1. San Cristóbal/El Fomor Payaso

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Bogotá es una amante fría e inclemente con el madrugador. El horizonte me recibe con un cielo nublado, típico cielo capitalino, dónde el calor del sol se toma lo suyo en aliviar a sus habitantes del roce gélido de las brisas. Pero mi ciudad es más que su clima, que los embotellamientos, que la inseguridad reinante. Hace mucho esos problemas pasaron a segundo plano, para ser reemplazados por una verdadera crisis. Pasó de ser la "Atenas Sudamericana" a ser "La Ciudad sin Niños", por un problema que excede cualquier posible teoría de plagas devastadoras y antesalas del fin del mundo. Para saber más, me he puesto a la tarea de recorrer las calles luego que las redes no me suministran más información que los reportes y publicaciones en el momento de los hechos.

[Tomo un sorbo de jugo de naranja, despejo la garganta y retomo la grabación].

Siempre he creído que hay segundas oportunidades de hacerlo todo. Si a la primera la cosa no parece funcionar, vuelvo a intentarlo, como pasa en los videojuegos. Sí, a esos a los que les dediqué "intensos estudios" de chico, pero en la vida real sus reglas no aplican, que como ya mencioné, sólo hay dos intentos, al contrario del reseteo infinito que permite un botón de apagado en una consola. ¿Ejemplo de esto en mi vida diaria? Pues... reviso que todo esté en orden en mi "afro", que esté bien peinado no una, sino dos veces, y deshago el nudo de mi corbata, quedando satisfecho con el segundo intento. Ya es hora de unirme al resto del mundo.

Continúo la grabación en la ciclorruta de la Séptima a... las 7:00 de la mañana del lunes, dónde la prisa es más que evidente entre los ciclistas, más numerosos de un tiempo para acá. Destaco entre la multitud tanto por mi "imponente estatura" de 1, 85 Mts, como por mi ligeramente asimétrico afro, que es la principal razón por la que no uso el casco. En un momento retomo, cuando llegue a mi destino. Mientras tanto, me voy a plantear eso de estar diciendo todo lo que hago, que no sé si haga falta, salvo para que se identifiquen más conmigo como su narrador.

[Una hora después, estoy recuperándome de la fatiga en la localidad de Usme. Tomo agua y compruebo que nada en mi presentación personal esté fuera de lugar].

Bueno, camino por el Barrio San Blas con mi bicicleta rodando a un lado. Las casas de por aquí son de ladrillo prensado, algunas están rodeadas de rejas, y parece que por acá pasó un carnaval, o un batallón. Veo bolsas de basura y costales en los andenes, apilados unos sobre otros, llenos de escombros que todavía los vecinos recogen junto con los restos de globos de todos los tamaños. Sigo caminando hasta que veo una razón para no quitarme todavía mi máscara antipolución. Por un momento... esperen. ¿Señor, que pasa? ¿Eso que corre es una rata o...?

[El hombre, junto a otros vecinos señala con el costal en la mano a un globo con forma de animalito, un mono, al que rodean por todos lados. La situación en circunstancias normales sería motivo de risa, pero como todos los demás veo al globo moverse. El hombre se lleva el índice a los labios, como si me pidiera que no hiciera ningún ruido ni dijera nada. Me retiro lentamente].

[Después del momento de pánico, llego a la dirección que buscaba, toco el timbre una vez, luego otra. Al poco rato una mujer sale a recibirme. La inspecciono de pies a cabeza. Con altura de metro y medio, su pelo corto teñido de púrpura y su cuerpo robusto dan la impresión de ser alguien amable y frágil, que apenas sí se sobresalta cuando los hombres que rodeaban al globo con forma de mono gritan que se les escapó].

Buenos días, ¿Que se me le ofrece?

Buenos días. Soy Francisco Arboleda, mi señora. Yo le escribí para decirle que venía para acá hoy.

La Hija de Atlas :La Ciudad sin NiñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora