3. Séptima con 22, Centro/La Plaga del Sueño

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Camino a ver a mi siguiente entrevistado me vi en la obligación de resguardarme en la Calle 15 con Carrera 4ta ante el aviso de que la Neblina Roja rondaba por el sector. Sobre esta sustancia, o más bien, tipo de radiación sin identificar, sólo puedo decir que, como en los cómics y en la televisión, Esta cosa sí que te cambia. Volviendo al tema, mientras se disipa la niebla aprovecho que recién me encontré también con alguien muy involucrada en la situación que se vive hoy en día con los niños afectados por la Plaga del Sueño. Estoy con...

Johanna Gaitán.

Johanna Gaitán en una cafetería del Centro charlando sobre su actual profesión, que casi podría decirse que es más una acción samaritana, y de buena voluntad.

Suenas como si me quisieras canonizar, jaja.

Es que por lo que me cuentas no quieres recompensas ni pagos por lo que haces. Sólo es como un servicio que quieres prestar y ya.

En realidad es porque no me queda de otra. No veo como mi preparación pueda hacer algo en una ciudad donde mis pacientes se mermaron de un momento a otro.

¿Los niños?

Así es. Como psicoterapeuta titulada y especializada en tratar problemas psicológicos en menores, los niños son mi especialidad.

¿Pero que hay acerca de los niños menores de 5 años? Ellos también requieren de los servicios de alguien con tu titulación y experiencia.

Son pacientes que también merecen asistencia, pero esto que sucedió, este... sesgo repentino de la infancia, seguro que mata los ideales de cualquiera.

Sí, te comprendo. Es como si al zapatero se le acabara la labor porque de repente todo el mundo aprendió a volar y ya no ven necesario usar zapatos.

Ah... Bueno, muy rebuscada tu analogía, pero sí.

Bien. Continúa hablándonos de ti... y de lo que haces.

Antes de dedicarme a esto yo trabajaba como psicoterapeuta independiente, y ya había abierto mi consultorio. Ya tenía tres pacientes a los qué tratar. Uno era un niño con problemas de conducta, otro tenía problemas de aprendizaje, y también había una niña a la que le hacían matoneo en el colegio. Todos tres con edades entre los 6 y 9 años. Los veía una vez por semana, un día distinto a cada uno. Jugaba con ellos, a través de dibujos o imágenes realizábamos la terapia y determinaba cómo tratarlos. Yo había acabado de salir de la universidad y me sentía realizada con sus casos en mis manos. Estaba segura que luego vendrían más y que no me iba a quedar tiempo ni para revisar redes. Se me iba a ir la vida haciendo lo que me gustaba.

Desafortunadamente vino esa infección, plaga, peste... y con ella se fueron mis anhelos. Todos tres, no, todos los niños en su rango de edad fueron afectados. Ahí fue cuando consideré que mi carrera llegó a un punto, un punto en el que ya no sabía si podía seguir o hacer algo más. Compartía la depresión que padecía media ciudad por lo que pasó.

Y decidiste dejar de ejercer tu carrera...

Sí, dejar de ejercer mi título va ligado a todo eso. Lo de cerrar el consultorio vino porque los padres de mis tres pacientes venían desesperados a consultarme para saber si yo hacía terapia para tratar a los niños luego de la plaga, No importaba cuántas veces les dijera que eso que los afectó era más el campo de estudio de un bacteriólogo, porque todo el mundo daba por seguro que era un virus, pero parecían no escucharme. Y no los culpo, que las autoridades no dejaban en claro cosas tan importantes como las razones por las que sólo los niños adquirieron esa infección. Los padres sólo querían aferrarse a un poco de esperanza.

La Hija de Atlas :La Ciudad sin NiñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora