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Unas horas más tarde, Rusia se despertó y notó que se hallaba aprisionado entre los brazos de Argentina. Sin embargo, no se sintió incómodo. Sino, que deseó quedarse así para siempre. Se sentía protegido, querido...

Y de repente, se dio cuenta de que se había quedado fascinado por la forma en la que dormía el menor. Es que, él brindaba calma a todas sus tormentas internas.

Argentina poco a poco iba abriendo sus ojos. Estos, se cruzaron con los brillosos ojos violetas de Rusia.

Por unos segundos se mantuvieron conectados.

Argentina fue el primero en levantarse y como todo un caballero, le extendió la mano a Rusia para ayudarlo.

Al instante, las mejillas del mayor se pintaron de un tono carmesí.

Sus manos se rozaron y un escalofrío recorrió a Rusia.

-Vamos a bajo- propuso el argento.

-Está bien.

Una vez que bajaron, sus fosas nasales se enriquecieron con un aroma delicioso. Así que Argentina guío a Rusia hacia la cocina, donde Japón se hallaba preparando un festín.

-¡Chicos! Hola, no los había escuchado- dijo el japonés con una sonrisa.

Su pareja se hallaba con los ojos como platos, y de su boca, se escapaba un poco de saliva.

-Che, cada día me enamoro todavía más de vos- confesó Argentina.

-Kiiaaa, no digas eso- dijo Japón con un puchero.

Rusia reía en lo bajito.

Una vez que la comida se hallaba lista, los tres se sentaron en la mesa. Argentina estaba a punto de comenzar, cuando recibió un golpe en su cabeza.

-Visitas primero- decretó.

El argentino suspiró.

Rusia volvió a reír, amaba la forma en que se trataban. Pronto, eligió algunas cosas y las colocó en su plato.

Y apenas probó una de ellas, una explosión de sabores invadió toda su boca. Era increíble.

Japón le hizo una señal a Argentina para que pudiera iniciar.

-Que rico que está la puta madre- opinó el argento.

Los otros dos se carcajearon ante su comentario, ya estaban acostumbrados a los esporádicos insultos del argentino.

-Japón, no has probado tu comida- comentó Rusia confundido.

El castaño se encogió de hombros.

-Sos hermoso y de eso no hay duda, si no querés comer, no te voy a obligar. Pero quiero que sepas una cosa: no voy a dejar que caigas enfermo y mucho menos que te dignes a decir que sos feo, o que estas gordo. Además, qué importa lo que diga una balanza de mierda- dijo un argentino bastante molesto.

Rusia se pegó la frente con una de sus palmas. No paraba de cagarla. Así que esta vez, comenzó a contar algunas historias divertidas sobre su vida. Esto dio resultado debido a que Japón empezó a llorar de la risa y Argentina golpeaba la mesa en busca de aire.

De repente, el teléfono del argentino empezó a sonar.

-Hoola wachín ¿cómo andás? Tanto tiempo- se escuchó del otro lado de la línea. Era su hermano Uruguay.

Argentina lo puso en alta voz.

Estuvieron un rato largo hablando de trivialidades mientras Rusia ayudaba a Japón a lavar los platos.

-A, me olvidaba de una cosa. Voy a dar una fiesta en mi casa y el dress code es... redoble de tambores por favor...

Argentina tocó la mesa como si de tambores se tratasen.

-Sexy- y al decir esto, ambos hermanos gritaron emocionados a la vez.

-Hoy es tu noche, así que si no te acercás a México y aunque sea le decís "hola", te re cago a piñas. ¿Me escuchaste no?- amenazó Argentina.

-Olvidate, le gusta Canadá. Es obvio- le contestó desilusionado el uruguayo.

-No, lo que es obvio, es que te re da. Y si no lo sabías, ahora lo sabés. No tenés excusas.

Continuaron con su charla y luego de un tiempo, cortaron la llamada.

-Bueno gente, ya escucharon. A prepararse- exclamó el argentino. 

El Fruto Prohibido | Country HumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora