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La habitación en la que se encontraba la pareja discutiendo, no era tan amplia como las otras. Los colores de sus paredes jugaban entre el negro y distintos tonos de grises oscuros. Un letrero blanco las decoraba y este, se hallaba encendido. Cortinas de terciopelo caían de la única venta que dejaba pasar la luz. La cama, se encontraba a un costado y sobre esta, reposaban las sedosas sábanas y algunos almohadones.

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Rusia no sabía qué hacer, sus brazos y piernas estaban paralizados. Había quedado varado en la entrada de la habitación, observando toda la escena y oyendo los gritos que se intercambiaban.

Súbitamente, pudo apreciar cómo Argentina rodeaba el cuerpo del menor con sus fuertes brazos. A pesar de que el más joven intentó liberarse, fue inútil.

Las piernas del japonés comenzaron a perder sus fuerzas, aun así, el rubio jamás lo dejó caer.

No obstante, se notaba desde kilómetros que ambos se amaban profundamente. Ningún obstáculo, por más que fuera grande o pequeño, podría separarlos. Siempre se tendrían el uno para al otro.

Rusia comenzó a sollozar. Él constantemente se entregaba completamente a sus parejas y les demostraba todo el cariño que necesitaban, las apoyaba cuando nadie más lo hacía... y a pesar de todo, eternamente lo terminaban utilizando o abandonando. Rasgaban su corazón como si se tratase de un mero papel.

Se estaba hundiendo cada vez más en su cabeza.

Se dirigió rápidamente al baño y se encerró allí.

Desesperado, buscó por todos sus bolsillos la navaja. Sin embargo, no logró encontrarla.

-¡No te vayas! ¡Quédate conmigo! ¡Por favor!- exclamó un niño.

Sus lágrimas caían como cascadas. La angustia y el dolor lo atormentaban.

-Regresaré pronto, pequeño. Te lo prometo- decretó el hombre con una falsa sonrisa.

Se abrazaron fuertemente. Ambos sabían que esa sería la última vez que se verían, la última vez que se abrazarían, la última vez que se dirigirían la palabra... Querían mantenerlo en secreto por unos segundos más, quedarse de esta manera para siempre.... la verdad era demasiado dolorosa.

-¡Papá!

El hombre se dio vuelta una última vez y continuó con su camino.

Rusia comenzó a temblar, no deseaba recordar.

Tomó entre sus manos su cabeza y liberó toda su angustia.

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Argentina limpió las lágrimas de Japón y dejó un casto beso en sus labios.

-Te amo- susurró el rubio.

-Yo más- aseguró el japonés con una pequeña sonrisa.

-Che ¿y el Tripaloski?- preguntó preocupado el argentino.

-No lo sé- contestó Japón de igual manera y agregó- Yo busco abajo, tú quédate en este piso y avísame si lo encuentras.

-Está bien.

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Al bajar las escaleras, Japón se encontró con que Brasil se hallaba todavía sentado en la cocina tomando el café que le había preparado más temprano.

-¡Olá japão! ¿E essa cara? ¿¡O que aconteceu!? (¡Hola Japón! ¿Y esa cara? ¿¡Qué sucedió!?)- preguntó inquieto el brasileño.

El japonés le explicó toda la situación: desde la pelea con Argentina hasta el momento en el que Rusia desapareció.

-Não se preocupe, eu te ajudo (No te preocupes, yo te ayudo) - decretó Brasil.

Japón hizo una pequeña reverencia en forma de agradecimiento. El brasileño se la devolvió y comenzaron a buscar por todo el jardín.

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Mientras tanto, el argentino entraba en cada habitación del piso superior.

Cuando intentó abrir la puerta del baño, notó que se hallaba cerrada desde el interior

-Rusia, abrí- susurró el argentino.

El mayor, se encontraba completamente perdido en sus pensamientos. Daba la impresión que su alma había abandonado su cuerpo. Por más que deseara detenerse, no podía. Las pequeñas gotitas que escapaban de sus ojos se convertían en ríos que fluían hacia abajo.

Argentina, exasperado, retrocedió unos metros y tomó impulso para derribar la puerta. Lo que sus ojos le mostraban, partió su corazón.

Rusia se encontraba en una esquina del baño, mirando sin ver. Sus mejillas estaban húmedas.

El argentino, sin vacilar, corrió en su dirección y lo abrazó. Colocó la cabeza del ruso en su pecho, y comenzó a acariciarla dulcemente. Quería transmitirle que todo estaría bien, que todos sus problemas se resolverían...

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Japón y Brasil caminaban a la par.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

-Sim, díga-me (Sí, dime).

-¿Cómo era Argentina contigo?

-Comigo ele era a pessoa mais amigável e mais terna do mundo. Isso me fez rir o tempo todo, sempre foi sua prioridade (Conmigo era la persona más amable y tierna del mundo. Me hacía reír todo el tiempo, siempre era su prioridad)- dijo el brasileño con una diminuta sonrisa.

- Ya veo- comentó Japón.

- Fique calmo, nada vai acontecer entre nós- aclaró Brasil preocupado y agregó- Apesar de tudo, é impossível eu te enganar. Eu nunca faria isso com ninguém (A pesar de todo, es imposible que te engañe. Jamás le haría eso a nadie).

Japón decidió confiar en sus palabras.

Súbitamente, el teléfono de Brasil comenzó a sonar.

- Eu deveria ir. Obrigado por tudo (Debería irme. Gracias por todo).

Japón saludó con su mano y se dirigió a su casa.

Una vez dentro, le resultó extraño la falta de sonido. Así que subió al piso de arriba, y notó que la puerta del baño se hallaba abierta.

Se asomó, y observó que ambos se encontraban dormidos: Rusia descansaba plácidamente en el pecho del rubio y Argentina, reposado contra la pared. Por alguna razón, a Japón no le causó celos, tristeza o enojo, sino, que le resultaba tierno. De esta manera, se fue a buscar una manta, los tapó y le dio un beso en la frente a cada uno.

Luego de esto, se retiró para preparar la cena.

El Fruto Prohibido | Country HumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora