16. Mi mitá

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Entre las montañas, donde la temperatura era más suave y el sol daba una tregua, Natalia intercalaba el mundo analógico y el digital para hacerle una sesión de fotos a Alba. Mucho habían tardado en decidirse, pero ambas sabían que en cualquier momento del verano iba a suceder. Y sucedió:

—A ver, ahora una mirando hacia allá—se indicaba a sí misma y a su fotógrafa, y es que la joven granjera no entendía mucho de modelaje. Ella se encargaba mejor de los parámetros técnicos, algo con lo que jugaba como una niña pequeña—. ¿Ya?

—Toavía' no, un momentillo, Arba—carraspeaba mientras en su cabeza iban creciendo ideas cada vez más creativas—. Ara' zí.

—Voy a cambiarme de ropa y seguimos—advirtió, y la joven se quitó el top azul que llevaba, quedándose desnuda en medio de la naturaleza—. Oh, qué libertad...

—¡Arba, las tetas!

—Que no pasa nada, mujer—dijo tranquila, poniéndose una chaqueta blanca con la que pudo ocultar sus pechos.

—Po' como paze un cabrero y te vea' con las domingas ar viento verá. Ahí me viá reí yo.

—Qué más me dará a mí que un cabrero me mire las tetas...—rio despreocupada, subiendo a una roca mientras pensaba en la siguiente pose. Decidió sentarse e inclinar la cabeza hacia arriba, creándose en su pecho una estrecha y sensual línea de piel entre las solapas de la chaqueta.

¿Ze puée zé má' zezy? No, no ze puée. Es tan zugerente... Tan elegantemente zugerente... Ojú. Podríamo titulá la foto como buzón de zugerencia'... Me reiría de mi chiste, pero creo que me está dando otro bipanini. Anda ya, ¿cómo va a zé otro bipanini? No, zerá la puñetera tenzión. Que no merendao' y zoy de azúca' baja, me cago en dié. Zi ziempre me lo decía mi agüela, un caramerito en er borzo, Natalia... Zobretó en verano, que con estas calores traicioneras... Ay, que no, que no. Que es un bipanini en toa' regla. Mae' mía, voy a decí una coza mu' fea pero la voy a decí. O penzá, mejo dicho: le lamía to' er pechito. Eza carne al aire... grrrrrrrrrrrr.

—¿Nat?

—¡VOY, ZÍ, VOY! Es que... za' queao' pillá tu réfre. Tanta moernidá... —se excusó con risas nerviosas, y Alba frunció el ceño, volviendo a inclinar su cabeza hacia las nubes—. Po' yastá.

—¿Y con la tuya?

—Verdá—carraspeó, agarrando la cámara analógica, también colgada en su cuello—. ¿Las vas a revelá tú?

—Con tu ayuda—sonrió, recogiéndose el pelo en un moño. Los movimientos que hacía con sus brazos para atar sus mechones abrían su chaqueta más de la cuenta, y claro... La granjera lo veía de frente.

Jezú, perdóname' los pecaos, pero es que yo azí no pueo'... Mira que yo nunca zuelo tené este tipo de penzamientos, pero es que esta mujé... Yo no estoy prepará pa' una mujé azí. Dio' mío está más buena que un... ¡NATALIA! Por dio', pareces un babozo der pueblo... Pobre Arba, la de cochinadas que estás penzando... ¿Y qué le jago'? La Arba... Zeñó, ¿en qué he estao' yo penzando estos mezes pa' no fijarme en esta dioza griega? Es perfecta hasta haciéndoze una cola... Yo es que le chupaba to' la cara y to' lo que... ¡NATALIA, NO ZEAS OSZENA' CON LA MUCHACHA! Uy, uy, uy, que ze te abre la chaqueta, chocho. Ay. Ay. Que le veo er pezón. Tapa, chaqueta, ayúa. Ezo. Ojú, otra vé pa fuera. Ara' no, ara' zí, ara' no, ara' zí.

—¿Nat?

—Estaba penzando en un chiste, Arba—mintió, reaccionando con tremenda rapidez—. Cucha', cucha'. Le dice er padre a zu hijo. ¡Niño! ¿Funciona bien el intermitente? Y dice er niño: ara' zí, ara' no, ara' zí, ara' no.

Girazoles - (1001 Cuentos de Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora