Jimin caminaba en las frescas calles de Seúl. Con prisa, había salido de su casa muy temprano para ir a terminar algunos papeles del contrato y trabajar sin nada pendiente. Sin embargo, sus pequeñas manos comenzaron a congelarse por el ambiente frío.
¿Por qué me tiene que pasar esto?
Bufó. Metió sus manos en cada lado de su bolsillo, tenía la esperanza de parar la frialdad que sentía en su piel. Respiró hondo, caminó hacia donde estaban todos los autos parados por el semáforo y espero su turno. Una vez dado en rojo, pasó con las demás personas al otro lado de la vereda.
Volvió a caminar unos minutos más para llegar a una cafetería. El lugar estaba posicionado en la capital de Corea. Esta era elegante, lujoso, muy visitado y, sobre todo, famoso por los exquisitos cafés y dibujos artísticos en ella.
Para Park, un chico trabajador de diseños, sencillo, amable y educado, el lugar era acogedor. Otra cosa que le gustaba es que era cerca de su casa y algunos que otros cafés, lo podía pagar. Las veces que venía a desayunar, la gente ya le conocía. Saludaba con una reverencia, hablaba de negocios con hombres y mujeres para hacerles pedidos de portada o poster para sus locales.
Jimin saludos a los mozos y meseras que servían las demás mesas. Buscó su mismo lugar de siempre, camino hacia ella y se sentó cerca del ventanal. Primero dejó sus cosas a lado suyo, segundo, adoraba la buena vista que tenía de la ciudad, tercero, se acomodó y espero a que alguien le tomara la orden.
Mientras pasaban los minutos, un joven chico se acercó a él.
—Buen día, ¿le puedo tomar su orden? —preguntó con una sonrisa. —¿O ya le atendieron?
El rubio lo miró de reojo. Era un chico alto, pelo castaño, buena constitución física, su perfume era fresco y agradable. Aquellos ojos marrones le parecían muy profundos que traspasaban su cuerpo, inclusive su propia alma.
Definitivamente, con sus ojos marrones claros se estaba comiendo sin permiso al joven de la cafetería.
—¿Señor...? —volvió a hablar el chico, acercándose un poco al rubio. —¿Disculpe?
Jimin por un momento estaba por desmayarse, le tenía a unos pocos centímetros de su persona, esto dándole un golpe a la realidad y sonrojarse por lo mismo.
—Ehh, sí. Soy Jimin —comenzó a decir de repente. El castaño se sorprendió. —. Aún no me han atendido... y me gustaría un café con leche con dos trozos de mixto, por favor.
El mozo se enderezó. Asintió y prosiguió a anotar en lentamente su pedido en su libreta. Después de muchos años, estaba sin poder creer lo que acababa de ver y escuchar por parte de su cliente.
Jimin... cuánto tiempo sin verte pensó para sí mismo el joven. Hizo una reverencia y se alejó de él.
Con rapidez, sin que nadie lo viera, saltó de alegría. Abrió la puerta de la cocina, dejó la bandeja en la mesa y entró al lugar. No obstante, no pudo contener su emoción, por lo que soltó una risita nerviosa, mientras agarraba una taza.
Iba a hacer el pedido de Jimin.
Jimin. El chico que le gustaba desde la secundaria y vecindario pasado, él mismo estaba en la cafetería. Negó varias veces con la cabeza, aún no lo podía asimilar.
—¿A qué se debe esa risa, Tae Tae? —preguntó Namjoon, el jefe del lugar.
El chico dio un pequeño brinco del susto.
—¿Acaso es por algún chico en especial? —volvió a hablar el azabache, Taehyung lo miró con un leve sonrojo en su rostro, asintiendo de forma rápida junto la orden en mano y saliendo de la cocina hacia la mesa del rubio.
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El chico de la cafetería • 𝐕𝐌𝐈𝐍
Romance📝 | «Mes de enero. Comienzo de año. Trabajo nuevo. ¿Qué más podría pedir, Park Jimin? Pareja. Es lo que muchos de sus amigos le han dicho. Pero esta absurda idea, él lo quitaba de su mente. Lo que nunca contó a ellos fue que, va todos los días a un...