Capítulo 3

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Hoy es el día, el vuelo para New York sale a medio día y por políticas del aeropuerto ya tengo tres horas y medias esperando para abordar. Me alegra saber que todas las personas importantes para mi están aquí para despedirme y desearme lo
mejor en esta nueva etapa.

Mamá, Papá, Ben, Emma, Ashley y hasta el señor Gonzalo con su gata aurora.

—Princesa, prometerme que cuando llegues me llamarás —La voz de papá está
cargada de tristeza, pero como todo hombre no se permite derramar una lágrima.

Claro hay hombres que lloran y yo no estaba en contra de ellos.
Las personas que no les avergüenza llorar delante de otros son dignas de mi admiración, no les importa el qué dirán, se siente en la necesidad de liberar aquello que los entristece o emociona. Venga también hay lágrimas por felicidad.

—Si papá... Lo prometo.

—Mi hermosa Meg, nunca pierdas tu esencia y siempre se esa chica valiente que no se rinde tan fácil, no importa aquello que te haga dudar, tu siempre debes de ser más fuerte. —Las palabras de mamá hacen que un abrazo entre ambas perdure por unos cuantos segundos—. Y por la divina providencia, abre tu corazón a chicos guapos.

—Mamá... —Ruedo los ojos—. No empieces por favor, sabes que un chico me quitaría más de la mitad de mi tiempo... Tiempo que debo invertir en estudiar para
mantener mí beca.

—En que monstruo te convirtió tu padre. —Que exagerada era—. Hija el amor llega sin pedir permiso, y cuando menos te lo esperas.

—Señora Mery, su hija es una cabeza dura... No se preocupe tanto Emma como yo nos encargaremos... ¡Auchh! ¡Emma ten cuidado donde pisas! —La mirada que Emma le dedicaba a Ashley no era muy amistosa. A qué se refería Ashley con que
ellas se encargarían, sinceramente no creo que puedan influenciar mucho en mi por vía Skype.

—¿A qué te refieres con que se encargaran? —Pregunto, mirando a una Ashley que abre los ojos como platos. Y mirando a mamá y a Emma pidiendo ayuda—. Ehhh... Queequequería decir. —Ashley tartamudea cuando está mintiendo, es uno de sus pocos defectos.

—Tartamudeas. —Miro a las tres mujeres frunciendo el ceño—¿Que me están ocultando? —Pero como si estuvieran bendecidas con agua bendita, son salvadas a darme una respuesta lógica. Por los altavoces, una voz femenina anuncia que los pasajeros del vuelo 567 con destino a la ciudad de New York deben abordar por la puerta número tres.

Llego la hora.

Mis padres se unen conmigo en un gran abrazo, y varios besos son depositados en mi cabeza. Ben que ha estado un poco alejado se acerca a mí con un
paquete envuelto con papel de osos cariñosos —que infantil.

—-Toma. —Extiende el paquete en mi dirección—. Ábrelo cuando estés en el avión, y trata de no estropearlo, es algo muy valioso y que no se consigue fácil. —Lo tomo y guardo en mi cartera.

¿Diamantes?

—Mmm... Esperó que no sean cucarachas. —Trato de desvanecer los
pensamientos que vienen a mi mente. Benjamín, para mi cumpleaños número dieciséis,
se tomó el atrevimiento de obsequiarme una caja con 50 cucharas muertas —50
CUCARACAHS... Y MUERTAS.

En mi vida son poca las cosas que odio. Primero que alguien insulte a mi familia, segundo las personas ebrias o que tengan debilidad por hacerse transfusiones con alcohol —Excepto Ashley, es mi amiga y la adoro con locura— y tercero los
bichos... Bueno las cucarachas para ser más exactos, las odio.

—Hubiera sido genial regalarte de nuevos esos bellos animalitos. —No noto ni una pizca de sarcasmo en la voz de mi hermano—. Pero no... Es algo muy valioso, así que por lo que más quieras guardarlo como un gran tesoro.

No todo está perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora