Capítulo 1

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ANDREA

Y ahí estaba yo, sentada frente a unos padres bastante enfadados.

Seguro que ya se habían enterado de mi altercado en la cafetería del instituto y de la "pequeña" guerra de comida que provoqué, pero fue totalmente por razones de peso.

— ¿¡Cómo se te ocurre ponerle la zancadilla a Marilyn, y empezar una guerra de comida!?—dice mi padre mientras apoya ambas manos en la mesa.

— ¡La zancadilla fue accidentalmente, y además, ella se lo buscó!—exclamé excusándome.

—Sí, pero ¿¡empezar una pelea de comida!?—añade mi madre totalmente enfadada.

— ¡Esa fue Marilyn! Me tiró un plato de macarrones a la cabeza y por desgracia para ella lo esquivé a tiempo y le dio a uno de los popus—digo con una mueca de asco al hacer énfasis en la palabra popus.

—Buenos reflejos hija—me dice mi padre con una sonrisa mientras me choca los cinco con la palma de la mano.

Mi madre le da un codazo y se aclara la garganta para seguir hablando, o más bien, gritándome y regañándome por algo en lo que yo no tenía ninguna culpa.

—Hemos hablado con el director y hemos quedado en que limpiarás la cafetería por una semana—responde mi madre cruzándose de brazos mientras frunce el ceño enfadada.

— ¿¡Qué!?—pregunto atónita sin poder creerme lo que acababa de oír.

— ¡No te hemos apuntado en uno de los mejores colegios de la ciudad para que te metas en líos!—exclama mi madre perdiendo los nervios.

— ¡Yo no pedí estar en un colegio privado!—contestó cruzando mis brazos sobre mi pecho y bufando molesta.

—Es mejor que estar en uno público, y ahora vete a tu habitación, ya hablaremos más tarde—dice mi madre señalando las escaleras.

Me levanto con decisión y me dirijo a mi habitación, cerrando la puerta de un sonoro portazo. Respiro hondo para intentar calmar mi enfado. Realmente entendía la razón de enfado de mis padres, empezar la guerra de comida no había estado bien, pero yo no fui quien la empezó, fue Marilyn.

Oh, casi se me olvida presentarme.

Me llamo Andrea Donovan, tengo 17 años y asisto al prestigioso Emerald College desde los 11 años.

Bueno y como ya habéis podido observar... mi actitud no es muy buena que digamos.

Desde los 12 años, la gente de ese colegio me ha insultado y maltratado de diferentes formas: notitas en clase, encerrarme en los vestuarios, empujarme a la piscina de natación, esconderme el uniforme después de gimnasia, cuchicheos a mi paso...

Aunque la gente piense que en un colegio privado no hay bullying, se equivocan, si lo hay, y yo soy la prueba que lo demuestra.

Desde entonces he querido apartarme lo más posible de la gente y sólo hablar lo justo para defenderme, aunque no haya surgido un gran efecto ya que siguen riéndose de mí cada día. Pero por suerte, este es mi último año en el Emerald College y si el destino y el universo están de mi lado, iré a una universidad donde no conozca a nadie y pueda empezar de cero.

Mi madre se llama Ana y mi padre Carl, ambos son ejecutivos en una empresa multinacional de importación y exportación de productos deportivos.

Debido al trabajo, viajan por todo el mundo, haciendo seminarios, reuniones y demás cosas que ni entiendo ni me interesan. Nunca me he preocupado por saber del trabajo de mis padres, es más, tampoco es que ellos tengan intención de contarme sus inquietudes sobre él.

Tengo dos hermanos pequeños. Luis y Ángel, son gemelos y tienen 6 años. No he visto niños más revoltosos que ellos, cuando mis padres me dejan al cargo de estos dos memos, tengo que atarles a la cama para que se estén quietos... bueno, eso no, pero me cuesta mucho que se duerman o que simplemente se estén quietos y tranquilos.

Unos minutos más tarde del encontronazo con mis padres, mi madre me envía un WhatsApp diciendo que baje al salón, ya que tiene algo que decirnos.

Y os preguntaréis: ¿Por qué no sube las escaleras y va directamente a avisarme a mi cuarto?

Bueno, así es ella, demasiado ocupada para subir dieciséis escalones y mantener una conversación cara a cara con su hija.

Me encojo de hombros y decido bajar las escaleras, aunque estaba casi segura de que tenía intención de hablar de lo de la guerra de comida.

Cuando llegué al salón, me senté en el sillón que se encontraba justo delante de la ventana mientras mis hermanos estaban en el sofá junto con mi padre con mi padre.

—Antes de que digas nada, ya te dije que yo no tuve la culpa, además, ¿no te parece suficiente el castigo del director?—dije antes de darle la oportunidad de hablar a cualquiera de mis padres.

—No vamos a hablar de tu "incidente" de esta mañana...—me dice mi madre mirándome de reojo y soltando un pequeño suspiro—la razón de esta reunión familiar es comunicaros que tenemos que irnos por un mes a Londres.

Se van durante un mes a Londres, treinta días sin padres mandones que me regañen por todo lo que hago o dejo de hacer.

También había que contar la excursión que realizarían mis hermanos dentro de una semana y media a una granja escuela en el norte del país durante dos semanas. En otras palabras y resumiendo, me quedaría sola.

¡Me quedaría sola! Es el sueño de todo adolescente. Aunque los adolescentes normales, en mi situación, solo pensarían en celebrar fiestas llenas de alcohol y música ensordecedora, yo solo podía pensar en disfrutar del silencio y de la tranquilidad que estar sola me iba a proporcionar.

—Nos han encomendado una misión muy importante—dice mi padre mirando a mis hermanos que se habían puesto tristes al saber que se iban.

Mis hermanos adoraban a mis padres, cada vez que tenían un viaje de este tipo montaban una escenita de lloriqueos y pataletas para que no se fueran y nos dejaran con la abuela. Por eso mi padre, se inventó la historia de que tanto mi madre como él, eran como una especie de James Bond pero en dúo, con el fin de que esas escenitas terminasen.

El hecho de que mi padre pusiera un tono de misterio y secretismo hizo que mis hermanos tras mirarse el uno al otro, sonrieran y preguntaran por esa "misión" tan importante que tenían que realizar mis padres en Londres.

— ¿Voy a tener que cuidar de ellos durante un mes?—pregunto ignorando el hecho de que se van durante un mes entero.

—No, no después del incidente de hoy, hemos pensado en contratar alguien—añade mi madre mirando a mi padre temiendo a nuestra reacción.

— ¿¡Qué!? ¡Yo puedo cuidar de ellos perfectamente!—exclamo indignada mientras me levanto del sillón con la cabeza bien alta.

—Lo máximo que has cuidado de tus hermanos es una noche—afirma mi madre mientras ayuda a Ángel a sentarse sobre su regazo para después darle un pequeño abrazo.

—Y si lo hago una noche, soy capaz de cuidar de ellos unas semanas—le digo despreocupada sentándome de nuevo cruzando mis brazos.

— ¿De verdad? ¿Eso crees? ¿Y cuando comáis qué? Cuando cuidas de ellos siempre pides pizza —dice cruzándose de brazos ella también con aire de desaprobación.

—Eso es...cierto—no tenía nada que rebatirle, tenía toda la razón.

La verdad es que no sé cocinar nada más que un sándwich, y no podemos estar todos los días comiendo sándwiches y pizza... ¿o sí?

—Y no, no podéis comer siempre sándwiches y pizza—dice de repente mi madre sacándome de mis pensamientos y adivinando lo que tenía en mente.

¿¡Cómo supo lo que estaba pasando por mi cabeza!? ¿¡Acaso es adivina o bruja!?

—No hay nada más que hablar Andrea, vendrá una persona a cuidar de los chicos y listo —afirma sin permitir que le rebatiese nada.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora