Capítulo 33

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ANDREA.

Dios mío, este es el mismo taller donde dormí anoche, no lo puedo creer. Esperen, eso quiere decir que... ¿Loyd y Paola son los padres de Aiden?

Entramos al edificio donde se podía ver a Loyd observando el motor bajo el capó de un todoterreno de color verde desgastado, el cual seguramente estaría estropeado.

—Papá—dice Aiden.

Loyd se dio media vuelta para encontrarse con nosotros y tras limpiarse las manos de aceite de motor, se acercó a Aiden y le dio un abrazo con una sonrisa enorme.

—Cuanto tiempo sin verte hijo, la casa ya empezaba a ser muy grande y silenciosa sin tu hermana y ni tú—dice Loyd esbozando una sonrisa enorme.

—Intentaré venir más veces. Papá, ella es...—Antes de que pudiese terminar, Loyd le cortó.

—¡Andrea! Pensé que ya no vendrías por aquí a hacernos una visita—dice Loyd acercándose a mi para brindarme otro abrazo como el que le había dado a Aiden hacía apenas unos segundos.

—¿Os conocéis?—pregunta Aiden atónito.

—Dormí aquí anoche, no sabía cómo volver a casa y tampoco tenía idea de que eran tus padres... ¿Estás enfadado?—pregunto un poco temerosa ya que después de lo que había pasado con el tal Santiago hace apenas unos minutos Aiden podía seguir enfadado.

—Ni mucho menos, me alegro de que durmieras aquí antes que en un banco de cualquier parque. Por cierto, papá—ahora se dirigió a su padre—¿han venido Santiago, o alguno de la banda por aquí?

—No, casi siempre se quedan en la acera de enfrente, en el jardín de los Fernández a consumir droga y a fumar porros.

—No entiendo como los Fernández han podido dejarles su jardín—dice Aiden mientras se encoge de hombros.

—Necesitarían mantenernos vigilados por si llamamos a las autoridades y les desmontan el chiringuito—responde su padre con un tono indiferente.

—¿Os han hecho algo? ¿Os han amenazado?—dice Aiden preguntando por la razón en la que habíamos venido.

—No, de momento esto está muy tranquilo—dice Loyd mientras vuelve su mirada hacia un Peugeot de color dorado para seguir con su trabajo.

Entonces se me vino a la mente lo que dijo Loyd:

—Es una suerte que te hayamos encontrado antes que esa banda callejera...

Todo comenzó a encajar de nuevo en mi cabeza, pero no todo era encajar piezas imaginarias de un puzzle para averiguar de lo que estaban hablando, si no que las palabras de Loyd: Nuestro hijo forma parte de esa banda, me hizo que se me pusiera la carne de gallina.

¿¡Aiden formaba parte de esa banda!?

Una voz me saco de la especie de trance en el que estaba sumida e hizo que tanto padre e hijo como yo nos girásemos para ver la procedencia de esa voz.

—¿Pero qué tenemos aquí?—dice una voz tras de mí con cierto tono de arrogancia.

Un chico alto y delgado, más bien de apariencia anoréxica, apareció frente a nosotros vestido con unos pantalones cortos y anchos y una camiseta de tirantes también ancha, lo cual me permitía observar la cantidad de tatuajes que le recorrían cada centímetro de la piel de los brazos, el pecho y las piernas, también dejaba divisar dos piercings en la ceja izquierda. Combinación que pareció desaliñada si mencionábamos que su pelo estaba totalmente revuelto.

—¿El hijo perfecto ha vuelto por fin de sus vacaciones en Villa Riqueza?—pregunta apoyándose con la espalda en el todoterreno que estaba arreglando Loyd—¿Y quién es esta preciosidad de aquí?—pregunta desviando su atención de Aiden y Loyd para mirarme a mí con una sonrisa ladeada a lo que yo simplemente desvío la mirada.

Se acerca a mi lentamente y con su mano derecha me agarra de la barbilla obligándome a que alzara la cabeza y nuestras caras quedasen a centímetros, sin que pudiese apartar la mirada de sus ojos.

De repente me suelta ya que Aiden, de un golpe le arrastra el brazo hacia abajo.

—Aléjate de ella, Scott—dice decisivo mientras yo simplemente me quedo quieta sin decir ni una sola palabra.

—¿Por qué? Me parece una chica muy bonita y delicada... me gustaría hacerla sentir como una mujer poderosa—ríe tras admitir que me quiere violar sin ningún tipo de vergüenza.

Me pone la mano en la mejilla haciendo una especie de caricia en esta, a lo que yo le aparto de un manotazo. Me armo de valor y decido hablar y hacerme respetar.

—Las manos quietas.

—Pero si la niñita rica ha sacado las garras, me gusta—se acerca más a mi al decir esas dos ultimas palabras.

—No te va a gustar cuando te deje estéril de un rodillazo, encanto—espeto mientras le aparto de un empujón seco.

—Me gustaría ver eso, bebé—suelta sin dejar de sonreír.

Odiaba esa sonrisa asquerosa. Ganas no me faltaban para quitarle esa sonrisa ladeada de la cara. ¿Ese era amigo de Aiden? ¿Cómo podían haber sido amigos?

—Oh, hazme caso, no te gustaría verme enfadada—digo mientras me acerco más a él desafiante.

—Uff, me pone cuando te enfadas—dice acercándose más a mi.

—Lo que te voy a poner es la traquea de corbata cuando te la arranque de cuajo—me acerco a él amenazante quedándonos a escasos centímetros de distancia, a lo que Aiden se coloca delante de mí impidiendo que he pudiera avanzar y pegarle un puñetazo a ese maldito pervertido en su cara ya magullada.

—Déjala en paz, ella no tiene nada que ver con esto—agrega Aiden intentando calmar la situación.

—Te equivocas, ella te alejó de la banda—me apunta con el dedo índice a lo que yo le dirijo una mirada llena de odio.

¡Yo no hice nada! ¡No me puede acusar de nada!

—No me alejó ella, me fui yo por decisión propia, estaba harto de drogas, líos y armas.

—Ah, si no es ella la culpable, ¿cómo explicas que unos multimillonarios como sus padres vayan a derribar todo este vecindario para construir un centro comercial especializado en sus productos?—pregunta poniendo voz como si fuera un ancianos rico.

—¿Qué? Eso no es cierto—dice Aiden atónito a su afirmación.

—Pregúntaselo a tu papaito si no me crees—se encoge de hombros.

Aiden se gira hacia su padre, a lo que él simplemente le rehuye la mirada.

—Así que es verdad... ¿Cuánto tiempo hay para que encontremos un lugar nuevo para vivir?

—En una semana empiezan a venir a derribar las primeras casas del barrio. Seguro que tu nueva Barbie sabía algo—dice Scott cruzándose de brazos.

Juré que si una vez más me volvía a llamar "Barbie" le iba a quitar esa sonrisa de un puñetazo.

—¿¡Qué!? ¡Yo no sabía nada de eso!—exclamo defendiéndome.

Mis padres son muy oportunos para destruir todo lo que me importa en poco tiempo, pero con esto se han superado.

—Hablaré con ellos, seguramente sea un malentendido—digo mientras saco el móvil de mi bolsillo.

—No, cariño, no es un malentendido, tus padres van a dejar sin casa a cientos de familias, felicidades, ya eres más que multimillonaria—dice yéndose—pero tranquilos, esto no se quedará así, lo prometo ricachona.

¿Eso era una amenaza? Si lo era, ha conseguido que me entrasen nervios de golpe.

Tengo que aclarar esto, seguro que es un malentendido. Seguro que lo es.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora