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Argentina quiso detener a Rusia, sin embargo, fue demasiado tarde. Se había marchado.

Japón movió su mano frente a los ojos de su amado y le dijo en un dulce tono:

-¿Sucede algo? Sabes que puedes confiar en mí.

-No, no. Tranca palanca, vamos a casa.

Ambos se carcajearon ante el comentario del más alto y tomados de la mano, se dirigieron a su hogar.

En su residencia, anterior a la entrada, se hallaba un pequeño pero de igual manera, hermoso jardín. Este, se encontraba repleto de flores y árboles. Además, una laguna lo atravesaba y para poder pasar, se debía cruzar un pequeño puente.

Su fachada contrastaba con el interior debido a que tenía toques modernos. Algunos cuadros decoraban las paredes. Los muebles eran todos de una madera oscura y, en su superficie, poseían un traslúcido cristal. Poca era la iluminación ya que cuando era de día, los rayos del Sol entraban con tanta fuerza que toda la casa resplandecía de luz. También había una chimenea revestida en madera.

Luego de cerrar la puerta con llave, Japón alegre, comentó:

-Invité a Corea a casa ¿no te molesta verdad?

-Nop, para nada. Vos sabés que somos re buenos amigos.

Japón le dio un beso en su mejilla y se fue a la cocina a preparar algo de cenar. Por otro lado, Argentina no podía quitarse de la cabeza las palabras que le había dicho Rusia. Él no solía ser así. Para el argentino, el ruso era un misterio. Estaba seguro de que algo le estaba pasando. Iba a descubrir la verdad, y haría lo imposible por ayudarlo.

El Fruto Prohibido | Country HumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora