Capítulo 34

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ANDREA.

—¿Cuándo pensabas contármelo, cuando ya fuese demasiado tarde?—le pregunta Aiden a su padre enfadado mientras se cruza de brazos esperando una respuesta coherente.

—No hay nada que hacer, hijo, es imposible, así que a partir de ahora viviremos con mi hermano hasta que encontramos algo a las afueras.

—¿Y el taller?—pregunto metiéndome en la conversación.

—Renunciaré a arreglar más coches, este es el último encargo, y luego me jubilo.

—No, no tienes que dejar de trabajar en algo que te gusta por que hayan dicho que ya no puedes vivir aquí—dice Aiden.

—¿Y qué podemos hacer? Tú madre es ciega, el taller no da tanto dinero, y nos van a quitar la casa. Lo que tenemos ahorrado lo destinaremos para buscar una nueva casa tranquila en las afueras y si nos sobra algo será para el tratamiento de tu madre.

—No, no puede ser, tiene que ser todo esto un malentendido o una broma de muy mal gusto—digo sin poder creer que mis padres pudieran ser los causantes de que familias enteras tengan que dejar sus hogares por la construcción de un centro comercial.

—No, corazón, no es una broma. Me duele despedirme del lugar donde he vivido mis mejores recuerdos, donde he criado a mis hijos, donde se ha vivido la felicidad y saboreado la tristeza y frustración todos estos años.

—No dejarán este barrio si yo puedo evitarlo—digo decidida.

Me alejo de ellos con la intención de llamar de inmediato a mis padres. Necesitaba saber si lo que había dicho el tal Scott era cierto, sería un pervertido empedernido, pero quizá que mintiese en esto y solo lo hiciese para que Aiden volviese a esa dichosa banda.

—Hola, Andrea—me saluda mi madre al otro lado de la línea.

—¿Es cierto qué vais a hachar abajo un barrio entero para construir un centro comercial especializado en los productos que importáis y exportáis?—pregunto sin siquiera saludarlos.

—Andrea, eso no es asunto tuyo.

—Dime la maldita verdad—exigí.

—¡Andrea!—exclama mi madre como si yo hubiera preguntado algo de muy mal gusto o si hubiera hecho algo que estaba totalmente prohibido.

—¡Dímelo!—exclamó perdiendo por completo los nervios y el control sobre el volumen de mi voz.

—¡Sí! Este proyecto os tendrá a tus hermanos y a ti, y a futuros hijos vuestros, bien atendidos, no os faltará de nada.

—¡No puedes arrasar las casas de centenares de familias inocentes e indefensas solo por ese estúpido proyecto!

—Andrea, como ya he dicho, esto no es asunto tuyo, si lo fuese te habríamos pedido tu opinión, pero no te la hemos pedido, así que adiós, que me están llamando para una reunión.

—Esto no se quedará así—digo antes de colgar la llamada dejando a mi madre con la palabra en la boca.

Ni mucho menos que se quedará así, no pueden acabar con las casas de miles de personas solo por un plan ambicioso tan grande.

Realmente me daba igual si mi madre se enfadaba después por haberle gritado, por haberle colgado la llamada o por meterme en sus asuntos de trabajo. Pero no me quedaré de brazos cruzados mientras veo como el barrio de los padres de Aiden se destruye sin luchar antes por él.

Les tengo mucho aprecio por ayudarme cuando ni siquiera me atrevía a pisar mi casa, fueron muy buenos conmigo y me dieron cobijo durante toda la noche. Son buenas personas, no se merecen esto.

Haré todo lo que pueda y más para que no toquen ninguna de estas casas.

Vuelvo donde estaban Loyd y Aiden, todavía charlando de los planes que tenían que hacer antes de mudarse.

—No tendréis que mudaros—digo decidida.

—¿Qué quieres decir?—pregunta el padre de Aiden.

—Voy a hacer todo lo posible para que el proyecto de mis padres no se lleve a cabo, pienso salvar vuestra casa y las de todo el barrio.

—¿Lo dices de verdad?—la ilusión en la mirada de Loyd tras procesar mis palabras se podía ver en sus ojos.

—Bueno, papá, nos tenemos que ir—dice Aiden tras unos segundos.

—Volved a visitarnos pronto, nos encantan vuestras visitas—añade Loyd con una gran sonrisa.

—Eso está hecho—le regalo una sonrisa sincera mientras intento no agobiarme al no tener nada planeado para salvar el barrio del estúpido y ambicioso proyecto de mis padres.

Me monté de nuevo con Aiden en su moto y aunque estaba acostada en su espalda abrazándole por la cintura tiernamente, solo podía pensar en cómo haría para que mis padres cambiaran de opinión en cuanto a lo de su proyecto.

Agg. Estoy harta de que no me atreva a hacer nada que esté fuera de mi zona de confort.

Llegamos en unos minutos para encontrarme una escena que creía que no iba a volver a presenciar nunca.

Aiden paró la moto delante de mi casa mientras que yo seguía atónita al encontrarme a aquellas personas frente a mi casa. Tras quitarme el casco y respirar hondo por fin me atreví a articular palabra.

—¿¡Chad!?—exclamo.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora