La vida sigue.

540 73 26
                                    

Tres años después...

En un cementerio estaban Miroku, Sango, Kagome y Kikyo. El cuarteto estaba frente a una gran y hermosamente decorada tumba cubierta de rosas blancas. Miraban ese monumento con melancolía, en esa parte del terreno mortuorio estaban sepultados todos y cada uno de sus parientes perecidos, estaban ahí para homenajear al último.

—Koga ya se tardó. Solo tenía que traer un arreglo floral y eso no es tan difícil. —Kagome sacudió sus ropajes negros y su voz cargada de molestia hizo voltear a sus acompañantes.

—Seguramente no se decide por uno, ya sabes como es él. No creo que tarde mucho.

—Miroku tiene razón. Además Ayame está con él para aconsejarlo. —Habló la oficial de policía mientras tomaba de la mano al pelinegro.

—Entonces tardarán más, Ayame no es de las chicas que logran decidir a la primera. —Kikyo trató de reprimir una pequeña sonrisa de burla al recordar a la oficial de ojos esmeralda.

Minutos después llegaron Koga y Ayame con un gran ramo de rosas, se acercaron a ellos y las colocaron en la tumba que tenían al frente.

—Lamento la demora pero Koga no se decidía por ninguna.

—Se los dije. —Rió Kagome, conocía perfectamente bien a ese chico. No por nada lo había criado ella sola prácticamente.

Muchas cosas habían pasado en esos tres años, Miroku y Sango se habían casado poco después del secuestro y después de una larga luna de miel habían anunciado que la oficial Sango Akashi estaba embarazada y a la fecha ya tenían a un par de gemelas hermosas y muy parecidas a su madre.

Koga se había animado a declararle su amor a la oficial de ojos esmeralda y ella con una enorme sonrisa le había dado el sí.

Sesshomaru había sido ascendido a Inspector en jefe y todos estaban orgullosos de él, ahora mismo estaba de vacaciones por su trabajo duro.

—¡Oigan, chicos!. —Una voz bastante conocida los hizo voltear. El ahora inspector en jefe iba hacia ellos con una sonrisa en su rostro. Algunas miradas de reproche le fueron brindadas.

—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en tu luna de miel?. —Kagome se cruzó de brazos y una mirada basto para mostrar su molestia.

—Kagome tiene razón, aún falta una semana para que termine. —La apoyó Kikyo.

—No podía faltar al...

—¡Mamá!. —Los gritos de las gemelas interrumpieron al oficial.

—En fin, ¿Dónde dejaste a tu flamante esposo?. —Las miradas se centraron en él ante lo dicho por su media hermana mayor, suspiró con fastidio ante la familia tan entrometida.

—Se desvió hacia la florería, dijo que quería honrarlo también. No debe tardar, tomara el primer arreglo que vea y vendrá. —Una sonrisa adornó su rostro, aún se les hacía raro ver al hombre sonreír sin ser una sonrisa maliciosa sino una verdadera sonrisa.

—Ya no lo dejas salir, pobre de él. —Dramatizó Kagome.

—Kagome tiene razón, pobre de él. Deberían salir de la cama más seguido. —Se burló Miroku y todos rieron ante lo dicho.

—Cállense, ya viene. Saben que no le gusta que hablemos de él. —Murmuró Koga, Kikyo y Sango cargaban a las niñas que se habían quedado dormidas.

—Aquí están las flores. —Las dejó junto a las que había traído el moreno.

—¿No deberías estar en tu luna de miel complaciendo a tu esposo?. —El comentario de Koga logró avergonzarlo a tal punto que sus mejillas se colorearon.

—¡Cállate, idiota!. —Gritó con las mejillas coloreadas.

—Ya van a empezar. —Murmuró el platinado y lo abrazó por detrás para evitar que se abalanzara en contra de Koga y empezaran a pelear en ese lugar que debía ser respetado.

—Ya deberíamos marcharnos, ya hemos estado mucho tiempo aquí. —Todos asintieron ante la voz de Kikyo.

—Bien, es hora de irnos. —Mencionó Kagome y empezaron a caminar. Dieron una última mirada a esa tumba y siguieron su camino.

—Oye idiota, te apuesto a que yo llegaré primero. —Lo retó Koga mientras corría a su auto.

—Claro que no, yo llegaré primero. —Corrió a la par de él hasta llegar al auto donde había llegado con Sesshomaru. —¡Apúrate Sesshomaru, el sarnoso me va a ganar!.

—Nunca cambiaran. —Negó el inspector con una sonrisa tranquila.

—¡Ayame, corre o te dejaré! ¡La bestia no me va a ganar!.

—Estás en lo correcto. —Afirmaron los demás.

—¡Oigan par de idiotas, estamos en un cementerio! ¡Tengan más respeto!. —El gritó de Miroku hizo voltear a ambos primos.

—¡Cállate Miroku!. —Gritaron al unísono.

Todos subieron a su respectivo auto y emprendieron la marcha.

—Inuyasha, es el aniversario de la muerte de tu padre. Ten un poco más de respeto. —Regañó el inspector.

—Pero Koga me retó, él tiene la culpa. —Hizo un mohín que le pareció adorable al hombre a su lado, nunca podía reprocharle nada a ese niño mimado.

—De acuerdo, vámonos. Acelera que Koga te está ganando. — Lo apoyó, desde que había firmado esa hoja que lo unía en matrimonio con ese niño había prometido hacerlo y eso aplicaba hasta en las ocasiones más infantiles que pudieran pasar.

—¡Tienes razón!. —Un beso rápido y pisó el acelerador siguiendo a Koga, iban rumbo a la mansión Taisho.

...

...

Al llegar quedaron en empate, con una sarta de groserías intentaban decidir quien había sido el ganador. Todos miraron la escena como si fuera lo más natural de mundo y lo era, no había momento en que ese par no estuviera compitiendo a peleando cual niños pequeños.

—¡Yo gané, bestia!.

—¡Mientes, yo lo hice!.

También lo natural era ver al inspector irritado ante el comportamiento infantil de ese par, odiaba sus fastidiosos gritos y quejas, por mucho que quisiera a ese niño mimado su actitud no cambiaría y eso pasaba con él también.

—¡Ya cállense los dos!. —Y como pasaba cada que el inspector alzaba la voz ambos se callaron de inmediato.

Entraron a la casa, ahí solo vivía Kagome y Koga, la vida de casados les había quitado a Inuyasha y a Miroku que los visitaban de vez en cuando pero de manera regular.

—Esta casa me trae recuerdos. —Comentó el peliplateado mayor y abrazo por la espalda al menor.

Recordó el primer día en ese lugar, la presentación y la pelea con el menor de los hermanos. Recordaba como poco a poco había caído rendido ante los pies de ese niño que había tenido todo lo que deseaba y eso lo incluía a él mismo.

—Y pensar que casi perdimos a un Taisho ese día. —Agregó Kagome.

—Pero Sesshomaru lo impidió. —Kikyo se unió a la plática, los demás solo asentían.

—No es para tanto. Hice lo que debía para protegerlos a ustedes y a ti mi niño mimado. —Lo apretó contra sí, ese día había sido algo difícil y lleno de emociones.

Recordaba todo lo que pasó y por un momento pensó que fallaría y perdería a ese niño que ahora estaba entre sus brazos, un día que no quería volver a repetir.

Continuara...

Enamorado en una vida peligrosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora