Capítulo 23

101K 5.7K 1.6K
                                    

ANDREA.

Nos acercamos poco a poco hasta que nuestra respiración llega a hacerse una. Noto como su piel roza la mía mientras que nuestros labios se juntan en un profundo y electrizante beso.

Un beso plagado de miles de dudas. ¿Qué significa este beso para él? ¿Qué pasará después? ¿Seremos algo? ¿Se comportará raro otra vez conmigo?

Pongo mis brazos sobre sus hombros y entrelazo las muñecas mientras él hace lo mismo alrededor de mi cintura, haciendo que nos peguemos todavía más...

Una voz ajena a nuestro beso me llama.

—¿Andrea? ¡Andrea!

Muevo la cara un poco para deshacerme de esa voz pero de repente abro los ojos y me encuentro en la moto de Aiden. Yo estaba agarrada a su espalda todavía pero ya estábamos en casa.

—¿Me puedes soltar?—pregunta Aiden esperando que dejara de agarrarle de la cintura.

¿Todo ha sido un sueño? ¿Un maldito sueño?

—Si, claro...—digo tras despertarme del todo de esa especie de sueño que acababa de tener.

Abre con su llave personal la puerta de casa y pasamos, él, muy serio va a la cocina y de la nevera saca una cerveza que abre y bebe casi media botella de un solo sorbo, al igual que en mi sueño.

Al igual que en ese sueño tan perturbador, decidí comenzar a hablar sobre lo que había dicho Max.

—Aiden, ¿puedo...?—no me dejo terminar por que comenzó a soltar su furia, a desahogarse.

—No puedo creer que Max, mi amigo, haya intentado... forzarte, sabiendo que no eres una de las chicas alocadas de una de las muchas discotecas de mierda a las que va, no, eres la chica de la que estoy al cargo, y él lo sabía desde un principio y...—ahora es cuando yo no le dejé terminar.

Me acerqué a él y me permití el lujo de darle un beso en la mejilla, a lo que él se calló de repente quedándose absorto en sus pensamientos mientras se rozaba con la mano la zona donde le había dado ese pequeño beso.

—Gracias por salvarme...—mis mejillas se sonrojan.

—De nada, pero te juro que cuando le vuelva a ver le voy a partir la cara.

—No, déjalo—intento frenarle ya que no valía la pena volver a iniciar una pelea con ese ser tan asqueroso.

—¿No quieres que tenga su merecido?—pregunta atónito.

—Te diste al fin cuenta de lo que estaba haciéndome y viniste a tiempo para salvarme, con eso me basta—digo mientras le doy un pequeño abrazo.

Aiden me separa poco a poco y me mira a los ojos.

—¿Cuánto lleva acosándote?—pregunta con cierto tono de enfado.

—Desde la vez que me trajo a casa desde la fiesta de Marilyn, pero ahí solo me tocó la pierna y me intentó besar...nada más.

—¡Debiste de habérmelo dicho cuando pasó!—dice alzando la voz bastante enfadado.

—¡Estaba enfadada contigo, y luego llegó el hospital y mi fiesta y...!—pienso de repente si preguntarle por las palabras de Max, pero antes de que pueda dices una palabra más comienza a hablar de nuevo.

—¡Eso no son excusas, deberías habérmelo dicho desde un principio y no habría pasado esto!—alza todavía más la voz.

En ese momento exploté, aunque en el fondo sabía que llevaba razón.

—¡Igual que tú me contaste que nos habíamos liado en mi cumpleaños!—exclamo.

Aiden no contestó, simplemente bajó un poco la cabeza.

—Además, ¡tú no sabes nada! ¡Me amenazó con hacerme algo peor si te decía algo!—lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y caían por mis mejillas sin control.

—Yo... lo siento mucho, no sabía que te hizo eso, ahora si que voy a ir a su casa y se va a enterar—comienza a decir mientras se cruje los nudillos.

—No, dejemos las cosas como están, eso son problemas que creo que son innecesarios. Ya tenemos bastante con el lunático que me atacó en la escuela—le freno.

Mientras le decía eso le cogí de la mano pero el dio un respingo y mirando a su mano me di cuenta de que estaba sangrando. Entonces fue cuando me acordé del puñetazo que me salvó de ese horrible ser.

Se había hecho una herida por salvarme de ese pervertido de Max.

—Siéntate en el salón, yo iré a por vendas y eso y te curo en un momento—digo mientras quito un poco la sangre con mi dedo pulgar a lo que hace una pequeña mueca de dolor.

—No hace falta, yo...—esta vez fui yo la que no lo dejó terminar.

Le agarré de los hombros y le empujé hasta el sofá. Él se sentó y mientras yo me iba noté como me miraba con una pequeña sonrisa.

Cogí lo necesario: agua oxigenada, vetadine, bastoncillos para extender la medicina, y por supuesto vendas.

Cuando volví al salón, Aiden simplemente se estaba mirando el puño de diferentes ángulos, observando su sangre, de repente fue a tocar un poco de sangre seca, pero yo le di en la mano como a un niño pequeño.

—Deja trabajar a los profesionales—dije decidida, a lo que él soltó una carcajada.

Nunca he querido dedicarme a la medicina, de hecho se lo que estoy haciendo por qué observaba a mi padre cuando me curaba las heridas que me hacía cuando era pequeña. He de admitir que de pequeña era un trasto.

Un silencio incómodo inundó el salón.

Él me miraba y yo a él, poco a poco nos acercábamos hasta que quedamos a centímetros el uno del otro. Yo pero en el último momento Aiden se hecha para atrás.

—No podemos hacer esto. Tengo 23 años, tú tienes 18 recién cumplidos—dice antes de que pudiese besarle.

—Ya sabes que la edad no importa—digo repitiendo las palabras que una vez él me dijo cuando íbamos en su destartalada camioneta.

—¿Y que dirán tus padres? Soy tu niñero, no lo olvidemos—añade poniendo mas "peros" a mi intento de besarle.

—Mis padres no tendrían por qué enterarse de nada...—digo mirándole con una sonrisa ladeada.

—Oh Andrea, ¿hablas en serio?—me pregunta poniendo los ojos en blanco.

—Mis padres son cosa mía, además, ya tengo dieciocho años, teóricamente puedo hacer lo que quiera—argumento.

—Teóricamente... pero en la práctica es diferente, y lo sabes muy bien—dice Aiden rebatiendo mis argumentos.

—Agg, ¿y si mejor te callas de una vez y me besas?

Hasta yo me sorprendí de lo que dije, pero pareció surgir efecto cuando Aiden dejó todas las medicinas en la mesita y con sus dos manos en mis mejillas me besa.

No puedo creer. Por fin.

Aiden Franklin.

Mi niñero.

Me está besando.

Y yo se lo estoy siguiendo.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora