12. Puente Aranda/El Fomor Rey Infernal

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[Centenares de fieles de cada punto de la ciudad frecuentan cierta iglesia de Puente Aranda todos los días, rogando por perdón, remontándose a relatos bíblicos como el infanticidio ocurrido en Belén y el previo al nacimiento de Moises para equipararlos a la pérdida de gran parte de la población infantil de Bogotá. Acá se ruega clemencia a Dios por los niños enfermos y los monstruos malignos que se divertían haciendo sufrir a la gente, y la intervención de la virgen para salir de una crisis que nos aisló del resto del país, que prefiere ignorar a Bogotá y su enigmático problema. Cruzo hasta el despacho del Padre Everardo Moreno, con cuidado de no interrumpir oraciones de los fieles, que llenan por completo la iglesia. Este de inmediato me recibe. ]

El ruido de esas miles de alas, de cuero como las de los murciélagos, batiéndose todas al mismo tiempo, también las sentimos acá. A eso se referían los noticieros cuando llamaron a lo que ocurrió el 29 como La Noche del Ruido, joven, a ese aleteo provocado por diablos. Seres impíos, salidos del mismo Infierno...

Aunque el titulito ese, jum, es que la falta de originalidad... ¿Oyó alguna vez del Tiempo del Ruido? Eso que pasó en la Bogotá Colonial, con un olor a azufre y unos ruidos...

Sí, sí, es algo que se comentaba mucho. Foros cristianos de acá temían que La Noche del Ruido fuera una secuela. Pero cuénteme, Padre. ¿Cómo se vivió acá ese 29?

Esa madrugada, mientras me preparaba para la misa de la mañana y unos bautizos, llegaron mis feligreses en busca de ayuda. Casi me tumban la puerta a golpes, con sus niños en brazos para que los dejara entrar. Obviamente les di resguardo aquí, en la Casa de Dios Misericordioso, que venían por ellos.

¿Quiénes estaban detrás de las personas?

Diablos, que les pisaban los talones. Peludos todos ellos, hirsutos y negros. Avanzaban por legiones por todo el parque hasta llegar a la Iglesia. La gente entró y se dio prisa en tomar todo el mobiliario, desesperados, intentando trancar las puertas para que no se metieran. El miedo en sus caras... no pudieron hacer demasiado para impedirles el paso. Los vitrales los volvieron polvo, cortaron a través de la puerta y de los muebles con sus manos, que se volvieron lanzas muy afiladas, hechas de sus cabellos trenzados.

En menos de diez minutos esposaron a la gente a ruedas, las sometieron a latigazos...

¿Todas esas cosas, también hechas de cabello?

¡Sí, sí! Demonios artesanos de pelo es que eran. Qué no podían hacer con sus pelambreras esas criaturas.

Yo me hice oír, intercedí por mis feligreses, y les dije a los diablos que intercedería para pedir clemencia en los juicios que les realizarían a todos. Pero ese momento intercedió la Policía. Todos ellos del Batallón 13, acudiendo al enterarse que del Infierno mismo buscaban, revisando cada casa, por pecadores para ser juzgado. Yo quise, créame, realmente insistí porque la intervención de la policía no tuviera lugar, pero no quisieron escucharme. En cuestión de segundos los redujeron a todos. Sintieron la ira del infierno en carne propia. Nada pudieron hacer sus balas, que les atravesaban el cuerpo. Viajaban a lomo de bestias horribles, hirsutas como ellos, que pisoteaban y se burlaban de los representantes de la Ley de los hombres, que terminaron engrosando las filas de juzgados.

¿Usted no vio otra alternativa para lo que estaba pasando?

Ustedes los de la prensa pueden seguir viniendo a increpar sobre lo que pasó esa noche. No había ninguna salida, salvo someternos y rogar perdón por nuestras faltas. Mientras nos transportaban, a todos les pedí que fueran sinceros durante el interrogatorio, prometiéndoles que intercedería para que sus castigos fueran reducidos. La gran mayoría, acuciado por sus culpas, accedió. Otros salieron con excusas, como que tenían que pensar en sus niños y que debían salir por ayuda médica. Al final nos pusimos de acuerdo con los que cedieron para que intercediera con los diablos, pero eran implacables. Recuerdo que no tuvieron ni con ellos ni conmigo ninguna contemplación, y nos prepararon para ser juzgados.

La Hija de Atlas :La Ciudad sin NiñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora