Capitulo 4

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"Al final de la jornada"

Sango se alejó con paso firme, pero apenas estuvo suficientemente lejos aligero el paso, se detuvo solo después de entrar en su habitación. Se apoyó contra la puerta mirando el techo, y muy contra su voluntad gruesas lágrimas corrieron por sus mejillas hasta caer sobre su hermoso atuendo. Parecía increíble aquella fiesta a la que había asistido con tanto entusiasmo tuviera un desenlace tan desagradable. Se sentía tan mal que no tenia ánimos de moverse, ni si siquiera de enjugar sus lágrimas. Se consideraba cada vez más tonta… Estaba allí, llorando como una niña ¿Por que tenia que llorar ese estúpido monje? ¿Por que tenia que sentirse tan… tan… Por que tenia que sentir aquello por él? Aquel sentimiento que solo le traía desilusiones ¡Cuándo aprendería! Y aunque le pesaba pensarlo por fin sabía que él nunca la tomaría en serio, había sido tan ingenua. Sin querer se le escapó un sollozo y se inmediato se tapó la boca para contenerlo, deseaba controlarse, pero no podía, tenia que admitir que le dolía profundamente aquella realidad.

Permaneció en aquel lugar durante un rato. Hasta que sin ánimo alguno se dispuso a tender su futón. Se desvistió y dobló con cuidado el kimono poniéndolo a lado de su tendido. Se metió entre las suaves colchas dejándose calentar por la tibia tela.

Allí siguió derramando su tristeza, lloró hasta que sus lágrimas se secaron sobre su piel

Escuchó pasos aproximarse; seguramente seria alguien que volvía de la fiesta, temió que fueran Ahome o Shipo y ante el apuro de evitar sus preguntas se cubrió hasta la cabeza con la colcha antes de que llegaran y se volteó del lado opuesto de la puerta, al hacerlo pudo sentir la almohada húmeda, le incomodó pero se mantuvo quieta. Como lo esperaba, se escuchó el deslizar de la puerta al abrirse; pero no se escucharon las sandalias de Ahome ni las pisaditas de Shipo, sino golpes secos, los cuales se detuvieron a su lado. Tenía firmemente cerrados los ojos manteniendo la respiración, hasta que cayó en la cuenta de que era… Debía ser…

De repente un impulso ajeno a su conciencia la hizo destaparse y girar la cabeza para ver al intruso.

Grande fue su desilusión al ver que quien se había introducido furtivamente a su pieza no era más que una mucama, quien no se inmutó al verla

-Discúlpeme por despertarla señorita, solo venia a recoger las prendas que le fueron prestadas -dijo con simpleza, tomo las ropas que Sango había doblado y se levantó dirigiéndose a la salida-, buenas noches señorita

-Buenas noches… -respondió torpemente

Entonces se volvió a recostar muy aturdida… No entendía por que había pensado que era él, no entendía por que por un instante había deseado que fuera él… ¿Por qué? ¿Por que justo en la situación en la que se hallaba había pensado en Inuyasha?

Se preparaban para partir. Sango apenas si había logrado dormir un par de horas la noche anterior y estaba algo cansada. Se encontraban ya fuera del castillo y les daban gentiles "adiós" y "gracias por todo" a los señores por la agradable estadía –aunque Sango no lo podía decir sinceramente-; el monje Miroku por otro lado se tardaba especialmente al despedirse de la muchachas, bajo la inquisitiva mirada de Ahome, quien había notado que Sango le daba la espalda disimuladamente a tan cínica escena. Por fin comenzaron a avanzar, a sus espaldas todavía se podían escuchar los gritos de despedida de los aldeanos…

Kirara llevaba en su espalda a Inuyasha como habían acordado mientras los demás caminaban tranquilamente. El monje Miroku se adelantó hasta quedar a lado derecho de Sango, quien iba a la cabeza del grupo y que procuraba desesperadamente no mirarlo y a su vez aceleraba el paso; mas no fusionaba, pues él la seguía y parecía que no se daría por vencido. Sin embargo, unos pasos atrás Inuyasha observaba la escena, pues era evidente que Sango estaba enojada.

Amor complicado Inuyasha X Sango Donde viven las historias. Descúbrelo ahora