Enamorado

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Emilio

La alarma de mi celular me despierta a las seis de la mañana en punto, teníamos que apresurarnos ya que mi madre había contratado un tour que nos llevaría a los lugares más turísticos de Canadá, hoy nos tocaba ir al parque nacional Banff, así que me puse la ropa más calientita que tenía, me arregle el cabello y salimos directo al restaurante del hotel para desayunar antes de nuestra aventura.

Mi día mejoró cuando entrando al restaurante pude ver a cierto chico en la barra de fruta sirviéndose un plato, por lo que no dude en acercarme antes de que se me escapara.

-Adivina quien soy- dije después de colocar ambas manos en sus ojos.

-¡Emi! Hola- dió una pequeña risa mientras liberaba su rostro y de giraba para saludarme con un beso en la mejilla, haciéndome sonreír.

-¿Que haces despierto tan temprano bonito?- logre preguntar después de su saludo inesperado pero bien recibido, mientras tomaba un plato para servirme algo también. 

-Voy con mi mamá y mi hermana a un tour por el parque Banff, ¿tú?- eso me sorprendió demasiado, creo que el destino si nos quiere juntos.

-¡También! Es increíble, podremos estar juntos- mi emoción era tanta que no pude disimularla, deje el plato a un lado y lo abracé, cuando me di cuenta de mi acción me aparte sonrojado a más no poder mientras él solo me miraba con un gesto gracioso en la cara.

Después de un rato platicando nos dirigimos cada quien a su mesa para terminar el desayuno y poder ir al autobús que nos esperaba afuera para llevarnos a nuestro destino.

Ya que subimos al autobús vi que Joaco iba sentado solo frente a su papá y su hermana, así que le dirigí una mirada de súplica a mi madre para sentarme con él, ella entendió y asintió dijo que así podría tener más espacio para acostarse y estaría más cómoda, así que se sentó en los asientos libres delante de Joaquín.

-Disculpe señor, ¿puedo sentarme aquí?- hice mi voz más ronca y cara de persona elegante, lo que provocó que Joaquín estallara en risas.

-Si, puede sentarse- dijo tratando de imitar mi voz, ahora quién se soltó a reír fui yo.

Como sería un viaje largo decidimos hablar un poco de nosotros, es extraño porque con Joaco puedo hablar de mi sin miedo, platicar de lo que sea y sé que no me va a juzgar, creo que en estos días que eh platicado con él ha conocido cosas de mí que no saben ni mis amigos de años pero la confianza que me hacía sentir no la podría ni explicar solo apareció desde que lo vi a los ojos por primera vez.

Después de un buen rato platicando le compartí uno de mis audífonos para que escucháramos música juntos, sorprendentemente muchas canciones que me encantan, las conocía y le gustaban, pude escuchar como cantaba algunas y sin pensarlo demasiado decidí cantar con él sin miedo de nada.

Tuvimos un día inolvidable, mi mamá comenzó a platicar con el papá de Joaquín y se llevaron muy bien, tanto que durante todo el recorrido estuvimos todos juntos, ellos iban platicando con Renata y nosotros en nuestro mundo.

Cuando llegamos a la pista de patinaje solo entramos la hermana de Joaco, él y yo, nuestros respectivos padres prefirieron esperarnos afuera mientras tomaban un chocolate caliente. 

Nunca antes había patinado sobre hielo y me sentía muy torpe, a penas podía avanzar y ya me estaba cayendo, por otro lado Joaco y su hermana parecían profesionales, lo hacían muy bien, para mi gusto Joaco lo hacía mejor pero ambos podían patinar sin caerse, incluso Joaco parecía que volaba, se deslizaba de un lado a otro de la pista con delicadeza, como si sus pies apenas rozaran el fino hielo bajo las navajas de los patines,  mi giro varias veces asemejándose a un ángel, y al enfocar su mirada en mi rápidamente se acercó decido.

-¿Porque te quedas ahí parado?- hablo girando su rostro de lado acompañado de una sonrisa inocente. 

-Es que.... e-en realidad, yo.... no sé patinar, o sea si se, pero en hielo, o sea si eh usado patineta pero, pues no así, como que no es tan lo mismo- me puse nervioso por su cercanía, él me miró con ternura y me extendió su mano para que la tomara, no dude ni un segundo en hacerlo y poco a poco me fue ayudando a patinar, después de una hora o un poco más podría decir que ya puedo patinar sin ayuda y hacerlo bien, no tanto como él pero al menos no me caía a cada paso.

Cuando llegamos al área de snowboard fue mi momento de enseñarle, eso si lo había hecho antes, y al parecer Joaco no pero estaba emocionado, nos deslizamos juntos recorriendo cada rincón de la zona permitida por mucho tiempo, debo reconocer que cada que tomaba su mano sentía lo mismo de la primera vez pero de alguna forma cada vez lo sentía más fuerte.

Para cuando llegamos al paseo en trineos se nos unieron su padre y mi madre, nos subimos todos en un gran trineo, Renata, Joaquín y yo adelante, Richard y mi mamá atrás. 

Durante el trayecto te regalan de cortesía una taza de chocolate con bombones, a penas nos las entregaron pude ver que Joaco termino muy rápido con sus bombones e hizo un puchero cuando vio su chocolate sin las esponjosas bolitas dulces de bombón que lo acompañen, así que con ayuda de una cucharita le pase los bombones que me quedaban.

-Ay no Emi, ¿qué haces? Son tuyos- fijo su mirada en la mía.

-Si pero tú los quieres más que yo- le sonreí de lado y noté que sus mejillas se ruborizaron, es que este chico es tan tierno que muero de amor.

Ya para finalizar el día recorrimos lo que quedaba del parque, era una vista espectacular, los lagos estaban congelados, los árboles y las montañas cubiertos de un manto blanco, todo era hermoso, pero nada lo era más que el chico que caminaba a mi lado.

Cuando íbamos de regreso al hotel nos quedamos dormidos en cuanto nos subimos al autobús porque estábamos muy cansados, fue un día lleno de aventuras pero si fue bastante agotador. 

Creo que íbamos a mitad del camino cuando me desperté con ganas del ir al baño, sin embargo cuando quise moverme sentí cierto peso en mi pecho así que abrí mis ojos y giré mi cabeza, me encontré con la carita de Joaco, estaba recostado sobre mi, al mismo tiempo me di cuenta que tenía mi brazo al rededor de sus hombros, se veía tan lindo durmiendo que no lo quería despertar pero necesitaba ir al baño así que con mucho cuidado lo levanté y recosté su cabeza en la ventana, no sin antes colocar una bufanda enrollada para que no se lastimara, cuando regrese lo volví a acomodar entre mis brazos y me di cuenta que conocerlo no era una coincidencia, con él puedo ser real, puedo ser yo y ese es el mejor regalo que sin darse cuenta él me da y en ese momento, con este hermoso ángel en mis brazos espero que se quede en mi vida el mayor tiempo que se pueda y si de mi depende, por siempre. 

Enamorado por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora