Manual de lo prohibido °Capítulo 8°

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-Yo también quiero verlas-anunció Cole, que en todo el rato sólo había estado pendiente de la plática entre Lili y yo.

-Emm… sí, denme un segundo, ya vengo-me escabullí hasta mi habitación y cerré la puerta tras de mí, sin esperar alguna palabra de alguno de ellos.

Me senté sobre la cama con las piernas cruzadas y tomé el sobre amarillo entre mis manos; saqué de él las fotografías y lo primero en lo que mis ojos se enfocaron fue en el bello rostro que adornaba aquel papel impreso.
Cole era tan hermoso, a su manera. Su despampanante sonrisa, deslumbraba perfecta.

Revisé todas las fotografías, una y otra vez.

-Maldición-farfullé.

De las trece fotos que tenía en la mano, sólo tres eran antiestéticas.

Tres eran las que no tenían el rostro perfecto de Cole adornando la imagen. El problema era que Lili había notado el grosor del sobre y llevarle sólo tres fotos resultaba ilógico cuando juntas no hacían ni medio centímetro.

Suspiré y tomé las otras diez fotografías para guardarlas en el cajón de mi escritorio, debajo de todo el montón de papeles que ya tenía allí. Salí de mi habitación con el trío de fotos en la mano, esperando no encontrar alguna otra escena que me hiciera sentir incómoda y deseosa de cubrirme los ojos.

Lili y Cole hablaban tomados de la mano, él jugaba con sus dedos. Traté de ignorar la irritante punzadita junto a los latidos aplomados de mi corazón.

-Aquí están-las coloqué sobre el pretil de la cocina, en donde ambos estaban.

-¿Sólo tres?-rezongó Lili.

-Te dije que no eran muy buenas-me encogí de hombros-. Las otras están horribles-mentí, porque a decir verdad, eran las más hermosas-. Además no tomé muchas.

Allí, Cole pudo haberme desmentido, él sabía cuántas veces había disparado el lente de mi cámara capturando las escenas; pero no dijo nada, sólo observó tranquilo cada una de las fotos sobre el azulejo del pretil.
Decidí cambiar de tema, antes de que alguna objeción por parte de Lili insistiera.

-¿Sabías que la señora Montórfano tiene un sobrino?-pregunté a mi amiga, mientras que iba al refrigerador por un vaso de leche.

-Sí, Hero. ¿Por qué?-inquirió, y me sentí satisfecha de haber logrado el cambio de ruta en la conversación.

-Hoy lo conocí-dije, sirviéndome la leche en el vaso que había tomado de la alacena.

-¿En serio?

-Sí, me lo topé esta mañana; es lindo-tomé de mi vaso y pude captar que la mirada de Cole se apartó de las fotografías y se posó curiosa en nosotras, en mí.

Era sábado por la mañana, y yo buscaba de todo para matar el tiempo libre sin Lili; así que le acepté el café a Hero, supuse que era un buen pretexto para burlar las horas.
Hero me llevó a un café cerca del departamento en donde me acordé inmediatamente del día en que pasé con Cole,sin embargo, la emoción no era la misma.

-¿Puedo preguntar por qué viniste a Venecia?-me dijo, cuando la chica nos estaba acomodando nuestras tazas sobre la mesa.

-Bueno, vine primeramente para visitar a Lili. Y para tomar un descanso de mi vida cotidiana-expliqué, dándole un sorbo a mi café.

El sabor a capuccino vagó por mi boca hasta mi garganta.

-Oh, ¿entonces vives con tus padres?-inquirió.

-No-dije, y salió mucho más seco de lo que esperaba-. Mis padres murieron en un accidente.

-Oh, perdóname, no debí preguntar-su bello rostro de ángel se tornó comprensivo.

Manual de lo prohibido (Cole Sprouse) ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora