Manual de lo prohibido °Capítulo 28°

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¡Lili! -Me levanté, desconcertada- Yo no... -intenté explicar.

-¿Tú no qué? Te acabo de escuchar, ______ -las lágrimas salían de sus ojos como si fueran caballos de carrera, desatrampados por ganar-. Oí cuando se lo dijiste a Dylan, ¡eres una traidora! -gritó y al instante, sentí el sonoro golpe de la palma de su mano contra mi mejilla, produciendo un ardor instantáneo y el seguro enrojecimiento de mi piel.

Tan duro fue el golpe que, la cara se me desvió hacía un lado y Dylan tuvo que retener a Lili.

-¡Lili, tranquila! -le ordenó, asustado.

-¿Cómo quieres que esté tranquila? Si mi supuesta mejor amiga me traicionó, claro, ahora entiendo todo -no dejaba de llorar y el coraje era leíble en su rostro.

Los nudos se habían quedado atascados en mi garganta, y el corazón, hecho pedazos en mi pecho, latía angustiado. Mis lágrimas eran de amargura, deseaba fervientemente que todo esto fuera una pesadilla.

-¿Cómo no me di cuenta antes? ¡¿Y tú no pensabas decírmelo?! -me empujó y Dylan volvió a sujetarla.

-Lili...

-¡Te abrí la puerta de mi casa! ¿Y me pagas robándote a mi novio? -Seguía farfullando llena de furia e hizo caso omiso a la voz de Dylan- ¡Qué estúpida! No puedo creer que tú... -se quedó a la mitad de la frase, le dolía bastante. La conocía y sabía que estaba hecha pedazos, cosa que sólo sirvió para hundirme más en la miseria. Seguía sin poder hablar, sólo lloraba y miraba a Lili-. Hace algunos minutos estaba llorando porque te ibas -farfulló-, ahora entiendo la razón, qué cobarde -siseó-. Pero ¿sabes? Me da gusto que te largues, hipócrita -me dio una última mirada despectiva, dolida, y se dio media vuelta para salir de la habitación.

Me quedé inmóvil, dejando que mis lágrimas se suicidaran sin piedad; respirar me era difícil y sentía que me faltaba el aire.

Dylan me miró, decepcionado.

-Ve -alcancé a susurra, con el hilo de voz que salió de mi garganta-. No la dejes sola.

Se me quedó mirando, era una mirada extraña, estaba entre la frustración y la angustia. Pero enseguida salió detrás de Lili. Entonces me quedé sola.

Las lágrimas no se cansaban de salir y parecía como si nunca se acabaran, esto no debió de haber terminado así, ni siquiera debió tener comienzo.

Me quedé en inmóvil durante un par de minutos y luego, miré a mi alrededor, ya no volvería a ver a Dylan y no había tenido la oportunidad de decirle adiós.

Busqué con la mirada algún cuadernillo y divisé una hoja encima de su escritorio; tomé un bolígrafo y garabateé sobre el papel en trazos largos:

Me lo dijiste, lo sé.
Disculpa todo el daño que hice, que le hice a ella. Era lo que menos hubiera querido que pasara. Agradezco todo lo que hiciste por mí, gracias por entenderme.
Fuiste mi mejor amigo y nunca voy a olvidarte.
Perdóname.
Te quiero. _______

Lo dejé sobre su cama y luego, con un nuevo dolor en el pecho, salí de aquella habitación. Me deslicé como ánima en pena escaleras abajo y cuando bajé a la sala para cruzarla y llegar hasta la puerta, la mirada de la madre de Dylan me detuvo.

-¿Estás bien? -me preguntó.

Mantuve mi mirada baja, avergonzada y negué con la cabeza.

-¿Quieres una taza de té? -me ofreció, afable.

-Tengo que irme, se me hace tarde.Gracias de todos modos -musité e intenté dar el primer paso hacia la puerta.

-Antes de que te vayas -dijo-, quisiera decirte algo -me detuve y giré sobre mis talones, despacio, la miré.

Manual de lo prohibido (Cole Sprouse) ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora