Capítulo 4 - Caníbal [Parte 1]

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"Escuché crujidos y sonidos desgarrantes"


Salí de la cueva adolorido por aquella batalla tan increíble. Había matado al primer indigente de ahí...

¡JA! SE LO MERECÍA.

...

No, no. ¿Cómo podía pensar eso?

Dios, qué loco sueno así.

De pronto, me adentré en una rutina día a día de caza, masacre y... Sangre.

Cada día lo mismo.

Cada día peor que el anterior.

El siglo se hizo eterno. Por lo menos, seis días seguidos de la misma secuencia.

La misma mancha de sangre y el mismo desgarrador sonido de las criaturas siendo cortadas por la filosa hacha.

En dos. Mientras su sangre se desparramaba en el suelo cual agua de un río. Lentamente apoderándose de su sufrimiento hasta matarlos.

Era lo mejor.

Es más, podría decir que yo había sido hecho para matar a aquellas bestias tan estúpidas y mugrientas.

Sí.

Yo debía eliminarlos.

Al séptimo día, salí de mi curioso refugio del claro, con mi hacha del avión y algo de ropa.

Sí, tenía ropa nueva.

Había vuelto al lugar del desastre a por provisiones, y, como mi ropa anterior estaba sucia, decidí despojar el vestido de azafata de la rubia.

Tenía que sobrevivir.

Y el vestido era un asco.

Era eso o un hedor a sangre pura.

Saqué de mi mochila el mapa y la brújula, cuando noté algo peculiar. Había una especie de equis verde señalada en el mapa, con unas letras garabateadas que claramente se podía leer como:

'El manzano del bosque'

Vaya nombre, me pregunto qué será, pensé, mientras recogía unas cuantas cosas listas para el viaje.

Decididamente, tomé mi mochila cubierta de piel de animales, algo de carne y materiales.

Seguí el camino más peligroso hacia aquel lugar.

De algo nos tenemos que morir...

¿No?

Pues yo moriré encontrando a Timmy.

Crucé una especie de arbolada. Todo parecía muy tranquilo y silencioso.

Sereno.

Posteriormente, se empezaron a escuchar correteos de las ardillas y venados por el área. No tenía ganas de cazar ese día.

Ya había tenido suficiente con todos esos días.

Ya quería irme de ese estúpido lugar.

¿Por qué nada podía ser normal?

Pensar no me llevó a una respuesta, así que simplemente seguí el camino rocoso hasta la zona marcada.

Al llegar, vi algunas señales... Señales raras.

Habían rocas, palos y cráneos armados, en una especie de 'lámpara' o algo como eso.

Qué extraña sensación. Sentía que aquellas cuencas de adentraban en lo más profundo de mi alma, viendo todo lo que había hecho tras llegar al nauseabundo lugar.

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