8.

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Se podía escuchar la respiración pesada envolver el lugar junto con los ecos de los golpes que se daban. La temporada de entrenamiento para su pelea final había empezado y aquel entrenador no pensaba ponérselo para nada fácil a la pelinegra. Su cara y cuerpo era un desastre de sudor, como si aquel aire acondicionado no era hiciera nada de efecto o era que los ejercicios eran los suficientemente pesados para ponerla de aquella forma bastante rápido.

Esta vez su entrenador no había puesto a nadie, el mismo se estaba encargando de subirse al ring para ocuparse de todo. No como aquellas veces donde ponía a Chris o Marcko mientras el daba las ordenes o ponía los ejercicios. Esta vez aquel hombre había decidido de que si iba a retirarse lo iba hacer en grande y que el se encargaría de que así fuese.

Lauren no recuerda bien cuando fue la última vez que aquel hombre de cincuenta y tantos había subido a un ring, si recuerda que lo respeta y admira bastante, el hombre era bastante rápido con los golpes y bastante preciso, sus inicios en el deporte fue de peleas fracasadas pero fue suficiente ganar una para llamar la atención de todos y luego de aquella, su cara nunca más volvió a tocar el suelo. El fue quien le enseñar a noquear de la forma en que lo hace y fue quien la moldeo para que llegara hacer quien es ahora, de eso la boxeadora siempre estará agradecida.

¡Más rápido! — Gritó viendo los golpes de la ojiverde. Aquellos palos en sus manos se movían demasiado rápido mientras los golpes no cesaban y su respiración no paraba — ¡MÁS! — Y ella aumento la velocidad, podía sentir como sus músculos de sus brazos quemaban con cada segundo que pasaba — No te olvides de respirar con cada golpe controla esa respiración, Lauren — Marcko podía ver con asombro como sus manos se movían — ¡Esos golpes están muy lentos, Jauregui!, que no se te olvide que ella es más pequeña pero más rápida — Con cada golpe se podía ver los músculos de sus brazos y espalda marcarse mientras el sudor corría por su cara — ¡MUEVE ESOS MALDITOS PIES! — Y un sonido sordo lleno el lugar y todos allí se quedaron en silencio al ver como el entrenador le daba un golpe al lado de su cara con aquellos palos.

Lo cierto es que ellos no dolían pero aun así nadie se lo esperaba. La pelinegra se quedo de pie mientras el hombre miraba hacia arriba para verla a la cara con los palos hacia abajo.

Acabo de darte un golpe que probablemente puede noquearte y dar por terminada la pelea porque no mueves los pies, estas muy concentrada en pegar más duro y no usas tu vista por los lados. Vamos a trabajar con tus reflejos. Quítenle los guantes — Y con eso dicho dio media vuelta y se adentro al gran armario donde guardaban todo.

Lauren soltó aire de cansancio que no sabia que tenia guardado mientras su pecho bajaba y subía de manera rápida para luego mirar a su lado y ver como Marcko subía para ayudarle con los guantes.

Y fue allí cuando recordó porque prefería mil veces a Marcko o Chris que a su propio entrenador.

Un tiempo después salió con dos canastas de pelotas de tenis, las cuales sin ninguna dificultad subió aquel ring en el cual la pelinegra se encontraba sin sus guantes pero con unas vendas blancas envolviendo sus manos. Vio como el hombre tomo una en sus manos dándole vueltas para luego rebotarla.

Vamos a ver como están esos reflejos — La sonrisa que se formo en la cara de aquel hombre le hizo saber a la pelinegra que iban acabar con ella.

Era de noche cuando volvió a casa y esta vez había encontrado todas las luces apagadas, lo que la hizo fruncir su ceño y mirar la hora en su reloj. Eran casi las diez de la noche lo que quería decir que la pelinegra debería haber estado en casa hace unas cuantas horas, no recuerda que la misma le haya enviado un mensaje diciendo que saldría luego del entrenamiento y no recuerda haber visto su auto fuera.

K.O (II)| CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora