«Ángel oscuro»

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Voy detrás de una especie de ser divino, me subo a la nube de el travieso sueño y me embarco a través de la niebla del cielo azul que a medida que más lejos voy más azul se torna, a lo lejos observo una figura, quizás buena o quizás fundida de maldad, pero se encuentra en una delicada puerta que al parecer es la entrada a mis más oscuros y paradisíacos sueños...

Estiro mi mano, e intento tocarte.

Te alejas... Sin aliento me dejas, al observar tan de cerca tu fino rostro tallado y esculpido por los mismos dioses.

Restriego mis ojos, ¿será esto un sueño? ¿o será una fantasía mía?

Definitivamente no hay definición válida, para lo que me das a probar, la sensación que me provocas al rozar tus dedos sobre la línea de mi cuerpo, el cielo.

Se siente cómo el cielo.

Se siente cómo volar en las alas de un ángel.

¿Serás tu, hermosa criatura, un ángel del cielo? Te crearon a la medida de mis más puros anhelos, te tallaron con el objetivo de saciar mis más oscuros deseos.

No te alejes.

Envuélveme sobre tus alas, tómame en tus brazos, estrujame sobre tu cuerpo, déjame respirar tu aire, permite que por un momento tu cabello roce sobre mi cuello.

Eres el maligno deseo que un mortal no puede pedir.

Eres mi castigo de los dioses personal.

Déjame probar el elixir en tus besos, mi divino acompañante, en mis más profundos sueños de amor y de pasión, en mis tortuosas fantasías de placer te he observado con total protagonismo.

Tomaste el timón de mis sentires, de mis más puros miedos, de mis más profundos sueños, bajo tu luz me alimento, en tu nombre me complazco a la espera de que bajes y me complazcas tú, sin medir, ni sentir ningún tipo de tormento.

Quiéreme sin querer, siénteme sin sentir, ven a fundirte sobre mí y quédate allí, no me despiertes nunca, porque sé que al abrir los ojos no estarás ahí, estarás tomando rumbo a tu cielo, estarás volando lejos a tu paradisíaco universo. Aunque de vez en cuánto te salgas de allí y me compartas un poco de ese maravilloso campamento secreto y divino, ese mundo oculto que llamaste paraíso natural, gracias al vaivén de tus caderas retozando sobre mí y tus besos que recrean el mismísimo firmamento sobre tus volátiles labios con sabor a gloria.

Gracias a ti, preciosa criatura del cielo, creo en Dios.
Por ti, cariño; creo en la vida y en la vida que creó.

N. Velásquez.

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