A pesar de que ese séptimo día fue el más cálido de la semana, Serafina no dejó que Claudia y Miriam salieran de la casa hasta que se hubieran puesto los chales sobre los hombros.
—¡Hace calor ahora, pero a la tarde se pondrá más frío! —les advirtió—. ¡Así que nada de peros, las quiero a las dos bien abrigadas!
Claudia y Miriam intercambiaron una mirada. A Claudia le alivió ver que a su hermana también le temblaban las comisuras de los labios, como si estuviera aguantándose las ganas de echarse a reír. El sol podía golpear el suelo con toda su furia y Serafina insistiría que era necesario abrigarse de todos modos.
—¡Yannick! —gritó cuando su hijo pasó por detrás de ella—. ¿Se puede saber a dónde vas vestido así?
Yannick se detuvo en el vaho de la puerta y la miró con un poco de culpa.
—El señor Brahan dijo que necesita ayuda para hacer algunos preparados.
—¿Te pagará? —quiso saber Serafina, entrecerrando los ojos.
—Va a dejarme ver sus tratados de anatomía.
—¡Eso no es un pago! —protestó su madre—. Ese hombre gana bastante atendiendo a todos los enfermos del pueblo, lo menos que puede hacer es darte unas monedas por tu ayuda. Díselo.
—Sí, mamá —contestó Yannick humildemente.
—¡Y ponte un abrigo!
Claudia y Miriam no aguantaron más la risa. Yannick las fulminó con la mirada, pero descolgó el abrigo del perchero junto a la puerta y se marchó.
—¡Y vosotras, dejad de cacarear como gallinas ponedoras! —les espetó Serafina, poniendo una canasta en las manos de cada una—. ¡Vamos, vamos, que se comprarán todo en el mercado y luego tendremos que comer raíces!
Kaspar les hizo un gesto con la mano desde su sitio junto al galpón, donde estaba cortando madera. Era el único día de la semana que los trabajos en el campo de Sattler le dejaban tiempo para hacer eso. Claudia lo miró levantar el hacha y dejarla caer sobre el tronco delante de él, con rítmica perseverancia.
—Yannick tendría que haberse quedado a ayudarlo —opinó.
—Yannick tiene la cabeza en otras cosas —dijo Serafina, con un encogimiento de hombros—. Es bueno que aprenda de Brahan. Si está tan viejo y ciego como siempre se queja, es mejor que tengamos alguien que pueda reemplazarlo.
—Pero para ser un curandero de verdad, Yannick tendría que irse a la ciudad y estudiar —dijo Miriam.
—A veces un medio curandero es lo mejor a lo que se puede aspirar —contestó Serafina, con un encogimiento de hombros.
Claudia no estaba de acuerdo. Yannick no podía pagarse el viaje hasta la ciudad y el ingreso a la Escuela, pero el alcalde Sattler sí podría pagárselo. O prestarle el dinero. En cualquier caso, él, como alcalde, tendría que asegurarse que siempre hubiera un curandero en el pueblo para cuidar de los enfermos, ¿no era así? Si Brahan se moría mañana, no habría nadie con quién reemplazarlo. ¿Por qué no enviar a Yannick a estudiar, por las dudas?
Les contaría su idea de pedirle dinero a Sattler cuando regresaran a casa esa noche. A Serafina no le gustaría la idea de que uno de sus hijos se fuera tan lejos, pero seguramente Kaspar estaría de acuerdo que aquello sería bueno para el futuro de Yannick. Por ahora, acababan de llegar a la plaza, donde los puestos del mercado ya estaban instalados y listos para empezar el día.
Como todo en Hamelin, el mercado había sufrido una degradación desde que Claudia era niña. Antes, solía haber más de una docena de puestos, todos rebosantes de verduras y carne, pescados y huevos, hierbas aromáticas y hasta sartenes y ollas. Esos días, sin embargo, los vecinos que podían costearse un puesto con toldo eran pocos, así que en el invierno y los días de lluvia el mercado era prácticamente inexistente. Ahora, durante los buenos días de primavera, no era más que una reunión de vecinos donde se intercambiaban más productos que dinero antes de que el Devoto Jonas llamara al servicio de la tarde.
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El cuento del cuentacuentos
Fantasy"Era una historia triste, pero romántica, y esperaba que ella supiera apreciarla." • Sinopsis • Antes de ser el cuentacuentos de una Bruja, Cheshire era un muchacho zaino, viajando en una caravana con su familia, igual de nómada que toda su gente...