El perro

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No es fácil vivir tranquilamente cuando tus días son de lo que parece una eterna soledad y las noches están llenas de monstruos y sombras, incluso ahora, mientras escribo, están cerca, asechándome.

Estoy escribiendo esto mientras escucho algo de música y veo la oscuridad detrás de las puertas que hay en mi habitación, los dos perros que tengo son bastante tranquilos, pero no puedo evitar notar ciertas actitudes que me perturban hoy en día.

Moisés, mi perro más viejo, duerme a un lado de mi cama siempre que se lo permito, lo cual no es seguido, puesto que llora durante las noches o parece que gruñe a alguien bajo mi cama.

Pink, que es un perro considerablemente más joven que Moisés, me ha despertado ya en varias ocasiones pasada la medianoche, cuando parece que finalmente dormiré sin pesadillas o tormentos.

Al despertar y ver los ojos enrojecidos de Pink, no puedo evitar temblar, ya que, en cuanto despierto, pasa su actitud a una más serena y apacible, lo que me da una sensación de intranquilidad.

Quien es amante de los perros, podrá decir que me protegen de algo y no lo dudaría, pero el problema, es que hay un tercer perro, uno que oigo antes de dormir, cuyos pasos escucho cuando mi puerta está cerrada y yo mismo podría jurar que dejé a los otros dos descansando en la sala.

Aún cuando mis ojos están llenos de ojeras y las manos me tiemblan, siento su pelo pasar por mi mano en cuanto cae de la cama, oigo su respirar cuando dejo atrás la música y sé que existe, porque una vez lo vi; lo miré directamente a los ojos una vez que mis amigos visitaron mi casa, decidí ir por algo de beber y en el trayecto a la cocina, miré un poco por mi habitación y ahí estaba él, unos enormes ojos rojos, quietos como estatuas que iluminaban cual linternas sus fauces.

Como era de esperarse, me pareció ver que era de color negro y me gruñía, me paralicé ante tan intimidante presencia y casi dejo salir un grito, pero lo único que habría podido salir, es un alarido de terror.

Él comía algo y estoy seguro de haber visto eso antes, había un pequeño riachuelo de sangre corriendo hasta mis pies, a lo que solo me di la media vuelta, dejándolo a mis espaldas, lo escuché gruñir en mi oído y percibí el aroma de la muerte, su pelaje pasó por mi nuca y desapareció, al darme la vuelta de nuevo encontré una suerte de rata destripada que había encontrado su triste final en mi habitación, como seguramente, lo haré yo algún día.

Mis pesadillasWhere stories live. Discover now