14. Las fiestas de VillaOT

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—¡Hola, chicas! —entró Alba a la escena con una sonrisa más ancha de lo habitual. La pobre ingenua pensando que Natalia había descubierto que le gustaban las chicas...

—¿Y eza felicidá? —preguntó Julia risueña después de que ambas hermanas siguieran con la mirada el recorrido de saltitos que dibujó la rubia para llegar hasta la mesa.

—Hoy puede ser un gran día—sonrió, sentándose en una de las piernas de la granjera y rodeándola con los dos brazos por el cuello. Natalia encogió sus cejas y miró a Julia sin hacer ni una sola mueca.

¿Qué paza? ¿No hay zillas en er bá que ze me tiene que zentá en lo arto? Güeno, tampoco peza tanto. Y tiene er culito calentito. ¿Y ara' pa' qué me coge la mano y me la pone en zu cintura? Oy, oy, Arba, qué curva más cómoda. No me importaría agarrarte to' la mañana, vamo'. Es como acariciá el lomito de una burra.

—¿Cómo za' portao' mi marío?

—Ah, pues muy bien. Perfecto—asintió con rapidez, ansiando pasar de ese tema—. ¿Y vosotras? ¿Qué hacíais?

—Po' tomarno' una cervecita, ¿no lo ve'? Píete argo y te comes con nozotras unos...

—Altramuces—se adelantó Julia pronunciando con tremendo esfuerzo y delicadeza la palabra. Natalia echó su cara hacia atrás ante la sorprendente y extraña intervención de su hermana.

—¡Vale, voy! —exclamó contenta, dejando una descarada caricia en la mejilla de Natalia antes de entrar a buscar al camarero.

—¿Qué ha zío ezo, Julia?

—Ta' zobao' to' la cara, me meo. Eza quiere contigo.

—No, yo digo lo de "altramuces"—intentó repetir con burla la exagerada pronunciación de su hermana.

—Ah, hija, po' que como ziempre estás con lo de que no la incomodemo' con zu bollerismo... Po' no me parecía mu' bien decirle que ze comiera unos chochos.

—Bien penzao', Julita—ladeó la cabeza—. Pero zi ze llaman chochos, ze llaman chochos.

—¡¿De qué habláis?!

—¡Po' de las fiestas! —gritó nerviosa Natalia, recibiendo de nuevo el trasero de Alba en su muslo.

Pero de verdá, ¿qué le paza hoy? Está de un zobón que ni er Manolo. No, no viá escuchá a Julia porque luego me hago el lío. Arba ya me dijo una vé que porque le gusten las tías no tengo que gustarle yo... Ni yo, ni toas', vamo', quiero decí. Ni yo, ni Julia, ni Dolore', ni nadie. A vé, arguna mozita le hará tilín, por zupuesto. Digo yo. No zé. Ojú, Natalia, cierra el hocico. Que zuplicio tené que escucharme tor día. Ojalá vendieran bozales mentales.

—Ay, qué guay. ¡Tengo muchas ganas de feria! —exclamó dando un sorbo a su tónica—. Julia, ¿tú sabes cuál es mi zorpresa?

—¿Qué zorpreza, niña?

—Lo que he organizao' con la alcadeza... —le guiñó el ojo la granjera a su hermana, quien asintió lentamente.

—Te va a encantá, Arba. Pero es mañana, ¿eh? No te hagas iluziones—aseguró Julia—. Por cierto, moza, ¿podrías ayudarnos con una cozita?

—No nos puede ayudá, Julia, que es zu zorpreza—intervino Natalia molesta.

—Es otra coza, zo penca.

Se viene. Se viene. Me va a confesar su viaje inesperado a la acera contraria. Joder, joder. Y yo sin depilar. Mierda. Bueno. Natalia es una salvaje. Esto va a ser muy salvaje. Uf, hacía tiempo que no me ponía así de nerviosa. Pero si estás tol' día paniqueando... Bueno, eso es otro tipo de nervios. Los de ahora tienen sentido, porque me va a confesar que...

Girazoles - (1001 Cuentos de Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora