Capitulo I

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El frio de la mañana era aún más intenso que el día anterior, lastimosamente me vi obligada a salir de la calidez de mi cama pues debía atender las necesidades del hogar, mi hermano seguía acostado pero despierto ya que murmuraba su odio al frio, cambié mi pijama por algo más cómodo para el día y sin hacer mucho ruido me acerque a la cama y tome los pies de Jiheita y tire de ellos haciendo que cayera de la cama, el me vio con ojos molestos y Sali rápido de la habitación, bajé las tétricas escaleras de la casa hasta la cocina donde comencé a preparar el desayuno.

-ya están arriba- dijo mi hermano entrando a la cocina y comenzó a llevarse la comida recién hecha.

-¿ya está el baño para Itachi?- pregunte mientras vertía el té en la taza de mi tía Nana, vi a mi hermano asistir, oímos que comenzaban a bajar las escaleras por lo que me fui a la cocina y él se quedaba cerca de la mesa para servirles.

Después de casi unos minutos terminé sentada en la mesa de la cocina mientras oía a mis tíos discutir por algún tema que solo dios sabia, miré mis descalzos pies como si la respuesta a mis males estuviera ahí, baje de la mesa cuando mi copia masculina me llevo hasta la puerta de la cocina donde me coloque mis botines cafés y el un abrigo, sin hacer ruido salimos de esa casa y caminamos por la solitaria calle.

-entonces...te gusto el militar- se burló de mí.

-no fue así!! ¡Solo tiene bonitos ojos... ya paso más de una semana supéralo! - respondí con un sonrojo y el comenzó a reírse haciendo que le dé un golpe en el brazo.

-una omega no debe actuar así!!- me dijo imitando la voz del doctor Sabame.

-no soy omega!! ¡Soy una beta! - dije orgullosa mientras cambiaba mi forma de caminar a una más varonil causando la risa de Jiheita.

Desde la muerte de nuestros padres hace casi ocho años mi hermano se hizo responsable de mí por eso somos tan unidos, mucho de lo que se es gracias a él, dejo la escuela para cuidarme, desde entonces él me entrenaba para no obedecer ninguna voz de mando, por lo que eso me ayudaba a hacerme pasar por beta, aunque solo mis tíos y amigos sabían que soy una omega.

-veamos si es cierto...alto!!- dijo usando su voz de mando, misma que evadí con algo de dificultad caminando lentamente, de todos los alfas que conocía, mi hermano poseía una voz más poderosa que cualquiera en el pueblo y por lo tanto su voz era la única que conseguía intimidarme aunque sea un poco.

-has mejorado mucho! – me felicito una vez me alcanzo, pero el sonido de explosiones y disparos a lo lejos, hizo que mi sangre se helara, era la segunda semana desde aquella noche, la segunda en la que oía esos horribles sonidos.

Para esa segunda semana la mitad del pueblo se ha ido por lo que muchos locales y casas estaban abandonadas marcando el polvo en pórtico de estas, siendo mi familia y yo testigos de aquellos bellos y frondosos oasis que decoraban las casas y parques perecían lentamente, de las risueñas risas de los niños disminuían con los días, los días de la bella paz morían junto a la vegetación, mire a los oscuros ojos de mi hermano y tragándonos el miedo caminamos hasta el templo, cabe mencionar que en ningún momento me separe de mi hermano, me quede aferrada como koala.

El viejo santuario del pueblo nos dio la bienvenida con el sonoro canto de aquellos infantes que al ritmo de un desafinado piano seguían la letra escrita en un papel en sus manos, un poco lejos de ese sonoro coro estaba Sukeroku quien junto a Saru veían a los pequeños.

-no debían venir aquí- dijo Saru al notar nuestra presencia.

-claro que debíamos...debíamos asegurarnos de que estuvieran bien...y debemos hablar de algo urgente- dijo mi hermano poniéndose de cuclillas en medio de ambos chicos.

camelia de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora