

Jisung dejó su lápiz encima del escritorio, molesto. Hacía unos segundos estaba contento porque había terminado de escribir su canción número veintitrés, pero esa felicidad no había durado mucho.

- ¿Otra vez? Tengo planes.

- Jisung, sabes que no te lo pediría si no lo necesitara de verdad - le suplicó y dejó a la pequeña en el suelo - Tengo que llevar a tu hermana a su clase de gimnasia.

La niña se acercó a Jisung como si fuera ella la que necesitará el favor, con cara de pena. El chico no pudo evitar compadecerse y le acarició la cabeza.

- Iré, no te preocupes - le prometió.

Su madre sonrió agradecida y se llevó a la pequeña, suponiendo que su hijo seguiría ocupado escribiendo sus canciones. La madre de Jisung lo conocía especialmente bien, sabía qué estaba haciendo en cada momento sin la necesidad de que él se lo contara. Estaba bastante orgullosa de la relación que tenian; sin secretos entre ellos ni rencores. Cada vez que ella necesitaba algo sabía que podía pedírselo a él, aunque se quejaba, siempre estaba dispuesto a ayudarla.

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