MI NIÑERO

Capítulo 15

ANDREA.

Me duele todo el cuerpo y tengo la sensación de estar en un bote a la deriva en medio del mar mientras se desarrolla una incontrolable tempestad.

Mareo absoluto.

Entreabro los ojos para dejarme ver como la luz de una ventana ilumina toda la habitación, pero pensándolo más detenidamente... la ventana de mi habitación está en el otro lado.

¿Dónde estoy? ¿Estoy en el hospital? ¿Qué ha pasado?

Recuerdos vienen a mi cabeza: mi mareo, cuando me sujeté en el armario, cuando me caí y cuando llamé a Aiden con un hilo de voz...

Entra una mujer vestida de blanco, suponía que era una enfermera por el modo en el que sujetaba una carpeta llena de papeles e informes.

—Veo que ya está despierta, ¿cómo se encuentra señorita Donovan?—me dice con una radiante sonrisa.

—¿Qué ha pasado?—pregunto desperezándome removiéndome en la camilla.

—Te desmayaste por no haber comido desde hace mucho, según el diagnóstico del médico que te atendió de urgencia, sufres de anorexia.

—No, yo no tengo de eso, yo no estoy enferma—me quito el suero de la mano haciéndome bastante daño por que era una aguja clavada en mi mano derecha.

La enfermera viene corriendo y me obliga a acostarme de nuevo.

—¡No te muevas, estate quieta!—exclama sujetándome intentando evitar que me levantase.

—Tiene que creerme, yo no estoy enferma, estoy bien, no me pasa nada—afirmé inútilmente ignorando el dolor que me provocaba haberme quitado la aguja que me suministraba el suero.

—Avisaré de que estás despierta pero mientras tanto, tu novio a estado toda la noche en la sala de espera para poder verte, le voy a decir que pase.

¿Novio? ¿Qué novio? ¿Tengo novio y no me he enterado? Seguro que se ha equivocado. Sí, debe de ser una burda equivocación.

—Yo no...—no puedo terminar de decir ya que se dirigía hacia la puerta con bastante prisa.

Antes de terminar la frase pasa Aiden e inmediatamente me quedo muda. Se abalanza sobre mí y me abraza. A lo que se me saltan las lágrimas. Mi piel se eriza al notar el contacto de sus brazos a mi alrededor y yo no puedo hacer nada más que corresponderle el abrazo atrayéndole hacia mi. No entendía por qué, los ojos se me humedecieron con tan solo notarle a él abrazándome y haciéndome sentir segura.

—¿Qué tal estás? ¿Te encuentras bien?—dice al separarse.

Agarra la silla que se encontraba al lado de la camilla para acercarla aún más y sentarse en ella mirándome directamente a los ojos.

—Me duele un poco la cabeza, pero estoy bien—contesto sentándome incómodamente en la cama.

—Me has dado un susto de muerte, pero, ¿por qué dejaste de comer?—me pregunta con un semblante preocupado mientras coge mi mano derecha.

—Que pesados que sois todos, no me pasa nada, no dejé de comer—le suelto la mano y me cruzo de brazos mirando hacia otro lado.

Mentira.

Dejé de comer uno de los días que Marilyn me insultó en el instituto y se me había juntado con el ayuno de la fiesta a la que fuimos y por esa razón me mareé y me encontré tan mal.

—Yo ya he pasado por esa edad, sé lo que pasa en estas épocas de la adolescencia, venga, cuéntamelo—dice mirándome de una forma tierna.

—¡Estoy bien! ¿Vale? Vámonos ya de aquí—intento evitar el tema.